Capítulo dieciocho.

2.4K 345 58
                                    

―¿Y bien? ―Isaac recorrió la habitación con los brazos cruzados y una mirada adusta que se centraba cada tanto en los cuatro responsables―

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

―¿Y bien? ―Isaac recorrió la habitación con los brazos cruzados y una mirada adusta que se centraba cada tanto en los cuatro responsables―. No tengo ganas de pasarme toda la noche preguntando lo mismo, así que uno de ustedes tendrá que explicarme qué demonios está pasando.

Ninguno habló, pese a que sus expresiones culpables delataban una alianza. Julian, quien se había quedado de pie, descruzó los brazos y se rascó el nacimiento del pelo.

―Cuando me pediste ayuda para encontrar a tu familia, pensé en contactarme con un investigador de mi padre, solo que... Bueno, me di cuenta de que frecuentemente le informaba sobre mis averiguaciones. Entonces yo... ―Observó a la periodista de refilón, que se había sentado en una silla de escritorio con las piernas cruzadas y la cabeza apoyada de la mano. Wren sacudió la mano libre con un aire despreocupado que hizo bufar a Isaac―. Nosotros llegamos a un acuerdo.

―¿Y ellos? ―Apuntó a los franceses con la barbilla―. Te llamé en incontables ocasiones para hablarte de ciertas situaciones irregulares, y nunca respondiste. Cuando te envié un mensaje preguntando si Carmichael era el famoso contacto, me ignoraste. Por lo que veo, no estaba equivocado. Quiero saber con qué propósito preparaste todo esto.

―¡Un momento! ―Jaques dio un paso adelante―. Yo no preparé nada, solo me acerqué a usted y dije lo que la señorita Carmichael me ordenó.

―¡Y yo también! ―Rodrigo asintió de forma enérgica.

Isaac centró su atención en la periodista. Incluso Olive, que se había sentado en la cama, muerta de frío por haber subido con los pies descalzos, la observó con una expresión gélida.

Wren suspiró y después dijo:

―Bueno, sí, fui yo. Me voy a explicar. ―Enderezó la postura y reposó las manos en el regazo―. Lord Iverson me contactó para hablarme sobre la situación de Isaac y me pidió que yo investigara su origen a cambio de una tregua.

―¿Qué tregua? ―preguntó Isaac, impacientado.

Wren levantó las cejas, como queriendo decir: «si tanto quiere saber, no me interrumpa».

―La he estado investigando con la idea de descubrir que rayos tiene en contra de mi padre ―explicó Julian, esta vez con una expresión más tensa, aunque solícita―, pero el investigador, una vez más, le contó mis intenciones, por lo que está muy al pendiente de cada uno de mis movimientos. Como no quería que conociera sobre tu caso, acordé con la señorita Carmichael que desistiría temporalmente de mis intenciones si ella se hacía cargo de tu asunto.

―Ella ―musitó, incrédulo―. De todas las personas, ¡ella!

―No tiene que decirlo con tanto desdén ―farfulló la aludida.

―Usted es la persona menos indicada para ofenderse ―apostilló Isaac, fortaleciendo el cruce de sus brazos. Si mantenía las manos inmovilizadas, tal vez se le pasaría el deseo de estrangularlos a ambos―. Como no tiene suficiente con su columna de chismes sobre los nobles, ahora quiere meterse en mis asuntos. ¿No conoce otra forma de llevarse la comida a la boca?

Sedúceme otra vez (Serie Herederos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora