Disrupción Dimensional: México Imperial en otro Mundo.

11. Dominación: Imperialismo mexicano

Manila, Filipinas, Palacio de Gobierno, 12 de julio del 2023.

Filipinas es la segunda gobernación más poblada, con 100 millones de habitantes y la segunda más productiva del país, solo por detrás de la capital, la "Muy Noble, Insigne e Imperial Ciudad de México".

Manila es la Perla del Pacífico, la piedra angular de la hegemonía e influencia mexicana en el sudeste y el pacífico asiático, una ciudad a la vanguardia cuyos 23 millones de habitantes gustan de decir que rivalizan con la capital de la nación en América. Los manileños tienen un gran sentido de pertenencia nacional, sin embargo, esto no es igual en el resto del archipiélago.

Filipinas tiene ciertos problemas que otras gobernaciones no tienen, algunos de ellos derivan de desencuentros entre el gobierno provincial y los grupos indígenas, cosa que en Filipinas ha sido históricamente recurrente.

—Ya hemos hablado sobre esto varias veces Edwin, ¿por qué no simplemente construyen en el lugar que estaba previsto, sabes muy bien que allí no era donde la inversión estaba contemplada? Ya te ofrecí cubrir parte de los gastos y facilidades para las negociaciones. ¿No puedes solo dejarlo pasar?—.

—Su Alteza, el rey envió la propuesta designada para proceder con los Tagalos. Su padre dio su beneplácito para la remoción de los indios del lugar y una indemnización para la construcción del complejo industrial. Los sellos de la presidencia y el congreso vienen en las hojas, la orden debe ser ejecutada—.

El príncipe real mexicano, Maximiliano Antonio de Habsburgo y Hohenzollern, de 20 años, frunció el ceño. Apenas había nacido en 2002, pero ya participaba de lleno en la política nacional. Muchas veces había criticado las decisiones de su padre por su falta de conciencia ante los grupos desfavorecidos del país. No le gustaba el rumbo de las actitudes de su padre en el último año. Se había vuelto más intenso. A veces la devoción del pueblo por el rey era excesiva y obviaba todo lo malo que el monarca hacía. En algún momento se halló preguntándose si el fanatismo hacia su padre llegaría a un límite y qué pudiera pasar si eso sucedía. No podía saber eso, pero aun así le inquietaba pesar en ello.

Recientemente había criticado la invasión a esos países extraños de este mundo, pero los medios no habían pasado su comunicado y sabía bien por qué, o mejor dicho ... a causa de quien. Era el rey quien le demostraba que estaba sobre él y muy pendiente de lo que hacía. Era avasallante.

—Me importa un carajo. Devolveremos las tierras a los Tagalos y mejoraremos su infraestructura. Les haremos caminos, escuelas, clínicas y los conectaremos al sistema de carreteras y transportes con el resto de Luzón y Manila. No está a discusión. Es tu obligación como Intendente ver por el bienestar de TODOS los ciudadanos mexicanos en Filipinas, y los Tagalos también son filipinos, así que ni le busques—.

—Su Alteza ... disculpe pero ... usted no puede decidir eso. Una acción así solo puede ser autorizada por el presidente y debe incluir el sello real. Si quiere hacer algo al respecto hable con el señor de la Vega y con Su Majes...—.

—No te preocupes ni te desgastes, ya convoqué a grupos de periodistas independientes para dar el aviso. Ya están acá. Confío en que sabrás explicárselo de la mejor manera a los inversores e indemnizarlos, todavía estamos a tiempo de hacer ligeros cambios en los contratos. Ánimo Edwin, la gente hablará bien de su ... "Intendente" —.

—Espere ... primero hay que... Alteza ... no ... ¡Aguarde un segundo!—.

El Intendente de Filipinas, Edwin de la Cruz, le miró con algo de desprecio mientras el príncipe salía de la habitación, dejándolo con la palabra en la boca. Sabía que no se podía negar y que eso le causaría problemas con los empresarios, pero eso era lo de menos. El rey no iba a estar contento. Todo por esos sucios Tagalos y el corazón blandengue del príncipe. De la Cruz apretaba los dientes y contenía el coraje.