La siguiente semana no pasó nada muy relevante.
Marcos le dijo a Peyton que el trabajo lo realizarian sobre los seres mitológicos. A Peyton le pareció un buen tema, aunque no sabía cómo harían una película con eso.
A parte de eso, Marcos ignoró a Peyton. Y ella tampoco hacía nada con tal de llamar su atención. No le importaba.
Había empezado a buscar información para el trabajo por su cuenta.
El lunes por la noche, Peyton estaba peinando su larga y ondulada cabellera rubia frente al espejo. Su piel era fina, y sus ojos verdes resaltaban mucho su rostro. Tenía las pestañas largas, labios finos y nariz pequeña. También era bastante delgada.
No acostumbraba a maquillarse, más que otra cosa le daba pereza, pero en alguna ocasión lo hacía.
Sus dos compañeras de cuarto, Anastasia y Ronnie, estaban en la cama de esta última hablando sobre unos chicos de su clase. Ellas, a pesar de tener la misma edad, no iban al mismo instituto que Peyton.
Anastasia era bastante alta, pelirroja y de piel blanca. Ronnie era un poco más bajita, su tez estaba bronceada y su pelo era oscuro como la noche, que le llegaba por los hombros.
Entre ellas se llevaban estupendamente, eran mejores amigas, casi como hermanas. Algo parecido a la relación de Peyton y Ted.
Pero con Peyton, ellas dos, nunca habían entablado una relación amistosa. No se llevaban mal, pero apenas hablaban, solo si era estrictamente necesario o muy cordialmente. Pero las tres parecían estar conforme con eso.
Peyton se tumbó en su cama. Estaba exhausta. Había dedicado toda la tarde a cumplir su castigo junto con Ted. Y lo que les esperaba.
Intentó conciliar el sueño, pero no podía. Las otras dos seguían hablando.
— ¿Qué hora es? — les preguntó Peyton.
— Mmmmm las nueve y media — le respondió Ronnie.
— ¡Perfecto! Gracias!
Sin nada más que decir se levantó y fue en busca de Ted. Le apetecía hacer algo. La hora de irse a dormir eran las diez, así que tuvieron un rato.
Cuándo estuvo enfrente la habitación de Ted, tocó la puerta dos veces. Apareció un Ted sorprendido.
— ¿Peyton?
— ¿Está Ronel? — preguntó refiriéndose a su compañero de habitación.
A diferencia de Peyton, Ted sí que había hecho buenas migas con su compañero de habitación, Ronel. Pero tampoco era una amistad tan fuerte como la que tenía con Peyton.
Ronel era un chico bajito y pelirrojo, desprendía mucha dulzura y amabilidad.
— Emm... No...
— Perfecto — Peyton se abrió paso a su habitación y Ted le miró extrañado.
— No me quejo de que estés aquí, ni mucho menos, ¿pero no deberías estar en tu cuarto?
— Queda media hora, antes de que nos puedan decir nada — dijo Peyton sentándose en la cama de Ted. Él hizo lo mismo.
— Ya lo sé, Peyton, pero no está permitido que entren chicas en las habitaciones masculinas. Y viceversa. No quiero más castigos. Aparte tengo cosas que hacer.
— ¿Qué es más importante que yo? — bromeó Peyton.
Ted puso los ojos en blanco.
— El trabajo que hago con Miranda. Y es más, si no hago lo que me toca para mañana, Miranda se va enfadar.
— Te noto estresado, Teddy.
— ¿Teddy? — no pudo evitar reírse él. — Esto es nuevo.
— Oye, ¿pero cómo vas a hacer el trabajo sin ninguna fuente de información?
—- Eh… Pues no lo había pensado…
Peyton negó con la cabeza divertida.— Tengo una idea… — le brillaron los ojos café a Ted.
— Ilumíname — dijo Peyton.
— Podemos ir a la biblioteca a buscar algo de información. Tú no te aburres y yo hago el trabajo.
*****
Llegaron a la inmensa biblioteca. Era la parte más bonita del internado. Había grandes estanterías, que llegaban hasta el alto techo, llenas de libros. En el centro se hallaban unas mesas y sillas que parecían bastante cómodas.
Ted se fue por su cuenta a buscar información. Peyton subió unas escaleras que llegaban hasta un pequeño balcón para poder coger mejor los libros que se encontraban casi al techo.
Empezó a ojear algún que otro libro, no buscaba nada en concreto. Encontró un libro bastante interesante. Era ancho y con la cubierta algo destrozada de un verde botella. Lo abrió y eran una recolección de diferentes periódicos de 1877 y 1888.
Se sentó en un escalón y empezó a pasar las páginas de diario. Le parecía muy interesante. Miles de noticias y de anuncios de esa época leyó. Hasta que llegó a una página, que le impactó demasiado.
25/12/1877: Muere joven de 18 años en un accidente de coche.
Pero lo más fuerte, era la foto del chico. Era Marcos.
El bonito, bello y atractivo rostro de Marcos.
Se fijó en la hora y quedaban cinco minutos para las diez, así qué arrancó la página, colocó el libro donde estaba y fue en busca de Ted.
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Dagger
VampireMarcus Dagger, es el vampiro más temido de todos los tiempos. No siente empatía, amor, ni ningún tipo de emoción hacia nadie. Todo cambia cuando llega nuestra querida protagonista de cabellera rubia, Peyton Wash, que entrara hasta lo más profundo de...