Tírame mi balón

Capítulo 18

—Hermano mío.

—Dime Argelia.

—El número siete no me habla. —dijo triste.

—Mejor así. —afirmé mientras seguía caminando a su lado.

—Samuel.

—¿Qué? —pregunté intentando arquear una ceja; como siempre no me salio.

—¿Alguna vez has roto un corazón aunque no quisieras hacerlo? —indagó Argelia.

—Sí. —respondí pensativo— Varios. ¿Rechazaste a Agustín?

—Soy jóven para tener novio. —declaró algo triste— ¿Qué sucedió contigo? ¿Por qué rompes corazones?

—Es inevitable, al ser guapo muchas chicas se han enamorado de mí y no iba a salir con alguien que no me gusta.

—Um... Ya veo. —musito Argelia— ¿Qué harás hoy?

—Lo verás pronto. —aseguré parando con ella en el parque.

—Iré a ver a Agustín. —informó Argelia y observo a todos lados— Chica leyendo un libro en el árbol de siempre.

Revolee los ojos y mi hermana se fue a donde jugaban mis amigos. Yo fui directo al árbol y le quite el libro de las manos a Clavel. Ella desvió su vista a mí y yo le rompí el libro en dos. Se quedo boquiabierta.

—Eso por lo de ayer. —expliqué tirando al piso el libro roto— No intentes volver a burlarte de mí.

—¡Tú! —exclamó observándome con odio y se levantó enojada, después me dio una bofetada— Sabía que no debía pensar que eres agradable. Gracias por hacer que te odie.

Me sobe la mejilla viéndola directamente a los ojos, su furia era muy notable. A estas alturas no sabía quien iba ganando la partida pero en ese momento no me importó. Solo estabamos ella y yo junto a el enojo que tanto se interponía en que nos llevaramos bien.

—Supongo que me pase. —expresé algo arrepentido.

—Por favor mantén la distancia, eso es lo más saludable. —expresó Clavel con tono serio. Se notaba más calmada.

—¿Y si no quiero? —pregunté sobando nuevamente mi mejilla. Aún sentía el ardor del golpe— Me gustaría hacer una tregua.

—Bien por ti. —ironizó Clavel.

Ella se agachó a recoger el libro que rompí en dos y yo al imitar su acción para ayudarla recibí un pequeño golpe en la mano por su parte. Cuando termino de recoger todas las hojas me miró mal y se levantó marchándose a toda velocidad.

Algo me decía que me ella se vengaría, porque sí, en eso nos parecíamos. Eramos vengativos.