9. Masacre: preludio de la invasión

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Calendario Central, año 1639, 4 de julio. Cercanías de Ejey.

El ejercito estaba tomando sus posiciones y Junfilla les veía con gran satisfacción. Los hombres que tenía en frente eran tipos duros forjados en combate, después de todo, eran su tropa, a quienes los había visto prepararse por años bajo hierro y fuego, por lo que sin importar que tan duros fueran esos bárbaros de México no se dejarían vencer, se impondrían en la batalla, de eso se sentía casi seguro. Aun así, un pequeño y extraño atisbo brotaba de sí, un malestar inusual en el subconsciente, un mal presentimiento latente y creciente.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por ese creciente malestar. Él no era dado a creer supersticiones, o no fácilmente, pero hoy había algo cuando menos ... extraño...

Si bien el día amaneció en calma, ese algo extraño que sentía que podría describir como una sensación de muerte en el aire que se acrecentaba cuando mas se acercaba el fin del tiempo del ultimátum. No veía al ejercito enemigo y ese detalle le causaba mayor malestar e incomodidad.

Ese mal augurio al que no hacía caso le decía que huyera, lo mantenía intranquilo. Simplemente no se lo podía explicar. Mala suerte la suya, no tendría tiempo suficiente para arrepentirse de no haberse ido.

Unos puntos brillantes aparecieron en cielo, se acercan increíblemente rápido, tanto que ni siquiera le dio tiempo de dudar de su naturaleza cuando ya estaban reventando a sus soldados, destrozando carne a diestra y siniestra.

Las tropas empezaron a volar en trozos, desperdigándose por el campo. Montón a montón de soldados morían causa de las explosiones y de algo terrible de lo que no era consciente y que daba muerte peor que la propia explosión, la metralla, que salía despedida desde los racimos de explosiones y rajaba la carne de sus pobres desgraciados soldados. Las "flores de fuego" cubrían una amplia área y consumían a los afortunados mas cercanos, mientras que, las tropas infortunadas que se hallaban lejos del fuego caían en añicos en un segundo. Los restos casi machacados se precipitaban al suelo como una masa sangrante de pedazos de carne, entrañas y huesos. La vista seria todo menos agradable. Junfilla no lograba procesar como es que sus soldados que corrían desde el centro simplemente caían en trozos, no lo asimilaba.

—Esto... no puede... estar ... pasando, ¡NOOOO!—.

El noble Junfilla se dejó caer de rodillas, totalmente estupefacto y congelado. Allí, al pie de la pequeña colina mientras ante sus ojos, en cámara lenta, veía el espectáculo de la laceración de sus hombres entre fuego y pequeñas cosas negras que volaban por el campo. Vio cómo dos tercios de su tropa, que se encontraba formada en el frente, desaparecía en un santiamén después de las intensas explosiones en forma de flor y dejaban atrás una tierra quemada, cráteres, y cuerpos, muchos cuerpos destrozados y chamuscados por el fuego.

Y por si fuera poco, al acabar las explosiones, divisó a cinco de esos dragones metálicos acercarse en el aire, mientras que, por tierra, otros 10 dragones, pero ahora de tierra, con un gran tubo en frente, emergían después de derribar unos arboles, eran rápidos y se acercaban a toda prisa sobre sus pobres hombres, parecía que iban a pasar sobre ellos. Esas bestias nativas de México eran muy rápidas, ya las divisaba muy bien en el frente ante los 5 mil hombres que le restaban, heridos, amputados, quemados, destrozados, desorganizados, con la moral muerta y enterrada, aterrados, sin poder reaccionar.

El sentimiento de derrota e indefensión aplastaba a Junfilla, tanto que ni las sacudidas de uno de sus subordinados que clamaba por ordenes entre lloriqueos lo hacían reaccionar. Los pocos soldados maltrechos que quedaron de cerca de las explosiones corrían mientras los dragones de tierra se acercaban y los metálicos voladores disparaban a sus soldados en la retaguardia mientras intentaban huir. No podía más.

Disrupción Dimensional: México Imperial en otro Mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora