Amor. Una palabra de cuatro letras, simple. El amor lleva consigo muchas barreras y obstáculos, como también momentos inolvidables y de suma felicidad.
En pequeñas historias voy a narrar diferentes realidades de la pareja Newtina.
Sean cordialmen...
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La celebración continuaba, había mucho que hacer y resolver aún y lo sabían pero no veían lo malo de tener y atesorar este momento.
El presente.
Los recién casados estaban rebosantes de alegría y no era para menos, al fin podían llamarse marido y mujer luego de que precisamente eso fue lo que los separó.
Por otro lado estaba Newt y Tina, quienes hubiesen sido los idóneos en celebrar algo parecido en un futuro no muy lejano.
Jacob insistía en que Queenie lanzará su ramo de flores y así, por suerte, Tina lo tomara... pero ninguno sabía para que servía lanzar el ramo así que solo rieron y negaron con la cabeza.
Y mientras la mayoría reía escuchando la explicación de Jacob (que no se daba por vencido) sobre el lanzamiento del ramo, no fueron conscientes de que Theseus desapareció de pronto.
Al abrir la puerta de entrada de la panadería, la campanilla sonó pero nadie pareció alertarse y Theseus lo agradeció enormemente, necesitaba un momento a solas.
Sentía una fuerte opresión en el pecho.
Una boda.
Un compromiso.
Leta.
Leta ya no estaba con él.
El viento frío le acarició la cara con rudeza y se sacudió. Soltó un fuerte suspiro y metió sus manos a los bolsillos del pantalón.
¿Cómo habría sido su boda con Leta?
Seguro demasiado pomposa, claro, porque aunque ella dijese que no le hacía completo honor a su apellido, lo hacía.
Eso fue una de las cosas que a él le atrajo de ella. Aquella confianza, aquella actitud que utilizaba como caparazón para no salir herida.
Siempre pensó que él había sido quién convirtió su protegido corazón rudo en algo más suave y gentil, pero la verdad, es que lo hizo su hermano; Newt.
Él solo estuvo ahí, al final del pasillo esperando por ella, recibiendola en sus brazos.
Otro suspiro acompañó su sacudida corporal por el frío.
El tema ahora era otro.
Evidentemente la extrañaba, le había costado enfrentarse a la realidad después de lo ocurrido en Père Lachaise, no asimilaba que ella ya no estaba, que no lo estaría más y que jamás volvería a oír su nombre salir de sus labios.
Y sí, suponía que aún, su corazón la atesoraba profundamente pero, la vida sigue...
Sigue con los vivos, en el aquí, el ahora; y Theseus no podía negar la imperceptible atracción que le producía Eulalie.
