Capítulo 7

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El Consejo de Ancianos


El tenso silencio se adueñó de la estancia cuando el séquito encabezado por Itachi hizo su entrada en el gran salón de audiencias.

Las imponentes figuras revestidas con finas pieles y pesadas capas de brocado ocupaban ambos lados de la alargada mesa central tallada en pesado roble. Sus adustos rostros, surcados de profundas arrugas, reflejaban la dureza e intransigencia propia de quienes por edad y experiencia se sienten con el deber de preservar las esencias y tradiciones del clan por encima de todo.

Les precedía su reputación de jueces rectos pero inflexibles, poco amigos de contemporizaciones cuando se trataba de impartir severos correctivos a quienes quebrantasen las ancestrales reglas no escritas. Y Sasuke, sentado junto a Itachi en el estrado principal, era plenamente consciente de que precisamente él era el blanco sobre el que pronto descargarían toda su cólera.

—Bienvenido, Itachi-sama—habló por fin uno de ellos rompiendo el pernicioso mutismo—. Supongo que está al tanto del delicado asunto que hoy nos convoca en tan intempestiva reunión.

Itachi hizo un estoico asentimiento sin despegar los labios, midiendo al adversario. Su lívida tez de alabastro resultaba aún más fantasmagórica bajo la titilante claridad de las antorchas.

—Esperamos una explicación razonada de por qué sigue permitiendo al causante de la muerte de Shisui campar a placer bajo su techo, so pena de ser acusado de alta traición por encubrimiento al enemigo –sentenció otro anciano con particular acritud.

Varios cabecillas asintieron conformes prodigando sonoras imprecaciones. Era evidente que la exigua paciencia de esa camarilla de radicales estaba alcanzando rápidamente un punto de no retorno. La siguiente media hora derivó en una disputa dialéctica donde el joven líder se esforzaba por hacerles ver los convincentes atenuantes a favor de Naruto. Pero ellos, enrocados en sus ideas retrógradas de superioridad racial, se negaban a ceder un ápice.

Finalmente, extenuado de tanta fútil discusión, Itachi se irguió imponente y golpeó la mesa con violencia haciendo saltar varios utensilios.

—¡Silencio! Escuchadme con atención, reverendos ancianos, porque solo repetiré esto una vez —amonestó furibundo dejando por fin traslucir su contenida indignación—. Consideraré cualquier acto contra mi protegido como ofensa personal y responderé en consecuencia. Dejó muy claro que el chico ha expiado sobradamente cualquier deuda pendiente al liberarnos de la alimaña traidora de Shisui. ¿He sido lo bastante explícito o preciso haceros una demostración?

Tras esa velada amenaza se produjo un tenso e incómodo silencio. Nadie se atrevía a desafiar abiertamente la voluntad del actual líder del clan sabiendo de sobra que, pese a su juventud, poseía un poder y temple más que de sobra para respaldar tan arrebatada advertencia.

Finalmente la tensión se quebró en murmullos malhumorados y algún que otro inadecuado apenas contenido. Itachi se limitó a rodar los ojos apresurados y, tras cruzar una mirada cómplice con Sasuke instándole a mantenerse circunspecto, procedió a levantar la sesión dirigiéndose a las dependencias privadas.

Ya a solas, Naruto dejó escapar el aire contenido soltando un sonido suspiro de alivio. Lejos de amilanarse, los volubles ancianos del consejo parecían más resueltos que nunca a reclamar su cabeza. Y desgraciadamente contaban con suficientes apoyos entre la manada como para provocar un cisma.

Percibiendo su desasosiego, Sasuke posó una mano sobre su hombro infundiéndole ánimos. Sabía que tarde o temprano deberían afrontar la decisión de abandonar esas tierras si pretendían tener un futuro en paz, lejos de las rencillas atávicas entre clanes.

Colmillos de plata; SasuNaruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora