Capítulo 7

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—¿Lo invitaste a tomar algo? —interroguéincrédulo mientras entraba al parque con mi hermana.

—Las chicas también podemos ofrecer citas —declaró Argelia—. Cálmate hermano, es una salida como amigos. Todavía soy jóven para tener pareja.

—Bien —musité con algo de recelo.

—¿Me prestas tu balón? —cuestionó Argelia.

—¿Qué vas a hacer? —inquirí dándole el objeto pedido.

—Esto —respondió ella y lanzó mi balón cerca de un árbol. Específicamente el árbol donde estaba leyendo Clavel—. Ahora debes buscarlo.

—No hiciste eso —expresé diciendo lentamente cada palabra.

—¡Sálvese quien pueda! —exclamó Argelia corriendo a donde estaban jugando mis amigos.

Resople molesto y refunfuñando fui a buscar mi balón. Clavel, que hasta ese momento había estado sentada leyendo, levantó la vista y al ver mi balón lo tomó en manos, luego me miró con expresión neutra.

—Tírame mi balón —pedí. Ella negó.

—Ven a buscarlo —dijo neutra.

En ese momento se levantó y clavó el tacón de uno de los tacones que casualmente traía ese día, de forma que el balón terminó desinflandose. Mis ojos se abrieron al instante y la miré incrédulo, además de asombrado.

—Tú no hiciste eso —declaré sorprendido.

—Ups —dijo Clavel falsamente apenada y me dedicó una sonrisa burlona—. ¿Costaba mucho? ¿Lo ibas a usar?

La odié. Tuve que calmarme internamente para no responderle feo. Enojado fui a donde estaba, cogí mi desinflado balón y la miré mal.

—Gracias, muchas gracias —dije lleno de sarcasmo.

—Para eso estoy —comentó ella y sacudió mi hombro forzando una sonrisa—. Cuídate Samuel, y cuida tu balón.

—¿Cómo sabes mi nombre? —cuestioné.

Clavel me observó con obviedad.

—Tus amigos son algo gritones —explicó y miró a donde estaban los susodichos—. Vigila a tu hermana, el número ocho parece estarla incomodando en estos momentos.

Me volteé al momento, y al ver que era cierto lo que Clavel me había dicho, corrí directo a Argelia y acribille con la mirada al chico que llevaba el número ocho en su camisa.

—¿Todo bien hermana? —pregunté llevándola a otra parte.

—Llegaste justo a tiempo. Estaba por pegarle a tu supuesto amigo —afirmó y me enseño su puño cerrado.

—¿Quieres quedarte otro rato o nos vamos? —inquirí sonriéndole.

—Quedémonos. Te veré jugar. Si puedes ponle un traspiés al número ocho.

—De acuerdo —accedí sonriéndole y fui a jugar.

Tírame mi balónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora