Capítulo 8

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Los tres viajeros continuaron su camino a través de las montañas. El paisaje a su alrededor se volvía cada vez más agreste y salvaje, con picos cubiertos de nieve y profundas gargantas. Pero no se dejaron intimidar. Estaban decididos a encontrar un nuevo hogar, un lugar donde pudieran vivir en paz, lejos de las rencillas entre clanes.

Tras varios días de dura travesía, llegaron a un fértil valle protegido por altas cumbres. Un caudaloso río lo surcaba llevando las cristalinas aguas del deshielo primaveral desde las nieves eternas hasta el llano. Bosques de hayas, robles y abedules salpicaban las laderas y pequeñas praderas de dientes de león se extendían como una alfombra amarilla bajo el sol del atardecer.

Era un escenario idílico, casi irreal después de tantas penurias y peligros sorteados.

—Parece el paraíso —musitó Naruto extasiado, contemplando el horizonte.

Sasuke sonrió esperanzado y rodeó sus hombros con un brazo en un gesto cómplice.

—Es perfecto. Aquí podríamos empezar una nueva vida, solos tú y yo.

Pero Itachi enseguida se encargó de devolverles al mundo real.

—No os hagáis ilusiones, esto no es un juego. Si queremos tener alguna posibilidad debemos trabajar duro para acondicionar este lugar y hacerlo habitable antes de que lleguen los rigores del invierno —les amonestó con severidad.

Los enamorados intercambiaron una mirada de hastío. A veces el pragmatismo excesivo de Itachi resultaba desesperante.

Tras buscar un claro resguardado para instalar un campamento base, los tres se pusieron manos a la obra sin perder tiempo. Lo prioritario era construir un refugio decente donde guarecerse antes de que el clima hostil les sorprendiera desprevenidos.

Sasuke y Naruto se encargaron de ir recolectando ramas, troncos caídos y juncos para ir improvisando una rudimentaria cabaña mientras Itachi cavaba los cimientos ayudado de un hacha de piedra y sus propias garras. Poco a poco fueron levantando un recinto rectangular de unos 20 metros cuadrados forrado de adobe y cubierto por un tejado de ramas entretejidas con juncos y barro para impermeabilizar.

El aislamiento era bastante defectuoso, pero al menos les protegería de la nieve y la lluvia. Ya tendrían tiempo de ir mejorándolo poco a poco.

Cuando declinaba la tarde y el sol comenzaba a ocultarse tras los picos nevados tiñéndolo todo de luz cobriza, los tres constructores se dejaron caer rendidos sobre la hierba para recuperar aliento y admirar orgullosos el fruto de su duro trabajo.

Habían logrado erigir las bases de su futuro hogar en apenas unas horas. E Itachi, que siempre se había mostrado parco en halagos, no pudo evitar esbozar una sonrisa satisfecha.

—Buen trabajo, chicos. Creo que por fin ese espíritu de supervivencia y sacrificio que corre por nuestras venas licantropas ha decidido manifestarse. Si seguimos así, pronto lograremos hacer de este yermo paraje un edén personal.

Sasuke bufó por lo bajo reprimiendo una carcajada. Siempre tan pomposo y exagerado su hermano para un simple cumplido. Pero en el fondo le alegraba comprobar que la convivencia entre ellos comenzaba a funcionar sin mayores aspavientos. Quizás el tiempo permitiría limar asperezas y recuperar esa cordial relación fraternal perdida desde hacía años debido a las obligaciones como herederos del clan.

Animados por los fructíferos avances, durante los días siguientes se afanaron en completar las dependencias básicas para la pequeña granja autosuficiente que aspiraban a levantar allí.

Se turnaban para ir de caza mientras otro aprovechaba para explorar los alrededores en busca de leña o recolectar frutos silvestres. El huerto también fue tomando forma gracias a la pericia de Naruto trasteado la tierra fértil con un azadón de madera y plantando patatas, zanahorias, coles y otras hortalizas resistentes que esperaban prosperasen de cara al próximo verano.

Colmillos de plata; SasuNaruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora