Capítulo 1

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Peyton se despertó a las cinco de la mañana, dos horas antes de lo permitido. En tan solo unas horas estaría entrando en su curso final en el instituto. No guardaba muchos recuerdos de sus padres, ya que cuándo murieron Peyton era bastante pequeña. La llevaron a un orfanato donde ha estado conviviendo durante ocho años, y ella se moría de ganas de poder cumplir los dieciocho para poder irse.

Como no tenía más sueño, Peyton se levantó de la cama sigilosamente intentando no despertar a sus dos compañeras de habitación. Recorrió un largo pasillo, donde la madera crujía, así que fue a paso rápido para poder llegar antes. Como se hallaba a la última planta, al llegar al fondo del pasillo solo tuvo que tirar de una cadena que abría una trampilla, la cuál accedía a la buhardilla del orfanato.

En cuánto subió y cerró de nuevo la trampilla, abrió una pequeña linterna que había por allí. Busco el baúl con su nombre, que no fue difícil porque iba frecuentemente a verla. Allí se encontraban todo tipo de obsequios y reliquias de sus padres. A Peyton le encantaba verlos, en cierto modo, para ella era una forma de sentirlos más cerca.

Primero cogió un objeto, el cuál conocía de sobras. Era un viejo ejemplar de orgullo y prejuicio. Su madre lo compró en una parada de un bulevar del pueblo natal de sus abuelos. Siempre le decía a Peyton que algún día le llevaría a ese lugar.

Cogió una carta aleatoriamente de las diez que había, las cuáles se había releído mil veces, era una carta de solicitud que había escrito su madre para que le adscribieran en un grupo de lectura. A Peyton le encantaba esa carta, ya que su madre contaba mucho sobre su vida, su familia y sus ideales.

Después cogió otra carta, esta estaba escrita por su padre: una carta de amor para su madre:

Para mí querida mujer,
llevamos mucho tiempo juntos y estamos a punto de dar un paso muy grande en nuestro matrimonio. VAMOS A TENER UNA HIJA.
Como cónyuge mía que eres, ya sabrás que no se me dan bien escribir este tipo de cosas, pero sabes que te quiero muchísimo y…

Peyton no pudo seguir leyendo porque sus ojos estaban cristalizados, con lágrimas esperando a ser derramadas por sus pálidas mejillas. De repente, la trampilla se chirrió. Peyton se dió media vuelta y vió que alguien estaba intentando abrirla.

No le dió tiempo a esconderse, y vió aparecer a un joven conocido, de cabello color arena, delgaducho y con unos ojos color miel que le daban un toque dulce a su perfecto rostro. Por suerte, era su mejor amigo Ted.

— Hola futura cónyuge, ¿estás bien? Sabía que te encontraría aquí.

— TED. QUE SUSTO ME HAS DADO. Sí lo estoy. Solo quería leer otra vez las cartas de mis padres.

— Los echas mucho de menos, ¿verdad?

— No — dijo Peyton sarcásticamente. Pero al parecer Ted no lo entendió.

— ¿Como? Pero yo pensaba…

— TED. QUE ES SARCASMO, IDIOTA. Obvio los echo menos.

— Vale vale, no grites. No podemos estar aquí. Como la señorita Lupont nos encuentre aquí, estamos muertos.

Los dos mantuvieron un silencio bastante calmado, no era incómodo, simplemente cada uno estaba pensando en sus preocupaciones.

Peyton pensaba en escapar. Escapar de una vez por todas de ese horrible orfanato que lo único bueno que podía decir era sobre su mejor amigo.También pensaba en que en unas hora estaría entrando en el último curso, donde debería aguantar un año más sus pesados compañeros. Peyton no era una mala persona ni nada por el estilo, de hecho todo lo contrario, era muy generosa y le gustaba mucho reír con la gente con quién tenía confianza. Claro que eso no pasaba frecuentemente, ya que solo su mejor amigo Ted y su mejor amiga Miranda sabían, una dulce chica de su instituto, como verdaderamente era Peyton.

En cuánto a Ted, él estaba pensando en el amor de su vida. En la persona que más amaba y no podía hacer nada más que guardarlo para él mismo.
En unas horas él comenzaría su paso por un nuevo instituto,el mismo que Peyton. Le había costado un montón convencer a la directora, pero despues de fregar los baños durante tres meses, al fin cedió.

— ¿Vamos a desayunar algo? — preguntó Peyton cortando el hilo de los pensamientos de ambos.

— Perfecto.

*****

Un trabajador, que bien poco conocían, llevó a Ted, Peyton y a una chica menor que ellos la cuál sólo conocían de vista del orfanato.

Peyton miró el viejo y gigantesco edificio. Era el doble de grande que su orfanato y el orfanato ya era grande.

Como llegaban un poco tarde tuvieron que dirigirse directamente a clase. Peyton acompañó a Ted hasta su clase, por desgracia Ted y Miranda iban en una clase diferente a la de Peyton.

— Que tengas un buen día, Ted. Le he hablado muy bien de ti a Miranda, os llevareis bien.

Se abrazaron durante unos segundos y él entró a la clase. La de ella estaba justo enfrente, así que llamó a la puerta dos veces hasta que el profesor le dejó pasar.

La clase era bastante amplia, con mesas y sillas viejas de madera, que debían ser de todo menos comida. Los alumnos estaban sentados por parejas y solo quedaba un sitio libre.

— Señorita Wash? — dijo el hombre de camisa de cuadros y tejanos marinos — llega tarde.

Peyton decidió no responder, así que el profesor continuó:

— Siéntate al lado de Marcos, por favor. Y saca una hoja y un bolígrafo que vamos a empezar con el renacimiento.

Peyton obedeció y se dirigió hacia el final de la clase, sentándose al lado de un joven chico, muy atractivo, demasiado. Y que de algún modo u otro se le hacía conocido, a pesar de que era un alumno nuevo.

— Hola, eres nuevo ¿verdad?

— Sí, pero no te importa —  dijo el chico frívolamente sin ni siquiera mirarla.

— Esque tu rostro…Se me hace algo familiar — siguió Peyton ignorando su rudo comportamiento.

Marcos le ignoró por completo, así que Peyton decidió centrarse en la clase.

DaggerWhere stories live. Discover now