Capítulo 3

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Bajo el mismo cielo


Cerró fuertemente los ojos resignado a morir allí mismo cuando el sonido inconfundible de las hojas al ser apartadas de forma brusca le sobresaltó. Contuvo la respiración y tensó todos los músculos a la espera del inminente ataque.

Sin embargo, en lugar del esperado zarpazo o dentellada, lo único que sintió fue una presencia arrodillándose a su lado acompañada de una maldición proferida en un tono más que familiar:

—Maldita sea... ¿es que pretendes matarte, imbécil?

Atónito, Naruto entreabrió los párpados para encontrarse con el rostro compungido de Sasuke a escasos centímetros del suyo. Su expresión era una mezcla de profunda preocupación y enfado a partes iguales. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar, el joven lobo le zarandeó bruscamente por los hombros al tiempo que le espetaba:

—¡¿Se puede saber qué cojones estabas pensando largándote así, en tu estado y con este sol de justicia?!

Sorprendido por la dureza del reproche, Naruto desvió la mirada sin atreverse a responder. ¿Cómo explicarle que sencillamente había entrado en pánico y optado por salir huyendo antes de que Sasuke descubriera su verdadera naturaleza? Además, tampoco es que le debiera ninguna explicación sobre sus actos después de todo. Apenas le conocía.

El prolongado silencio del rubio pareció crispar aún más los ánimos del licántropo, que resopló fastidiado al tiempo que se erguía de nuevo cruzándose de brazos.

—Has tenido suerte de que te encontrara a tiempo. Con ese olor a sangre y carroña seguro que habrías atraído a algún depredador feroz o peor aún... a los sabuesos de Danzo, el consejero de mi padre —masculló en tono sombrío—. No son precisamente piadosos con los intrusos.

Al oír aquello, la sangre de Naruto se heló en sus venas. Por supuesto, ¿cómo no había caído antes en ello? Los guardianes de la manada Uchiha eran perros de presa entrenados especialmente para rastrear y destrozar a cualquiera que se atreviera a importunar en sus territorios. De no ser por la oportuna intervención de Sasuke probablemente habría acabado hecho jirones entre los fauces de aquellos temibles molosos.

La reveladora idea hizo que un escalofrío le recorriese la espalda. Toda precaución era poca, de modo que lo más sensato era largarse cuanto antes de aquellos dominios. No podía ni debía involucrar a Sasuke en sus problemas.

—Gracias... por haberme encontrado, pero debo irme ya —masculló mientras se esforzaba por ponerse en pie utilizando el tronco del árbol como punto de apoyo. Un agudo latigazo de dolor le traspasó la pierna herida arrancándole un quejido.

—Ni lo sueñes. Apenas puedes tenerte en pie, necesitas atención médica urgente —replicó Sasuke agarrándole del brazo para evitar que se desplomara.

Ignorando los débiles forcejeos de Naruto, el licántropo volvió a tomarle cuidadosamente en brazos y echó a andar bosque adentro. Éste, demasiado exhausto para oponer resistencia, acabó por rendirse apoyando la cabeza sobre el fornido hombro mientras se dejaba mecer por su firme andar.

Tras un pequeño trecho Sasuke se internó en una suerte de sendero casi oculto por la espesura que serpenteaba colina arriba. Las copas de los árboles se densificaban cada vez más, proyectando una agradable sombra sobre ellos. Finalmente la vereda desembocó en un pequeño claro bordeado de hayas y robles centenarios, en cuyo centro se alzaba una cabaña de aspecto un tanto ruinoso construida con gruesos troncos de madera. Tendría dos habitaciones a lo sumo a juzgar por su reducido tamaño. Un huerto descuidado se extendía a un costado hasta el borde mismo del bosque.

Colmillos de plata; SasuNaruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora