Capítulo 1

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Colmillos de plata.


El bullicio del ambiente y la escasez de comida repartida en las mesas de los comensales lo obligaron a avanzar con precaución, cuidando cada paso que daba, mientras se dirigía hacia la esquina vacía debajo de la escalera que conducía al segundo piso. Diez pasos más.

—¿Lo escuchaste? ¿No? ¡Dios! ¡Dime que sí!

Apretó su abrigo, tratando de que el movimiento que hacía dejara al descubierto su cuerpo. Se estremeció al sentir el frío ambiente, calar entre sus huesos. Quizás por su aun húmeda ropa, luego de que la lluvia no dará indició de querer detenerse. Cinco pasos, y la tortura acabaría.

—¿De qué estás hablando, mujer?

pasaba junto a una mujer sonriente, a quien parecía no importarle la delgadez de su ropa, mientras coqueteaba descaradamente con su acompañante, sus manos trazando audazmente su brazo. Atrevida. Sonrió. Quizás si la mujer tenía más suerte, podía tener todo lo que tenía.

Esquivó a un camarero, y se escabulló en la poca oscuridad que parecía tener el restaurante. Tomó asiento, llevando sus rodillas tan cerca como podía de su torso. No eran tan cuidadosos, tampoco le daban tanta importancia a la ropa húmeda. Lo supo, tan rápido cuando una joven casi gritaba lo mucho que odiaba el clima. A salvo, pensó, y rodeó con sus brazos ambas piernas.

Podía esperar a que bajara la intensa, rogando en silencio que no fuera una tormenta, ya que rompía su plan de calentarse un poco. Odiaba enfermarse. La sensación de los mocos, eran molesto.

—Sobre el idiota que llegó, ya sabes, el rubio mestizo. —Alcanzó a escuchar la voz de esta atrevida mujer, por lo que levantó la mirada y notó como el hombre se ahogó con la cerveza, hasta casi hacer que sus ojos salieran por la sorpresa.

Apretó los puños.

—¿No era mentira? —preguntó entrecortado el hombre por la tos.

—¡Para nada! Es de lo que todos hablan ahora, eso de que fue valiente para venir aquí, para pedir un lugar donde vivir. ¡¿Cómo si esto fuera un hotel?!

—De todas maneras, si vino aquí, no debe estar cuerdo. Hiruzen apenas dejará que respire, antes de matarlo —dijo, y negó para sí mismo—. ¿Crees que lo cuelguen?

La mujer se encogió de hombros frente a él, en lo que su sonrisa creció hasta hacer brillar sus carmines ojos de una venenosa emoción—. Solo debemos esperar a ver como acaba todo.

¿Cómo terminará? Naruto, mordió su labio inferior, para no dejarse llevar por lo que escuchó. Había llegado allí con un objetivo, pero ni siquiera alcanzó a ver al viejo antes de que lo atraparan y fueran, piadosos con él. Muertos, cada uno de ustedes.

El bullicioso de detuvo. La energía cambió, las miradas pesadas se posaron sobre él. Todas por igual, inyectadas en sangre, no parecían dudar ir a su encuentro. Naruto los observó en silencio, mientras se posaban frente al vacío de la escalera con sus rostros desconcertados. No había nada. Nada de lo que ellos creyeron escuchar.

—Falsa alarma, Zetsu —dijo ella. Su rostro estaba tan cerca del suyo, que incluso el celaje de su aliento no pasaba desapercibido—, creo que escuchar sobre el mestizo no fue una gran idea.

—Tú lo mencionaste... regresa, de todas maneras, lo hubiéramos notado con tan entrar aquí. Además, debe haber rastro humano en él, aún.

Naruto apretó sus puños, con tan solo escucharlo hablar con tanta facilidad sobre él. Era realista, sabía que no era tan bienvenido en ese lugar, y eso ciertamente tampoco le interesaba. No era su objetivo encajar como ellos. No quería ser parte de esa familia, ni ahora ni nunca. Si quería sobrevivir, ellos debían desaparecer.

Colmillos de plata; SasuNaruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora