Dueño

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¡! [+18]

Mordió su labio inferior reprimiendo el lloriqueo

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Mordió su labio inferior reprimiendo el lloriqueo. Rindou tiraba de su muñeca con fuerza hasta el auto, en el cual probablemente lo estuvo siguiendo toda la tarde.

Fue muy tonto pensar que si portaba bien, podría tener un momento tranquilo con su mejor amigo.

El rubio abrió la puerta con fuerza y con la misma lo arrojó dentro del auto antes de cerrarla. Tomo asiento en el piloto y arranco, sin esperar que el otro se sentará adecuadamente.

El trayecto fue silencioso, sin miradas depravadas o siquiera música tenue en los parlantes para aliviar el ambiente. Nada. Eso le inquietaba y le generaba más inseguridad de lo normal; nunca estaba seguro con el Haitani, pero esta vez, sentía que una respiración de más podría terminar con todo.

Freno de golpe, el brusco detenimiento del vehículo hizo que golpease su cabeza con el asiento de adelante. No tuvo el valor para emitir quejido, cualquier cosa podría llevarlo a un posible final.

— Bájate. — obedeció sin quejas. No quería molestarlo más de lo debido.

Cerro la puerta despacio, evitando hacer demasiado ruido, Rindou imitó su acción solo que con tal brusquedad que logró estropear el auto.

— Entra.

Cuando colocó un pie en la madera, fue empujado dentro, dejándolo en el suelo y la puerta cerrada. Una patada fue a parar a su abdomen, sujeto el mismo y tembló. — Levántate.

Se incorporó lo más rápido posible, no quería que lo lleve del cabello por toda la casa, otra vez. Pero eso no impidió que tire de su muñeca con fuerza hasta el baño, dónde colocó pasta de dientes en un cepillo y lo introdujo en su boca para lavarla sin cuidado.

Intento quitar el objeto torpemente, pero solo recibió otro golpe, esta vez con el puño en el abdomen. — Deja de hacerte el difícil, sabes que será peor para ti. — murmuró con asco antes de introducir el cepillo otra vez, importándole poco y nada las lágrimas que bajaban por sus mejillas y se perdían en el líquido rosado, producto de la pasta blanca y la sangre de sus encías.

— Iré a la habitación, termina de limpiarte. — asintió sin mirarlo. Escupió tembloroso en el lavabo mientras escuchaba los pasos alejándose.

Sollozo y termino la higiene bucal, pero su inconsciente le dijo que quizás sería buena idea lavarlo otra vez. Por las dudas.

Lavo su rostro con abundante agua fría, dejando ver sus ojeras que delataban su cansancio. Con una toallita húmeda limpia el maquillaje de su cuello. Observó su reflejo y quiso llorar, simplemente le daba asco.

La puerta fue abierta con violencia y se exaltó. — ¿Por qué mierda tardas tanto?

Salió detrás de él, aún no se atrevía a verlo a la cara; no quería verlo a la cara, menos, sabiendo lo que se avecinaba al verlo sin camisa.

Salió detrás de él, aún no se atrevía a verlo a la cara; no quería verlo a la cara, menos, sabiendo lo que se avecinaba al verlo sin camisa

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Los besos en su cuello lo hicieron suspirar, levanto la cabeza, dando más acceso al mismo. Podía sentir los dientes clavándose en su piel con ganas, lamidas sobre las marcas ya hechas, provocaban jadeos bajos.

Rindou paseaba sus manos por su cuerpo, desde los pezones hasta los muslos, apretando y jugando con cada parte de su físico como quería. Lo escucho chasquear la lengua cuando acercó la nariz a su remera.

— Apestas a él. — retiro la prenda, metiendo en su boca el pezón izquierdo para morder, succionar y chupar.

— Rin... No quiero, m-me duele el cuerpo. — se animó a decir sujetando los hombros del otro. Ir de acá a allá con Hakkai lo dejo bastante cansado, pero eso pareció importarle lo más mínimo. Es más, hasta noto como tenso la mandíbula con su objeción.

— ¿Uh? — mordió su pecho y levanto la vista, buscando los ojos azules de su amante. Al encontrarlos, frunció el ceño. — Dejas que cualquiera te toque, pero, cuando tu dueño lo hace, te quejas. — saco de un tirón su ropa interior y se posicionó entre sus piernas temblorosas. — Eres una maldita puta barata, Souya.

Negó con la cabeza, sus ojos brillaban por las lágrimas que no tardaron en salir cuando fue penetrado. Mordió su labio reprimiendo el sollozo.

— Tienes razón, no eres una puta. — rio y embistió con fuerza, Souya apretó las sábanas. — Las perras cobran, tú lo haces por gusto. Le entregas el culo a cualquiera, dejando que te toque como quiera.

Apretó los ojos cuando el vaivén comenzó, Rindo atacó sus labios e invadió su cavidad bucal sin permiso, iniciando un beso forzoso lleno de lujuria, enojo y deseo.

Apretó los ojos cuando el vaivén comenzó, Rindo atacó sus labios e invadió su cavidad bucal sin permiso, iniciando un beso forzoso lleno de lujuria, enojo y deseo

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Los gemidos extasiados del menor inundaban la habitación, opacando por completo el ruido que producían sus pieles al chocar violentamente. Rindou tomó sus piernas y las subió hasta el hombro del contrario, dando de lleno en aquel punto que hizo llorar de placer a su niño.

— ¡Ahí, Rin, ahí! — ordenó con desespero. — ¡Por favor, no pares! ¡No pares!

— Mírame Sou, quiero ver tu hermosa carita cuando te corras para mí. — dicho esto, soltó una pierna y sujeto sus mejillas con la misma, obligando al otro a hacer contacto visual. Adoro ver esos ojitos grandes perdidos en el placer.

— Rin m-me voy a-ah correr. — formuló con dificultad, las rudas embestidas de su acompañante lo estaban enloqueciendo.

— Hazlo, perra, córrete para mí. — su diestra paro en el miembro ajeno, subiendo y bajando al ritmo de las embestidas.

Grito agudo, sin dejar de verlo, estaban tan cerca cuando llegó al orgasmo que el mayor lo acompaño con solo verlo; el temblor de su cuerpo entero con la deliciosa estrechez que abrazo su miembro, como arqueo su espalda ante el orgasmo fueron opacados por su carita preciosa; roja y mojada por el llanto, la saliva que escapaba de su boquita hinchada por los besos bruscos.

— Ah mierda... — gruño sosteniendo su cadera con fuerza, escondió el rostro en el cuello marcado de su pequeño, intentando regular la respiración. Souya lo abrazo por el cuello, pero sus manos bajaron hasta la espalda y araño un poco, liberando la tensión que guardaba su cuerpo.

Pasaron unos minutos así, controlando sus respiraciones sin dejar de ser uno.

Rindou salió de allí, viendo cómo un poco de su semen salir acompañado de un poco de sangre casi difusa.

Esta vez, quizás, si se pasó un poco.

Mascota - RingryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora