IV: ¿Qué haces tú aqui?

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-¿Norma? -preguntó Sarita al tomar el teléfono-

-Sara, queríamos saber como habían llegado

-Estamos bien, por el momento todo en orden, aunque estoy un poco nerviosa por ver a Franco

-Hermanita, tu tranquila, todo va a estar bien, piensa que es la única vez que tendrás que verlo de esa forma, la próxima vez que lo veas será cuando ya esté libre.

-Eso espero, ¿Cómo está Gaby? ¿Está todo en orden en casa?

-Gaby está perfectamente, aunque no deja de preguntar a dónde viajaste, pero Jimena ha sabido manejar la situación. Pero hay algo que nos tiene ocupados todo el día, han encontrado a Adela Carreño

-¿La hija del profesor Carreño?

-Si, gracias a Nino la han hallado, y están intentando que confiese lo que sabe para poder ayudar a los mellizos, pero todavía no ha dicho ni una sola palabra.

-Tranquila, hermanita, mis sobrinos son inocentes y tarde o temprano la verdad saldrá a la luz, ahora debo irme, no quiero llegar tarde al horario de visitas.

-Salúdame a mi cuñado, y no temas, sé que conseguirás que anulen la condena y lo liberen.

Sara se despidió de Norma y luego de contarle a Juan David las nuevas noticias sobre los mellizos, ambos partieron hacia la cárcel donde tenían a Franco.

Sarita tomó aire antes de salir del auto, observó cada detalle de aquel lugar donde su esposo estaba encerrado hace años.

-Tía, ¿estás segura de que puedes con esto? -preguntó Juan David mirando él también todo lo que había a su alrededor-

Aquel lugar era de todo, menos una cárcel común, ya todos le habían advertido a Sara que no se encontraria con una prisión normal como las que existían en el pueblo.

Pero Sara jamás se imaginó que aquel lugar podía tener semejantes pintas, y eso que todavía no había entrado.

Podía ver tras un cercado de alambre, prisioneros vestidos con la misma ropa, una especie de túnica corta en color beige.

Lo que más le sorprendió fue verlos a todos trabajando, bajo la luz del sol, en condiciones deplorables por lo que podía ver.

¿Acaso Franco estaría en la misma situación?

Sara no perdió más el tiempo y caminó hacia la entrada. Con ayuda de un traductor, ella y Juan David lograron ingresar a la sala de espera, en cuanto le avisaron que podía pasar a ver a Franco, Sara comenzó a caminar, pero se dio cuenta de que su sobrino no la acompañaba

-¿No vienes? -le preguntó Sara-

-Tú eres quien tiene que hablar con él, tía, yo te espero aquí, no quiero estorbar.

Sara sonrió agradecida a su sobrino y siguió el camino que le habían indicado. Con cada paso que daba, las manos le sudaban más, y su corazón incrementaba el ritmo de sus latidos. Era la primera vez que vería a Franco en tres años, y decir que estaba nerviosa, era quedarse corto.

Suspiró antes de entrar al cuarto donde Franco la esperaba. Él sabía que tenía visitas, lo cual le sorprendió, por supuesto, pero creía que se trataba de alguno de sus hermanos.

Ni en un millón de años podría haberse imaginado que la persona que entraba en ese instante por la puerta podría ir a verlo.

Sara, su Sarita estaba allí.

Sara no podía creer lo que veía, Franco lucía fatal, se le encogió el corazón al verlo de esa manera, definitivamente había sufrido mucho en esos tres años.

-¿Sarita? ¿Qué haces aquí? -preguntó Franco mientras su esposa se acercaba-

Mientras más se acercaba a Franco, el corazón de Sara dolía más, podía ver las cicatrices y moretones en la piel de su esposo. Aquellos ojos azules que siempre habían estado tan llenos de vida, tan llenos de luz, ahora estaban apagados, producto del infierno en el que estaba metido.

Sin embargo, Sarita pudo ver cómo la mirada de Franco recuperaba un poco de su brillo al mirarla a ella.

-Mi amor -susurró Sara al llegar junto a él-

El abogado le había advertido que intentara no tener mucho contacto físico con Franco para evitar que lo regañaran, pero Sara no pudo evitar ir a su lado y fundirse en un abrazo.

Franco no demoró en responderle y abrazarla con fuerza, Franco no sabia por que Sara había decidido ir a verlo luego de tanto tiempo, pero la había extrañado con locura, y no iba a perder la oportunidad de sentirla al menos por unos minutos.

-Te extrañé -susurró Sara hundiendo su cara en el cuello de Franco-

-Yo tambien te extrañe, mi vida -susurró él- pero ¿que haces aqui?

Franco se separó de Sarita, esperando una respuesta, pero lo que obtuvo fueron las manos de su Sarita acariciándole las mejillas y limpiando las lágrimas que bajaban por sus mejillas

-Estoy aqui por ti

-¿Qué?

-Encontré tu carta hace unos días, he venido por ti.

La carta. La bendita carta que Franco había estado a punto de destruir, porque en el fondo sabía que Sara jamás le haría caso, y que tarde o temprano iría a buscarlo.

Franco había dudado mucho sobre dejar o no aquella carta, él conocía muy bien a su mujer y sabía que Sara lo buscaría, tal vez si no hubiese dejado aquella carta, ella habría entendido mejor el mensaje que Franco necesitaba darle.

Pero él no podía irse y dejarla con la sensación de que Franco no la había amado, su corazón no le permitía hacerle creer a Sara que su matrimonio había sido un engaño, simplemente no podía hacerlo.

-Sara, por favor, vuelve a casa

-Estas loco si crees que te voy a dejar aquí.

Franco suspiró y guió a Sara hacia la mesa designada a las visitas, ambos se sentaron uno al frente del otro, y Franco tomó las manos de Sarita entre las suyas

-Mi amor, sé que es difícil, pero necesito que vuelvas a casa con Andrés y Gaby, yo elegí meterme en este lugar, yo tome una decisión, y necesito que la respetes, quiero que la respetes.

-¿Tu decisión es quedarte en este infierno?

-Si eso significa que tu estarás bien, si, esa es mi decisión, y cumpliré mi condena con gusto.

-Estas loco, Franco, yo no pienso regresar a casa sin ti, nuestros hijos nos necesitan a ambos

-Los has cuidado sola durante años, y estoy seguro de que has hecho un buen trabajo, porque eres la mejor madre del mundo, necesito que lo sigas siendo, y los pongas a ellos antes que a mi.

-Yo no puedo hacer esto sola, Franco, por mucho tiempo creí que si podía, pero te necesito, necesito que estés a mi lado como me lo prometiste cuando nos casamos

-También te dije que pisaría el infierno de ser necesario por ti, y como no puedo cumplir todas mis promesas, elijo romper todas, para poder cumplir esa.

-Te has condenado al infierno no solo a ti, sino a mi también, porque mi vida sin ti ha sido un verdadero infierno, Franco.

-Mi amor... por favor

En ese momento le indicaron a Sarita que la visita tenía que llegar a su final, ella suspiró antes de ponerse de pie, al igual que Franco.

-No pienso dejarte aquí, y esa es mi última palabra, haré lo que sea para sacarte de aquí, mi amor.

Sara tomó la cara de Franco entre sus manos, y le plantó un beso rápido antes de que la sacaran de la sala.

Antes de salir completamente del lugar, miró hacia atrás, dándole una última mirada a Franco, quien le sonreía, ninguno de los dos sabía si volverían a verse.

BAJO EDICIÓN: The rescue {Sarita y Franco - Pasión de Gavilanes 2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora