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La tarde se había pasado volando, y desde que había vuelto al departamento después de tomar el café con Jungwon, me quedé tirado sobre el sofá mirando el techo de la sala.

¿Yo lo amaba? ¿Cómo puede ser posible que ames a una persona en... un mes? Había un pasado un mes, o apenas iba a pasar, la cuenta exacta de los días no la llevaba, pero, yo no era de las personas que amaban en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo debía admitir que Sunghoon se había ganado mi confianza, cariño y ternura en menos de una semana. Él era tan... especial. Como un diamante dentro de una mina, que aunque no le diera la luz del sol, brillaba con un resplandor abrumador.

¿Sunoo se daría cuenta de ello? ¿Se percataría acaso de lo que tiene realmente a su lado? Me dolió el corazón cuando palpitó, no debería estar pensando aquello.

Contemplé el techo por un rato más, especulando y hundiéndome en mis pensamientos, que iban de los más coherentes y razonables, hasta los más oscuros e ilógicos. Hasta que el timbre sonó, y todas las reflexiones se vinieron abajo cuando el corazón comenzó a latirme de una manera tan descompasada al saber quién esperaba del otro lado. Y el placer de aquel latido era tan intenso que... resultaba doloroso. Entonces comprendí que lo amaba. Y si no, terminaría haciéndolo tarde o temprano; pero estaba casi convencido de que lo que yo sentía iba más allá del simple querer, esto me lastimaba bastante pero... me gustaba.

Fue cuando el timbre sonó de nuevo, insistente junto a unos golpes en la puerta, cuando recordé que Sunghoon estaba detrás de la puerta. Y enseguida me levanté para abrirle.

Pasar el tiempo con él era como no tener conciencia de la hora, no pensar ni preocuparse de nada, sentirte seguro y estar siempre riendo, aunque sabía que estaba mal. Pero cuando lo miré a mi lado, en el sofá, moviendo sus rosados labios al hablar con ese entusiasmo y encanto en él y luego reír con una melodía distinta en cada risa, mostrándome sus perlas blancas y gemelas, todas iguales de bellas; me hacía volar y tocar el cielo sin siquiera despegar los pies del suelo.

Pero entonces mi tiempo se reducía a nada cuando Sunoo llegaba y no me quedaba más que sonreír y caminar hasta mi habitación y daba las buenas noches antes de desaparecer por la puerta y suspirar luego detrás de ella.

Me aventé sobre la cama, como siempre lo hacía, mirando el techo que ya conocía bastante bien y especulando como lo hacía en la sala. Me resultaba irónico que los demás eran quienes hacían que me diera cuenta de mis propios sentimientos, que si estaba enamorado de él, que si estaba celoso, que si lo amaba. ¿Es que yo en verdad era tan torpe y terco? Pero más que mis problemas emocionales de los que no lograba percatarme, había otro grandísimo problema que tomar en cuenta. Sunoo. Yo podría herirlo más de lo que me estaba hiriendo yo solo ahora, él era tan frágil y yo me había convertido en el villano de su cuento de hadas; al menos así me sentía.

El día siguiente fue bastante raro, porque tenía una extraña necesidad de estar con él. Deseaba que la noche llegara sólo para poder verle, mi alma lo ansiaba. Decidí distraerme con cualquier otra cosa, ya que esto no ayudaba mucho a mi plan de "ignorar a Sunghoon" cuando ayer mismo no me atreví siquiera a sostenerle la mirada por más de diez segundos. Esto no estaba funcionando.

Me asomé a la ventana y observé los carros pasar por la angosta calle, en el camino de faroles que esperaban encenderse en cualquier momento. Fui hasta mi habitación por mi cámara y volví a la ventana para capturar la escena que me había gustado, saqué sólo un par de fotografías para cuando el timbre sonó.

Miré extrañado el reloj, que marcaba las seis con quince de la tarde, ¿Quién podría ser a esta hora? Fui a abrir sin dejar la cámara y me sorprendió lo que vi. Era Sunghoon quien me sonreía con lucidez y provocando que los latidos de mi corazón golpearan con impetud contra mí pecho.

Manual de lo Prohibido | JakeHoon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora