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Entro directo a la cocina, tengo un hambre descomunal que me comería una vaca entera, es más me comería mis piernas igual que el doctor que naufragó en una isla, estoy con tanta falta de energía que no recuerdo el nombre de ese personaje del cuent...

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Entro directo a la cocina, tengo un hambre descomunal que me comería una vaca entera, es más me comería mis piernas igual que el doctor que naufragó en una isla, estoy con tanta falta de energía que no recuerdo el nombre de ese personaje del cuento El superviviente de Stephen King.

Escucho ruido y no me digno a ver quién es, todo puede esperar. Tomo un plato para servirme y comienzo a comer parada. ¿A caso Alan no alimentaba este cuerpo? Soy flaca al punto de que mis senos apenas si se ven y a este hombre se le ocurre pasarse comidas. Yo le di mantenimiento a su cuerpo, lo ejercité, lo alimenté, hice meditación; lo mínimo que puedo hacer es comer.

—Con ese aspecto no pareces mi hija.

Ni quisiera serlo, pero compartimos genes y aunque es mi madre la dueña de esta casa prefiero seguir comiendo antes de que me quite el plato.

—Hola Ma. Perdón es que si no como muero de inanición.

—Pues más flaca no puedes estar.

Se acerca a mí y me da un escueto beso en la mejilla, apenas si toca mi brazo para darme una palmada.

—Quiero dormir un poco.

Voy arrastrando los pies para dirigirme a mi cuarto.

—Tu hermana colocó las cosas de su bebé en lo que antes era tu cuarto.

Me mira con una ligera inclinación de cabeza para analizar mi reacción. No estuve de acuerdo cuando ella me contó que sería madre soltera, mucho menos que se quedaría a vivir aquí con mis padres para que ellos le ayudarán con su hijo. ¡Qué cómodo para ella!

—Dormiré en su cuarto. —Quiero que se sienta la ironía.

—¿Cuánto tiempo vas a quedarte?

—Toda mi vida.

Ya no le doy tiempo de decir más, me voy directo a mi habitación. Cierro con seguro para que nadie me moleste. Veo todo desordenado, mis fotografías en una caja, mi ropa en enormes bolsas de basura, mis cuadros de caballos a un lado y la cama movida para sacarla y armar la cuna de su bebé. Ya no hay espacio para mí en esta casa, igual solo quiero un poco de privacidad. Solo un fin de semana. Por la noche llegará mi papá y entonces hablaremos como siempre, le contaré todo.

Me acurruco en la cama, cierro los ojos, pero el sueño no me vence, mi cuerpo está cansado, pero mi cerebro quiere seguir trabajando, quiere seguir pensando en Alan y todo el desmadre que pasamos.

No estoy segura si Guillermo creyó todo lo que le dije, su expresión de decepción no la olvidaré, le dije que era una mujer y que no podía acostarme con él, eso le quitó todo el ánimo a la salida, por lo menos los primeros días, después lo compensó con su voz, su música y sus letras.

Me pongo los audífonos y veo dos llamadas perdidas, una de Mario y otra de Andrés. Pongo en modo avión mi teléfono y reproduzco las canciones que Memo me grabó, son alegres y movidas, como la de Tonta de Diego Verdaguer, decía que esta melodía siempre elevaba su ánimo; quiero sentirme bien, deseo olvidar todo y a todos. Quiero renunciar, no soportaré ver a Alan todos los días, aunque no sé si no verlo sea mejor.

En tu lugar [TERMINADO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora