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-¿Por qué pagas mi cuenta? ¿Quién te dio el permiso?- Le miré, aún ceñudo y con voz torpe.

-Vámonos, Jake.

-Pues yo no me quiero ir- Rezongue y luego me crucé de brazos.

-No seas ridículo, Jakey. Vámonos- Me instó a seguir caminando pero me detuve y luego me tambaleé por el esfuerzo- Si es necesario sacarte de aquí en brazos, lo haré- Me advirtió y me miró serio.

Nos quedamos mirándonos por un buen rato, retandonos el uno al otro; pero fracasé por completo luego de perderme en esos bellos ojos marrones, protagonista de mis sueños.

-De acuerdo- Farfullé- Tú ganas, Siempre ganas- Hice un mohín y luego me dí la media vuelta para dirigirme a la salida; algo que hizo que me mareara.

Pude sentir una firme y fuerte mano sujetándome por la cintura, y al reconocer aquella dulzura en el tacto, la piel se me erizó y un montón de mariposas se desataron en mi estómago.

Maravilloso, incluso ebrio y torpe, Sunghoon provocaba esas reacciones en mí. Fruncí el ceño mentalmente.

Cuando llegamos afuera, después de esquivar a toda la gente y que, el aire me movió el cabello, quité de un tirón su mano en mi cintura y le miré ceñudo.

-¿Qué pretendes, Park? - Mi voz me parecía incluso más torpe.

-Sacarte de aquí sano y salvo, vámonos- Me apuntó el auto negro del que era dueño, animándome a que subiera.

-No- Me crucé de brazos-. Ya me sacaste de allá adentro, ya déjame aquí- Le hice un gesto con la mano para que se fuera.

-Jake, por favor, sube- Me rogó, serio

Me giré y comencé a caminar con pasos torpes, sintiendo aun cómo el suelo bailaba bajo mis pies.

-¡Jake!- Exclamó, ordenando que parara, pero lo ignoré- No seas terco.

Seguí caminando, o al menos lo intentaba. Y de pronto sentí que mis pies se despegaron del cemento y unos fuertes y grandes brazos me elevaron.

-¿Qué haces? ¡Suéltame!- Intenté luchar- ¡Park, déjame!- Pero mis intentos fueron sólo fracasos.

Sunghoon caminó los pocos metros hasta su auto y con cada uno de sus movimientos, su perfume me llevaba a flotar en un paraíso, se metía por mi nariz. Me depositó con cuidado media parte de mi cuerpo en el suelo, mis pies volvieron a tocar el piso; pero mi cintura aun estaba fuertemente ceñida por su mano. Me tenía aprisionado. Abrió la puerta del copiloto del auto y luego volvió a cargarme como un bebé y me depositó con dulzura sobre el asiento. Se inclinó sobre mí y abrochó el cinturón de seguridad sobre mi cuerpo. Oí el chasquido del seguro al cerrar.

-No soy un bebé- Mascullé.

Entonces me miró, su bello rostro estaba a sólo centímetros del mío y su respiración me golpeaba el rostro. Sus ojos brillaban con la tenue luz de las lámparas que entraba por las ventanillas del auto. El puñado de mariposas de mi estómago enloqueció.

-No seas tan terco Jake, por favor- Musitó y su aliento cálido se metió por mi nariz, mandando al demonio todas las barreras que quise construir contra él.

Miró mis labios, pude notarlo y luego pasó saliva escandalosamente; se retiró rápidamente y su perfume se revolvió entre las partículas de aire.

Cerró la puerta con cuidado y luego caminó hasta el otro asiento del auto y subió. Aquella noche había luna nueva, por lo tanto, sólo la luz amarillenta de las lámparas alumbraban la solitaria calle de Venecia.

Manual de lo Prohibido | JakeHoon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora