Capítulo veinticinco.

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Isaac revisó la lista de pendientes y marcó el tercer punto: entregarle las fotografías de los compañeros de la clase graduada a Lucinda

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Isaac revisó la lista de pendientes y marcó el tercer punto: entregarle las fotografías de los compañeros de la clase graduada a Lucinda. Lo había hecho el día anterior en la tarde mientras Cassie la asistía en los últimos preparativos. Al parecer, habían tenido un desacuerdo con el dueño del local que habían alquilado para la reunión.

―El babuino se ofendió por cómo lo traté. ―Cassie se cruzó de brazos con una mueca de exasperación―. ¿Cómo iba a saber que era un barón? Los nobles deberían venir con un cartel en la frente.

―¿Y qué le dijiste para hacerlo enfadar? ―le preguntó Isaac.

Abrirle una brecha para vociferar improperios mejoró el ánimo de Cassie, algo de lo que Isaac se arrepintió al instante.

Lucinda aceptó la memoria USB donde había guardado las fotos y le concedió una mirada divertida a Isaac. Si logró liberarse de la retahíla de quejas de Cassie fue gracias a la lista de tareas que le entregó a su amiga.

Isaac analizó el resto de sus tareas. Había conseguido adelantar el trabajo pendiente. En la mañana, mientras guardaba los documentos en la caja, decidió volver a la oficina. Como ya era costumbre cada vez que se quedaba en su piso, se levantó temprano, recogió sus pertenencias y se marchó a la casa de su padre para preparar el desayuno. Ya no le quedaban pendientes, así que dejó a un lado la lista y decidió preparar algo de comer.

Echó un vistazo al plan alimenticio que le había diseñado el nutricionista de su padre. De solo recordar su expresión de enfado y desesperación ante la larga lista de alimentos que debía evitar, Isaac no pudo evitar echarse a reír, aunque de seguro hubiese reaccionado igual estando en su posición. Maurice podía llegar a ser bastante obstinado, en especial si limitaban sus alimentos favoritos. Supo al momento que, si quería que su padre siguiera al dedillo las indicaciones del nutricionista, Isaac en persona debía encargarse de la cocina.

Algunos días eran mejores que otros. El tener que ir a diario a Greenwich para preparar el desayuno, viajar después a Strand para trabajar en el club y volver a Greenwich en la tarde podía llegar a ser bastante agotador, en especial durante aquellos días en que se quedaba en su piso y debía levantarse temprano para ir a casa de su padre. A eso debía sumarle las desviaciones hacia el palacio para visitar a Olive, excepto por aquellos momentos en que los visitaba con la cena lista. Pero dadas sus responsabilidades, ella tampoco podía viajar a diario, aunque ya le había ofrecido la comida de las cocinas para aligerar su carga.

Encendió la tostadora y cortó el pan mientras esperaba a que calentara. Luego encendió la estufa y puso la sartén sobre la hornilla para freír el jamón de pavo bajo en sal. En poco tiempo, la cocina se llenó del olor del desayuno. Quizá al pobre hombre le habían restringido una cantidad abominable de alimentos, pero al menos comía rico. Bajo en sal y desnatado, pero rico.

La puerta de la entrada se abrió, pero Isaac no volteó a ver a su invitada hasta que escuchó el sonido de las llaves al caer sobre la mesa.

―He traído los tomates para el desayuno como prometí. ―Lydia, su vecina, colocó la bandeja sobre el gabinete junto al fregadero―. Los he comprado frescos en la madrugada y los preparé con queso desnatado. ¿Están aprobados por el chef?

Sedúceme otra vez (Serie Herederos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora