Capítulo trece.

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―Bienvenida a Oporto, alteza

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―Bienvenida a Oporto, alteza. ¿Ha tenido un buen viaje?

Olive bajó del último escalón de la escalera de embarque con toda la seguridad que había recopilado en los últimos tres días. La brisa fresca de la primavera sacudió el ala de su pamela, que iba en conjunto con su vestido rosa palo. Levantó la barbilla y observó el hangar a pocos metros del lugar donde habían aterrizado.

―He tenido un viaje agradable, muchas gracias. ―Saludó a la mujer con un asentimiento―. Usted debe ser Laura, ¿no es así?

―Laura Marinho. ―Inclinó levemente la cabeza, y Olive no pudo evitar sonreír. Laura había hecho su tarea. Sabía que prefería que el recibimiento fuera con un asentimiento antes que una genuflexión―. Soy una representante del Foro Europeo de Formación Empresarial y la asistiré durante su viaje.

―Excelente. ¿Cuál es nuestra primera parada?

Laura la condujo al hangar, donde una camioneta negra esperaba por ella. En una segunda iba la policía de Portugal para servir de escolta. En una tercera, subieron los guardias que la habían acompañado desde Londres.

―La primera parada es en el hotel Porto Palace donde se llevará a cabo una conferencia respecto al recorrido por el río Douro. Después, ofreceremos una merienda. Los invitados podrán hospedarse en una habitación hasta el atardecer, cuando el crucero partirá. Será un viaje de siete días. Nuestro puerto de arribo es el de Salamanca, en España.

Laura continuó hablando sobre el recorrido durante el resto del camino. Olive se cuestionó si sería capaz de reservar algo de información para la recepción o si le acabaría contando todo en el trayecto. Pasados unos minutos, fingió que le prestaba atención, aunque su mirada disfrutaba del paisaje. Sobre las calles se desplegaban largas filas de bancos de madera que daban hacia la ribera. Las agrisadas estructuras de piedra resaltaban los vibrantes colores de las paredes adosadas. Se aguantó la tentación de bajar la ventanilla y olfatear el aire. La guardia lo consideraba peligroso. Con un suspiro de resignación, se obligó a conformarse con la vista.

―Ha habido varios cambios en la asistencia. Su majestad me ha pedido que la aleccione sobre todo lo necesario. ¿Le gustaría que repasemos la lista de invitados?

Olive apartó su atención de la vista y observó a Laura, con la nariz prácticamente metida en su cuaderno negro.

―¿Habrá más nobles en el tour?

―Solo usted, alteza.

―Entiendo. Repasemos la lista entonces.

Laura se dedicó a detallar una biografía de cada invitado un rato más, aunque a Olive podía importarle menos. No eran nobles, lo que resultaba bastante satisfactorio. Si se había ido a otro país durante diez días, era justamente para desintoxicarse de la nobleza.

Finalmente, la enumeración de los invitados culminó al llegar al hotel, que daba de frente al río Douro, en cuyo puerto esperaba el MS Douro Rose. Fue poco lo que pudo observar: la guardia la escoltó al interior del edificio para evitar la conglomeración en la entrada. Olive se obligó a sonreír y responder los saludos con una inclinación de cabeza, pese a que hubiese preferido quedarse fuera y disfrutar del ambiente. Portugal era más cálido que Londres. La piel le picaba por el calor debajo de las mangas del tapado del vestido, algo que solo ocurría en el verano. Afuera olía a naturaleza; adentro, a la pulcritud a la que estaba acostumbrada en el palacio.

Sedúceme otra vez (Serie Herederos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora