Capítulo veinticuatro.

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Isaac llenó el vaso de cristal con agua fría y se lo entregó a Julian, que se había sentado en el sofá de su pequeña sala

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Isaac llenó el vaso de cristal con agua fría y se lo entregó a Julian, que se había sentado en el sofá de su pequeña sala. Descansó la pierna derecha sobre la izquierda con un aire despreocupado, pese a que la primera pregunta que le había hecho Isaac al abrir la puerta de su piso e invitarlo a pasar fue:

―¿Es cierto que le impediste la entrada al club a Camilla?

Julian, que no era amante del rodeo, asintió mientras bebía el agua. Dejó el vaso sobre la pequeña mesa a su derecha y se recostó en el espaldar.

―¿Te molesta? ―le preguntó con una desfachatez que bien podría ser un comportamiento habitual del vizconde.

―Es tu club, así que queda en ti decidir quién entra o no. ―Como Isaac encontró una oportunidad magnífica para fastidiarlo, añadió―: A Wren nunca le prohibiste la entrada.

Julian chasqueó la lengua sin poder evitar que el comentario lo irritara.

―Puedo lidiar con la señorita Carmichael, que no acostumbra a asistir más de cuatro o cinco veces al mes, pero no con esa mujer, Camilla, que se ha presentado con una actitud demandante y ha insultado a mis empleados.

A Isaac no le sorprendió su confesión. Al contrario, de alguna manera se había imaginado que Julian le prohibió la entrada por una cuestión de actitud.

―Además, pensé que preferirías no lidiar con ella en el trabajo ―añadió el vizconde―. Puedo revocarlo, si quieres.

―No. ―Acentuó su negativa con el movimiento de la cabeza―. De cualquier forma, no creo que se atreva a buscarme en el club.

Mientras arrastraba la mesa del comedor hasta la sala, Isaac le relató el breve, aunque intenso, enfrentamiento entre Olive y Camilla cuatro días antes. Entre risas y bromas, los dos trajeron a la mesa varias cajas con los informes pendientes, estados de cuenta y cartas circulares sin leer.

―Olive siempre fue tan indiscreta como su madre, solo que sabía fingir mejor. ―Julian dejó de reír en cuanto se percató de que Isaac había traído a casa los libros contables―. ¿De verdad vas a tomarte el día para adelantar el trabajo?

―Se me han acumulado los pendientes y ya casi estamos a fin de mes. ¿Ya sabes cuales van a ser las mejoras que le harás al club?

―No he podido conseguir a un arquitecto que me agrade. ―Julian volvió al asiento―. ¿Por qué?

―Porque no volviste a mencionarlo. Por cierto, ―abrió una de las cajas y sacó un recibo de su interior―, olvidaste pagar la factura de la luz.

―¿Lo hice? ―Agarró el papel y leyó hasta el final―. ¿Cómo es posible que haya subido tanto la factura? Debe haber un error.

―Pasó lo mismo el mes pasado, era el contador. Vendrán a arreglarlo la próxima semana.

Julian se repantigó en el asiento y soltó un bufido. Isaac sonrió y apartó la mirada del registro de la cuenta bancaria.

Sedúceme otra vez (Serie Herederos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora