𓏲 🍁﹕TREINTAICUATRO ˒˒

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El despertador sonó

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El despertador sonó. A través de la ventana, el exterior se veía parcialmente oscuro, no había amanecido aún, al menos no por completo. Ni siquiera alcanzaban a ser las seis de la mañana, y Joshua odiaba el jodido frío que hacía. Desde que estaba en Alaska le era mucho más complicado abandonar la cama, abandonar el cálido espacio que compartía con su omega, en donde se daban calor mutuamente. 

Por lo que, gruñendo bajito, salió de la cama con cuidado y se fue directo al baño a ducharse. Si bien, la calefacción estaba encendida, salió de allí temblando ligeramente, teniendo sólo una toalla envuelta en su cintura. Se apresuró a vestirse con otro de sus típicos trajes y cuando estuvo a punto de terminar de arreglarse, un gemido de dolor hizo que todo su sistema se alertada. 

Joshua dejó caer la corbata al piso y casi corrió hacia la cama, preocupado, notando que su omega había despertado, llevando en su rostro una muy clara mueca de dolor. En sus labios se instaló un puchero al tiempo en el que sus ojos se tornaron llorosos. El alfa tomó asiento en el borde la cama, muy cerca del rubio, e iba preguntar qué sucedía, pero entonces lo entendió. 

Sus ojos adquirieron un brillo sinigual al vislumbrar la preciosa marca en el cuello de JeongHan. Una sonrisa instantánea asomó en su rostro, mientras se emocionaba terriblemente por aquello. El lazo. Ya estaban unidos por el lazo. De inmediato, ambos comenzaron a experimentar los efectos del mismo, percibiendo los sentimientos del contrario como propios. 

JeongHan sentía con fuerza en su pecho el deseo irrevocable que tenía Joshua de protegerlo. Sentía la feroz posesividad, el inmenso amor y la incomparable felicidad que aflojaba del alfa; todo como si se tratasen de sentimiento suyos. Y era asombroso. 

─ ¿Duele mucho? ─preguntó Joshua, admirando con sus brillosos ojos cafés la mordida que aún se conservaba fresca. 

El omega asintió despacio y Joshua se inclinó para esconder el rostro en su cuello. Comenzó a lamer la herida, produciendo una cálida satisfacción en el menor, quien ladeó su cabeza y cerró sus ojos, respirando hondo, permitiéndose disfrutar el alivio que le daban aquellas suaves lamidas. 

─ Quédate conmigo, Shua. ─musitó, sintiéndose mareado, débil y cansado─ No me dejes solo. 

─ Tranquilo, la herida tiene que curar. ─su voz salió en un murmuro─ Y estaré contigo mientras eso pase. 

Se apartó de su cuello y lo miró, sonriendo. No tardó en buscar sus labios para besarlo con suavidad. 

 

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ᨳㅤֶ֢ ㅤ۫  𝐒𝐮𝐛𝐥𝐢𝐦𝐞 𝐝𝐨𝐦𝐢𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧 ᵎDonde viven las historias. Descúbrelo ahora