Capítulo 20

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A veces odiba tener una hermana. Este era uno de esas ocasiones donde quería matarla.

—A Samuel le gusta Clavel. Samuel está loquito por Clavel. Samuel va a tener una cita con Clavel.

Revolee los al oír a Argelia repetir varias veces las mismas tres frases y seguí dedicándome a peinarme. Necesitaba un corte de pelo, también debía afeitarme porque empezaba a tener barba y bigote. Ignorando a Argelia entré al baño y terminé de arreglarme. Luego iría al barbero.

—¡Samuel quiere besar a Clavel! —gritó mi hermana. Parecía más niña de lo que era.

—¡Cállate! —exclamé molesto y salí del baño con mi ropa de hacer deporte puesta. —Que pesada eres.

—¿Me compras un chocolate blanco? —preguntó ella haciéndome ojitos.

—Tengo que ir entrenar, ya voy con un minuto de atraso. —informé seriamente.

—Vale. —accedió refunfuñando. —Nunca puedo venir a visitarte con tranquilidad.

—Muévete. —pedí caminando a la salida.

Argelia sonrió y se levantó de donde estaba sentada. Ambos fuimos caminando hasta que la dejé en casa de mi madre y seguí solo al parque. Al entrar en el lugar observé a todos lados. Clavel no estaba. Mis amigos jugaban fútbol así que cogí mi balón y fui a donde estaban.

Comenzamos a jugar un buen rato. Todo iba bien hasta que en medio de la partida Erick me dijo que mi novia me observaba. No tenía novia, sin embargo sabía a quien se refería.

Volteé mi rostro deteniéndome de tanto correr y observé a Clavel. Ella hizó una seña con la mano la cual entendí como: "Muévete a la derecha". Como no lo hice terminé siendo golpeado en la espalda por mi propio balón. Eso me había dolido mucho, tanto que salí del juego haciendo muecas de dolor y me senté en una banca.

—¿Duele? —cuestionó Clavel claramente aguantando la risa.

—No, casi nada. —dije sarcásticamente.

Ella se sentó a mi lado, buscó algo en su bolso, cogió un pomo con nombre raro, luego me miro y saco una pastilla para dármela.

—Tómatela.

—¿Traes una farmacia en el bolso? ¿Eres enfermera? —cuestioné sorprendido.

—¿Eres sordo? —interrogó ella con una sonrisa falsa.

Ignoré su pregunta y tomé la pastilla. Luego la miré.

—¿Para que era la pastilla? —inquirí desconfiado.

—Dentro de un rato se te quitara el dolor. —informó Clavel. Saco un libro de misterio de su bolso y empezó a leer sin prestarme atención. —No preguntes nada o me voy al árbol.

Me quedé callado y la observé de reojo. Otra vez me dejaba confuso y no me daba explicación. Al menos hoy no se marchaba y eso me alegro. Estabamos sentados lado a lado en silencio, con muchas cosas por contar y a la misma vez nada por decir.

Tírame mi balónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora