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Sin refutar, Yoongi sacó un sobre del bolsillo y se lo extendió.


– Aquí está el contrato que pediste.


Había un vislumbre de resentimiento en su rostro, que no le pasó desapercibido a Yein. Procuró concentrarse en las páginas impresas en su mano. Varias cláusulas, previendo cada eventualidad..., y entonces, el espacio en blanco.


– ¿Esperas que firme también?

– La idea de legalizar las cosas fue tuya, ¿recuerdas?

Él estaba en lo cierto. Pero parecía haber algo equivocado en colocar su firma al lado de la de él.


Yoongi tomó el documento de su mano extendida y volvió a guardarlo en el bolsillo.

– ¿Quieres pedir algo ó comer fuera?

– ¿Comer? Creí que tenías prisa en volver... —Yein se interrumpió, sin querer decir "a casa". — ... a Daegu.


– Precisas alimentarte, mi querida.

– ¡Oh, tu preocupación es conmovedora!

– No juegues conmigo.

Yein se quedó observándolo por un instante, pensativa. Yoongi tenía un sex appeal innato, parecía emanar poder, fuerza.

¿Cómo podía ser tan guapo, tan atractivo?

En los últimos nueve días sólo su imagen poblara su mente. Era una tortura recordar sus formas fuertes, el modo como se movía contra la piel de ella cuando hacían el amor... Era mucho más que sexo. Siempre lo fue.


En sus brazos, toda racionalidad se pedía. Se transformaba en una mujer ardiente, atrevida, ávida por dar y recibir placer.

Sabía que su amor no era correspondido, pero podía soportar ese hecho. Podía hasta mismo compartirlo con los recuerdos de su primera esposa.


Pero todo eso sólo mientras creía que el afecto de él con el tiempo pudiese tornarse más profundo, más significativo.


No podía compartirlo con una mujer de carne y hueso. Aquello era insustentable.

Sin embargo, estaba el bebé...

¡Yein quería tanto que su casamiento sobreviviese! ¿Cómo podría ser eso posible, con todo, sin honestidad, confianza?


¿Sería la palabra de Yoongi, verbal, y no aquella del contrato, suficiente?


Palabras eran una expresión de intenciones, no de sentimientos.


– ¿Estás pronta? —Yoongi quebró a propósito el flujo de sus conjeturas, trayéndola de vuelta al presente.

– No. —Yein empinó el mentón.


Mientras viviese, ya no estaría "pronta" para él. Yoongi armó aquella trampa, pero ya no tendría el derecho de saber que esperar de ella.

Él la encaró, desconfiado.


– ¿Cuánto tiempo te lleva arreglar tus cosas?

Yein trajo poca ropa consigo, y los pequeños enseres que adquiriera no tendían lugar en la elegante mansión de Yoongi.


– Puedo estar pronta en quince minutos.

Ella también podía ser fría. Por lo menos en aquel momento. Sin más nada que decir, atravesó el cuarto, abrió la maleta vacía en el piso y comenzó a arreglarla.


Percibió que Yoongi se dirigía a la cocina. Abrió la heladera para tomar agua. Enseguida, llamó a su piloto pasándole los detalles del vuelo.


No había, en opinión de él, porqué atrasar lo inevitable.

"No mires atrás", Yein se ordenó a si misma, al caminar hacia el auto de Yoongi.


La primera parada fue en un restaurante de uno de los hoteles próximos, ya que él mantenía su posición que Yein precisaba alimentarse.

Ella casi no consiguió probar la comida.

– ¿No tienes hambre?

Yein lo encaró.

– No.

Si Yoongi sugiriese que debía comer más, ella no tendría dudas en tirar el plato, y todo lo que restaba en la mesa, directo sobre su cara.


Sin embargo, Yoongi ofreció, gentil:

– Tal vez algunas frutas...


Aunque él esperase por una respuesta, Yein no se la dio.


El pedido fue hecho al mozo. En realidad, las frutas frescas y heladas le parecieron tan invitantes que Yein consiguió probarlas.


No podía dejar de mirar las manos de él. No sólo para su diseño tan masculino, sino por la textura de la piel y por la fuerza que sabía poseían.


Yoongi tenía la habilidad de hacer que nada en el mundo importase cuando la tocaba con sus largos dedos.


¿Cómo podía su corazón acelerarse ante el mero recuerdo? Química sexual. No había otra conclusión. Vigorosa, letal.


Media hora después, llegaban a la pista, prontos para embarcar en el lujoso jet que los llevaría de vuelta a Daegu.


Con suavidad, el avión alzó vuelo como un gran pájaro por el cielo, y Yein cerró los ojos, sin ninguna disposición para conversar con su marido.


Sus ideas eran confusas y llenas de ansiedad. Su padre, la tienda de flores... Y lo peor, Momo, su peor enemiga.


¿Quién ganaría? ¿La esposa ó la amante?

Ausentarse por más de una semana no resolvía nada.

Los problemas la esperaban, tal vez agravados.

Secret Of Love | Min Yoongi ﷼ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora