Aomine Daiki x Male Reader
—Hagan estos problemas. Ahora regreso— el profesor terminó de apuntar en la pizarra y se fue dejando el salón sin supervisión.
Un moreno que no había entendido absolutamente nada se giró hacia atrás y estampó su libreta en la mesa de alguien más.
—Hey, enano. Explícame— apuntó al problema.
—Primero que nada, las cosas no se piden así, segundo, no me llame enano, tercero, no quiero.
Y como si no tuviera a nadie frente a él se dispuso a seguir con sus propios ejercicios que a su vista estaban demasiado fáciles.
—Te compraré leche.
El chico levantó su cabeza y una sonrisita se asomó por su rostro.
—Que sean dos.
—Una.
—Dos.
—Ash está bien. Dos si me ayudas.
—Hecho.
Satisfecho del trato le comenzó a explicar. Apuntaba con su lápiz a cada paso del problema hasta que por acto de magia este se contestó.
—¿Entendió?— preguntó al más alto.
Aomine tenía el ceño fruncido.
—¿No estábamos en literatura?
—¡¿Eh?! ¡Claro que no!— se sobo la frente desesperado pues estaban en matemáticas
—Ay no puede ser...— empezaba a considerar que fue una mala idea, ni sus dos bricks de leche valían esto.Estaba a punto de abandonar todo cuando el timbre que llamaba al receso sonó.
—Salvado por la campana.
De manera veloz comenzó a recoger sus cosas. El moreno al darse cuenta intentó detenerlo pero fue muy tarde, el otro ya se había esfumado.
•••
Lo primero que hacía todos los recreos era ir hacia una máquina expendedora a comprar su leche del día y hoy no era la excepción.
Clavo la pajita en la caja y comenzó a sorber el contenido molesto.
—¡¿Cómo se atreve a hacerme perder mi tiempo?! ¡Agh!— de una tomó un gran sorbo pero para su mala suerte se comenzó a ahogar —¡Cof! ¡Cof!— con una mano se recargó en la máquina y con la otra palmeó su pecho muchas veces en busca de aire pero esto no ayudaba. El pobre comenzaba a sentir que el aire le faltaba, apostaba que estaba de color rojo —¿Acaso esto es un castigo divino por haberme escapado de explicarle a Aomine-kun?— se preguntaba a si mismo.
Sintió un golpe a la vez que líquido bajar por su boca hasta manchar lo que sería el cuello de su uniforme, ahí se dio cuenta de que era la leche que había tomado. Eso lo hizo volver a poder respirar con normalidad.
—Gracias al cielo...— limpio los restos del líquido de la comisura de sus labios con su mano.
—De nada enano.
Esa voz lo hizo sobresaltar.
—¡¿A-Aomine-kun?!— se giró encontrándose con el alto chico que le sacaba como media cabeza. —¿De-Desde cuando está ahí?
—¿Cómo que desde cuando estoy aquí? ¿Quién crees que te ayudo a que no murieras ahogado?
—¿Eh?— la expresión de confusión no tardó en aparecer.
—No me digas que no me habías visto...
El otro no respondió.
—¡Enano como puedes ser tan despistado!