7. La felicidad que trae y se lleva el mar

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Barbie esperó paciente pero el preescolar no tardó en cerrar. Entró nuevamente al mundo juguete y buscó a Max Steel en cuanto pudo.

—¡Max, Max, Max!— lo llamó angustiada inmediatamente lo vio.

El se sorprendió, jamás había visto a Barbie tan ansiosa y asustada.

—Ey ey, tranquila.

—Me dejaron, Max. A mi jamás me olvidan, no entiendo que pasó. ¿Y si-

El le tapó la cabeza con su casco.

—Respira hondo, calmate y pon la mente en blanco.

Barbie hizo lo dicho, se quedó con el casco unos segundos hasta que habló.

—Tu casco huele a papas fritas— Max Steel se lo quitó y peino un poco su largo cabello, que había quedado desordenado.

—¿Mejor?— preguntó paciente, y ella asintió —Piensa en soluciones, nada ganas estresándote y entrando en pánico. Danna definitivamente volverá al preescolar, si no te busca, puedes usar tus 5 minutos de exterior para meterte en su morral y ya.

Barbie asentía mientras iba escuchando.

—Hablas con mucha calma, parece experiencia.

Max Steel le dio una mirada tranquila y seria mientras cepillaba el cabello de Barbie con sus dedos. Ya estaba peinado, pero era muy agradable hacerlo.

—A mi, no es la primera vez que me olvidan. Tampoco será la última.

A Barbie se le rompió el corazón al ver el rostro resignado y tranquilo del juguete, como si eso estuviese bien.

Ella tomó sus rostro y aplastó sus cachetes.

—Quita esa cara. Me vas a poner triste.

Él sonrió y apoyó su rostro en las pequeñas y suaves manos de ella, era tan reconfortante.

Pero con la mano de él en el cabello de Barbie y las manos de ella en el rostro de Max Steel, la cercanía se sentía demasiado íntima y se alejaron rápidamente.

—Al menos deberías aprovechar esta oportunidad para ver este mundo juguete de noche ¿No te parece?

A Barbie le pareció maravillosa la idea.

—¿Me acompañaras?

—Si así lo quieres.

Pronto, Max Steel y Barbie recorrieron la ciudad mientras lentamente el sol se ponía en el horizonte y los últimos rayos de luz pintaban la ciudad de naranja. Conversaban amenamente sobre todo lo que pensaban o veían.

Max Steel disfrutó de la paz y trivialidad que jamás se habia permitido a si mismo y Barbie se sentía muy cómoda con esta compañía que cada día, se inscrustaba más en su corazón.

—¿Porque venderán tantos trajes de baño y cosas de Surf?— preguntó ella al ver otra tienda con esa temática.

—Oh, es que en este mundo hay una playa.

Barbie lo miró sorprendida, pero también como diciendo: ¿Porque me vengo enterando ahora?

—Nunca he visto una playa. Quiero ir, quiero ir.

—¿Aún si es de noche?

—Aún si es de noche.

Barbie miraba Max Steel con grandes ojos deseosos y él suspiró con una sonrisa.

—Vamos entonces.

Barbie y Max fueron a la playa, ya era muy tarde cuando llegaron, pues la luna, grande y brillante, estaba en lo alto del cielo.

Un Amor de JugueteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora