Tírame mi balón

Capítulo 36

—Estás raro hermano —comentó Argelia doblando mi ropa lavada por ella misma—. ¿Sucedió algo?

—¿Sabes que la vida da mil vueltas? —pregunté pensativo y me senté sobre una mesa—. Todo lo que das regresa y termina haciéndote daño.

—Cuando eso pasa hay que esforzarse por reparar lo que se dañe así sea algo simple como un objeto o algo más complicado como el corazón —mencionó ella sin dejar su labor—. La cosa es pensar que es lo que uno realmente quiere.

—¿Y si lo que quieres te engaño como le pareció solo para vengarse? —cuestione cruzándome de brazos—. ¿Y si quiero odiarle?

—De acuerdo. Muy específico —murmuró Argelia viéndome—. Tienes dos opciones. Dejar que el odio te consuma y lo que sea que quieres se te escape de las manos. O hacer las paces y empezar desde cero.

—¿Cómo eres tan inteligente? —interrogue ladeando la cabeza.

—Por leer libros —aseguró sonriendo—. Cambiando de tema, Clavel se va del país.

—¿¡Qué!? ¿Cuándo?

—No me dijo —respondió y yo me levanté inmediatamente—. Vuélvete a sentar, hoy no irá al parque. Me dijo que se iría del país en tres días. También dijo que quería quedarse a arreglar las cosas, aunque no dependía de ella. Debía acompañar a su familia de regreso porque las vacaciones no eran eternas. Dijo algo de trabajo, mencionó que iba extrañarnos a ambos. Concluyó lamentando no poder invitarte a comer helado.

—¿Dijo todo eso? —cuestione sorprendido.

—¡Cierto! —exclamó Argelia y me miro—. Clavel te deseo mucha suerte en la vida y que encontres el verdadero amor, porque, según ella, supo que tenías las mejores intenciones al romper... ¿Con Narciso? Querías que fuera feliz cumpliendo su sueño —explicó confusa Argelia—. ¿Por qué nunca conocí a Narciso? ¿Y por qué me indicó que te pidiera disculpas de su parte?

No respondí nada. No sabía que decir. Simplemente me quedé varios segundos pensando que hacer. ¿Cuál sería mi siguiente movimiento en el juego que era mi vida?

Todavía estaba enojado con Clavel. Todavía pensaba si perdonarla.