28.- Miedo

181 22 13
                                    

Adrianne

Empecé a despertar sin abrir los ojos, estaba acostada boca abajo, abrazada a algo que no eran las almohadas, más bien parecía ser un torso debajo de mí. Entonces recordé lo que pasó a noche y mi cuerpo dio un pequeño brinco por el recuerdo de lo ocurrido.

¿Y si tampoco fue real?

¿Y si lo imaginé todo?

Tenía miedo de abrir los ojos, pero sentía que la estaba abrazando, incluso sentía sus manos en mi espalda, creo que sigo acostada sobre su pecho.

Con miedo abrí lentamente los ojos y me topé con los suyos observándome, me dedicó una sonrisa, esa sonrisa que me dedicaba todas las mañanas.

—Buenos días mi rubia hermosa. ¿Dormiste bien?

Al instante sentí un nudo en la garganta. Como la había extrañado, la extrañé demasiado.

Me acerqué a ella para detallar su cara, quería memorizar cada detalle de su rostro. En cuestión de segundos estaba casi arriba de ella, observaba sus ojos color ámbar, su nariz pequeña, sus labios que desde el instante uno llamó mi atención, su suave piel, su mirada tan tierna sobre mí. La extraño, la extraño demasiado.

Me empecé a acercar a su rostro y ella comprendió lo que quería hacer, creo que se quedó congelada. Puso sus manos en mis mejillas y no dejaba de verme los ojos y los labios de manera alterna, sé que ella también lo desea tanto como yo.

—Adrianne... —Susurró a los pocos milímetros de distancia.

—Que pasa...

—No lo hagas

—¿Por qué no? —Su mirada de deseo cambió a una de tristeza en una fracción de segundo.

—Porque si lo haces... no sé si tendré el valor de irme después... no sé si podré hacerlo... no se si podré continuar.

—No me dejes. —Ahora ya estaba completamente arriba de ella —. No vuelvas a dejarme sola... por favor.

—No... por favor.

—Te necesito Janet.

A pesar de sus súplicas no pude detenerme, era como una especie de imán y por más que me resistiera no podría hacerlo, supongo que fue egoísta de mi parte.

La acerqué a mi rostro y rosé nuestros labios, creo que la sentí temblar. Junté nuestros labios en un beso lleno de amor y necesidad, al principio dudó en corresponder, pero después me besó tan apasionadamente que me demostró que ella también me había extrañado.

Puso sus manos en mi cuello y me empujó más a ella, abrí la boca y metió su lengua, gustosa la recibí, mordía sus labios de vez en cuando. Era tan tierna y apasionada, justo como la recordaba. Quiero besarla hasta quedarme sin aire y morir besándola, para estar por siempre con ella.

Nos separamos con la respiración agitada, juntamos nuestras frentes, tenía sus ojos cerrados, pero en sus mejillas tenía lágrimas.

—No tienes... una idea... de cuánto te he extrañado. —Su mirada esquivaba mis ojos.

—Lo sé... me pasa lo mismo.

Nos quedamos un rato con nuestras frentes juntas, solo respirando nuestros alientos, seguía sintiendo su calidez, aunque tenía el cuerpo frío, era una sensación nueva y extraña.

—¿Tienes frío?

—No, por qué.

—Estás fría.

—No, estoy bien.

Volví a besarla, no quiero dejar de hacerlo, ahora que la tengo de nuevo, no volveré a soltarla jamás.

Without youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora