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Maratón 6/6

Hubo un momento de silencio cuando yo, Harry, Ron, Ginny y Lockhart aparecimos en la puerta, llenos de barro, sucie­dad y, en el caso de Harry, sangre.

-¡Ginny!- oí un grito muy familiar.

Era Molly que estaba llorando delante de la chimenea.

Se puso en pie de un salto, seguida por Arthur, y se abalanzaron sobre mi su hija menor, causando por consecuencia indirecta que se abalanzaran sobre mí, ya que Ginny no se despegaba de mí y yo no quería tampoco que lo hiciera.

Harry, sin embargo, miraba detrás de nosotros.

Dirigí también mi mirada, curiosa de qué miraba Harry con tanto interés.

El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificul­tad y se llevaba una mano al pecho.

Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore.

La señora Weasley nos dejó al fin libres a Ginny y a mí y se fue a torturar a Harry y a Ron.

*Es como mi segunda madre y la quiero mucho, pero ya podría abrazar con menos fuerza...* 

-¡La habéis salvado! ¡La habéis salvado! ¿Cómo lo hi­cisteis?- preguntó Molly, al borde de un ataque al corazón.

-Creo que a todos nos encantaría enterarnos.- dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

Cuando Molly hubo soltado a Harry, él se acercó a la mesa y se puso delante de la espada y del diario de Tom Ryddle.

Harry empezó a contarlo todo.

Habló durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en silencio.

Contó lo de la voz que no salía de ningún sitio, que Hermione había comprendido que lo que él y yo oíamos era un basilisco que se movía por las tuberías, que él y Ron siguie­ron a las arañas por el bosque, que Aragog les había dicho dónde había matado a su víctima el basilisco, que habían adi­vinado que Myrtle la Llorona había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los aseos.

-Muy bien, así que averiguasteis dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo demonios conseguisteis salir con vida, Potter?- preguntó McGonagall con estupor.

Así que Harry, con la voz ronca de tanto hablar, les re­lató la oportuna llegada de Fawkes y del Sombrero Selec­cionador, que me proporcionó la espada.

Pero luego titubeó.

Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de Ryddle y Ginny.

Ella apoyaba la cabeza en el hombro de su madre, y seguía derramando silenciosas lágrimas por las mejillas.

Instintivamente, miré a Dumbledore, y éste es­bozó una leve sonrisa.

La hoguera de la chimenea hacía bri­llar sus lentes de media luna.

-Lo que más me intriga, es cómo se las arregló Lord Voldemort para embru­jar a Ginny, cuando mis fuentes me indican que actualmen­te se halla oculto en los bosques de Albania.- dijo Dumbledore, apoyando sus manos en el respaldo que tenía su silla.

-¿Qué... qué? ¿Sabe qui-quién? ¿Ginny embrujada? Pero Ginny no ha... Ginny no ha sido... ¿verdad?- preguntó el señor Weasley, atónito.

-Fue el diario. Ryddle lo escribió cuando tenía dieciséis años.- dije inmediatamente , cogiendo el diario y mostrándoselo a Dumbledore.

La menor de los Diggory 2 (Draco Malfoy y tú) TERMINADA ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora