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-¿Quién eres?- pregunté, ya que su rostro me era conocido, sin embargo, también me parecía una persona extraña.

-Tu otro yo- me dijo.

Me solté a reír.

-Sí, claro. No puedes ser mi 'otro yo'; ¡yo no me pondría jamás esos zapatos! Yo no soy para nada elegante - señalé sus pies.

-Sí, bueno; pero resulta que yo hago cosas que tu normalmente no harías. Como por ejemplo, aceptar que me gusta Sunghoon.

-¿SUNGHOON?- vociferé echándome hacía atrás.

-¿Lo ves?- dijo de lo más tranquilo- Tú no lo aceptas, yo sí.

-Sunghoon no me gusta, ¿estás loco? ¡Es el novio de Sunoo!

-Deja la histeria que sabes que tengo razón.

-Demente- farfullé.

-Bueno, ¿y qué si no fuera novio de Sunoo? ¿Aceptarías que te gusta?

-No.

Él rió y su risa burlona me incomodó.

-Claro, porque si no fuera novio de Sunoo, quizá no lo hubieras conocido- pensó.

-No me gusta Sunghoon -dije tajante.

-Repítelo hasta que te lo creas, por que a mí no me engañas- me sonrió -.

-¡Guarda silencio!

-¿Por qué? Nadie puede oírnos, sólo estamos tú y yo. Si aceptas que Sunghoon te gusta, dejaré de molestarte.

-No- me crucé de brazos.

-Como quieras- se encogió de hombros-. A fin de cuentas para eso estoy yo.

-No sé de quién seas la otra parte, porque de mí no.

-Como digas- manoteó restándole importancia a mi comentario-. Pero ten en cuenta que yo, sí acepto que Sunghoon me gusta y no olvides que sí soy parte de ti.

El sudor me perlaba el rostro cuando me desperté jadeante entre las sábanas. Eso sí que había sido una pesadilla. Un extraño y loco sueño, nada más. Miré el reloj, eran las ocho de la mañana. Recordé los planes que tenía con Jay y salí disparado de la cama para bañarme y vestirme.

Salí entonces a buscar a Heeseung pasadas de las nueve treinta, y como siempre, esa bonita sonrisa en su rostro de ángel me alegró la mañana.

-Hola- me saludó.

-Hola.

-¿Listo para irnos?

-Claro.

Enredé mi brazo al suyo y nos encaminamos a su Mustang antiguo color negro. Me abrió la puerta y luego puso el auto en marcha. El motor rugió bajó nosotros y las llantas comenzaron a rodar.

-¿Por qué ayer hablabas tan bajito? ¿Quién no querías que te oyera?- me preguntó.

Solté una delicada risita tonta, y sentí que enrojecí un poco.

-Sunoo y Sunghoon.

-¿Por qué? Déjame adivinar, las especulaciones de Sunoo- rió.

-Eemm... sí, eso.

Me miró, aunque no parecía muy convencido debido a mí vacilar a la hora de responder.

Llegamos a la plaza de San Marcos y bajamos a caminar. Saqué un par de fotografías de cada monumento mientras que la gente andaba de aquí para allá bajo el tenue y apenas visible sol de la ciudad de Venecia.

Manual de lo Prohibido | JakeHoon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora