A los pocos días volví a mi casa, sabía que tenía que volver a la escuela, pero no me sentía preparada. No sabía cómo afrontar las preguntas de mis compañeros, los chismes, los murmullos, las burlas, las bromas pesadas o si alguien más me volvía a lastimar.
Fui por primera vez honesta con mis padres y ellos hablaron con las autoridades de la escuela. Quienes respondieron con empatía y buscaron estrategias para que no perdiera el ciclo escolar, me apoyaron completamente para estudiar a distancia y entregar las tareas y proyectos.
Hugo me apoyaba todas las tardes explicándome los temas que no entendía a la perfección y alguno de mis compañeros me visitaba para darme ánimos para regresar, pero yo no estaba segura de tomar esa decisión. Aún me sentía bastante frágil y no deseaba confrontar la realidad. Mis padres me sugerían tomar ayuda psicológica, pero yo no estaba segura.
Además, yo no estoy loca, ¿Por qué tenía yo que asistir a terapia? Si yo no estaba mal.
* * *
Ya habían pasado dos meses y aun cuando no iba a clases había mejorado mucho en la materia de biología y todo se lo debía a las clases privadas con Hugo. Así que ese día al recibir mis notas y darme cuenta de que estaban mejorando decidí darle una sorpresa a mi asesor privado y mejor amigo.
Como era habitual Hugo, llego por la tarde a mi casa. Le hice pasar y le pedí que dejara la mochila en la mesita de centro de la sala y olvidara por un día su labor de profesor. Le enseñé mis notas, comparamos como habían mejorado en estos meses y él se alegró al ver esa mejora.
Me felicito con un fuerte abrazo y al separarnos le pedí que me acompañara hasta a la cocina, al llegar a la mesa de servicio vio un banquete con comida, dulces, botanas, jugos y postres. Que yo mismas había preparado. Hugo no pudo contener su sentir y se sonrojó al ver el festín que se encontraba frente a sus ojos y pregunto si podía meter uno de sus dedos en el pastel de chocolate. Con una sonrisa en el rostro dije que sí y empezamos a devorar cada uno de los platillos que se encontraban en la mesa. Tomamos dos pedazos de pizza y fuimos hasta la sala para ponernos a jugar videojuegos, juegos de mesas y platicar sobre su sorpresa.
-Hugo, ¿Te gusto tu sorpresa?
-Claro, me gusto mucho, pero más ese pastel de fresa, dijo sonriendo y señalando el pastel
– de hecho debo confesar que me encanto lo que hoy has hecho por mí. Gracias, pero...
-¿Pero qué?
-La mejor sorpresa que podrías darme es regresar a la escuela. El colegio no es lo mismo sin ti. Las clases son aburridísimas, los almuerzos no se disfrutan de la misma manera y aunque he hecho nuevos amigos ninguno se compara contigo. Marina ¿Cuándo piensas regresar?
-Hugo, tú sabes que es complicado.
-No lo es, solo es cuestión que tú lo desees.
-Para ti es fácil, tú nunca tuviste que pasar por algo como yo, por eso te resulta fácil decirlo
El silencio inundó por un gran rato la habitación y con pesar continuo hablando.
-Es cierto, yo jamás he vivido algo como tú, pero si he tenido que volver a empezar mi vida, he cambiado mi forma de pensar y he iniciado de la nada. Recuerdas cuando me preguntaste que porque era mayor que tú e iba en el mismo año. Ese día te mentí, no es porque en Holanda el sistema de enseñanza sea diferente. Lo que pasa es que... se quedó unos segundos callado y una lágrima salió de sus ojos.
-Dilo por favor Hugo ¿Qué pasa?, fuiste víctima del bullying, dije tratando de adivinar.
-No, Marina, yo era el malo de la historia. Por varios años fui un agresor del bullying
-¿Tú?
-Si, dijo avergonzado, tomo aire y continuo –Yo era igual o peor que los mokis. Al principio, comenzó como un mecanismo de defensa. Aunque pareciera que Holanda es uno de los países más civilizados del mundo. Había un grupo de chicos que se encargaban de agredir a personas diferentes y que ellos creían inferiores a ellos. Yo sinceramente no había sido foco de sus agresiones, pero sabía que pronto, al enterarse de que era mexicano ellos, comenzarían a molestarme. Y al igual que tú, hice un plan, no para defenderme, sino para impresionarles. El plan salió a la perfección, al poco tiempo me aceptaron en su grupo, era bueno poniendo apodos y aunque nunca golpeamos a nadie, lastimábamos a los chicos con nuestras burlas. Es cierto y no miento cuando digo que jamás llegamos a lastimar a nadie físicamente.
-Entonces no eras tan malo Hugo, solo querías pasar desapercibido.
-No, Marina era igual o peor que los mokis pues no existen las medias mentiras o el medio agredir. En este tipo de cosas no deberían existir matices o escalas para clasificar el grado de agresión. Si existe dolor físico o emocional y este se provoca, simplemente es agresión.No importa la forma en que lastimas, sean palabras, golpes, burlas, apodos, privaciones de comida o de algún servicio, sea cual sea la manera se hiere. Tal vez peor que un golpe, pues las palabras son heridas para el alma.
Y continúo narrando una historia:
-Un día uno de los chicos a los cuales agredíamos estuvo a punto de quitarse la vida, se creía tan insignificante que pensó que el mundo podía continuar sin su presencia. Tomo varias pastillas, dejando una carta donde mencionaba su sentir. Gracias a su escrito logré ver el daño que le había causado a mi compañero.
-¿Y qué paso con el chico?
-Por fortuna salió adelante. Le hicieron un degradado y sobrevivió. Obviamente, ni su familia, ni él quisieron volver a saber nada de mí. Los busqué en varias ocasiones para ofrecerles una disculpa, pero el resentimiento y no los culpo, no les permitió perdonarme. Yo caí en depresión y fui al psicólogo, empecé a realizar varios trabajos comunitarios, pero nada funcionaba, seguí sintiendo mucha culpa. Me sentía juzgado y señalado por mis compañeros. Me cambié de escuela, pero el rumor llegó a mis nuevos compañeros. Sabía que el infierno jamás terminaría y entonces mis papás tomaron una decisión radical.
Aun cuando sus amigos les decían me enviaran a un campamento militar para mejorar mi comportamiento, ellos me premiaron con un viaje por el mundo, yo sabía que no lo merecía y no entendía la razón de ese regalo. Pero mientras visitaba de uno a otro país logre conocer varias culturas y muchas personas con ideas completamente diferentes a las mías, me fui enamorando de sus diferencias y la magia de su peculiaridad. Empecé a realizar trabajos comunitarios y a involucrarme con las personas de cada región.
Un día antes de terminar mi viaje mi papá pidió hablar conmigo y con seriedad me dijo:
-Durante medio año tuviste la oportunidad de conocer la diversidad que existe alrededor del mundo, ahora tienes amigos Europeos, Africanos, Americanos, Asiáticos y demás. Si tuvieras que salvar a una de todas esas culturas, ¿Cuál sería?
-Ninguna merece morir papá, cada una tiene algo magnífico que rescatar.
-Haz entendió la lección de este viaje. No importa la cultura, la posición, económica, la religión, el tono de piel, la fisionomía de las personas, cada uno con su individualidad es perfecto, único y especial. Y es nuestro deber amar y respetar a cada una de las razas humanas que existen en esta humanidad.
Ese día prometí jamás volver a lastimar a otro ser vivo de este planeta. Tome como lema el amor.
La historia de Hugo me había enchinado la piel , jamás creí que el pasado de mi amigo fuera tan tormentoso.
-Hugo, me sorprende lo que me compartiste. ¿Podrías ayudarme a empezar de nuevo?
Él sonrió y sellamos un trato.
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Un suspiro más
Teen FictionMarina es una chica de 15 años, víctima de bullying escolar, lo cual le ha causado inseguridad, depresión y baja autoestima. Por años ha vivido entre el miedo hasta que decide poner un alto a sus agresores y vivir un viaje extraordinario para conoce...