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Sus destellantes ojos están cubiertos por los oscuros lentes de sol, tal vez hoy está más cansado que ayer y quién no, hace un calor del demonio, quisiera despojarme de mis ropas y meterme en un refrigerador, sería más cómodo si tapáramos el sol c...

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Sus destellantes ojos están cubiertos por los oscuros lentes de sol, tal vez hoy está más cansado que ayer y quién no, hace un calor del demonio, quisiera despojarme de mis ropas y meterme en un refrigerador, sería más cómodo si tapáramos el sol con una cerveza y lloviera hielo, pero es una imposibilidad.

—¿En qué piensas? —Me preguntó

—¿Qué día es hoy?

—¿Ya tienes remordimientos? —Si en algo es bueno Memo es en darle la vuelta a mis conversaciones—. ¿Por qué es tan importante regresar antes del día cinco?

—¿Eres tonto o solo finges?

Este juego de preguntas lo he aprendido de él, es como una salida a cualquier tipo de plática.

Recargo mi cabeza sobre la hamaca e intento ignorarlo.

—Dime tu mayor miedo.

Sin meditarlo mucho respondo, sé cuál es mi más grande temor.

—Dejar de ser Alan.

Se queda callado, sonríe mientras con ambas manos se levanta de la hamaca, acerca una silla hasta estar muy cerca de mí, se quita los lentes y me mira directo a la cara.

—No puedo imaginarme siendo otra persona, es decir, tengo una infinidad de defectos, pero no puedo dejar de ser Memo.

—Lo dices porque no eres Lucía.

—¿Y qué de malo es ser tú?

Fácil de responder, enumero las múltiples deudas que tengo, lo fea que soy, lo insegura que me hace sentir no tener una pareja, lo difícil que es relacionarme con la gente y muy importante, lo complicado que son las relaciones con mi familia. Describo tan detallado la situación familiar que tengo, estoy peleada con mi hermana y soy incapaz de mantener una buena relación con mi madre, es muy simple, ella y yo somos de dimensiones diferentes, creo que ambas somos más felices viviendo lejos una de otra.

—Parece que es muy complicado —dice sin quitarme un ojo de encima.

Sería mejor si me dedicara una mirada lujuriosa que una tan dramática.

—Lo sé, es un pinche novelón mucho más buena que la Rosa de Guadalupe.

Él se ríe. Me pregunto por qué no puedo ser tan seguro como Memo, soy un hombre, si no guapísimo, de clase alta.

Recuerdo vagamente mi niñez al lado de una mujer de cabellera castaña y un hombre simpático, de ojos miel como los de Sergio... Creo que de nuevo estoy soñando.

—¿Por qué no invitas a tu madre aquí?

—Seguro ha venido con Sergio —mi respuesta es automática, pero en seguida recuerdo que ellos no son mis padres —. Quiero decir... en realidad... supongo que mi madre se negaría.

En tu lugar [TERMINADO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora