5. La ley del hielo

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Sofía:

Había pasado una semana desde el acontecimiento del campamento, admiro que tuve muchas pesadillas en las noches a causa del abuso del moreno, con respecto a el sigue desapercibido, parece como si lo hubiese tragado la tierra, no han hallado su paradero, nos han hecho interrogatorios a todos los estudiantes yo preferí ocultar el incidente para no causarle problemas al engreído ya que luego lo tachan como sospechoso, el ha respondido los interrogatorios de manera normal sin ningún tipo de nerviosismo, le debía una a ese chico quise recompensarlo invitándolo a cenar pero este solo me ignoró toda la semana, lo encontré mirando a Samanta un par de veces en el salón,  pero esta ni siquiera lo volteaba a mirar. Decidí centrarme en mis estudios y seguir con mi vida asocial, con todo el escándalo de la desaparición del moreno no me habían vuelto a molestar por lo que tuve una semana común (o bueno al menos sin acoso).

Mis pesadillas solo se trataban de esa noche en el campamento no tuve más sobre Carlos.

Todo parecía tranquilo en mi vida y me asustaba, sentía que pronto mi vida se iba a venir abajo, tenía episodios de ansiedad frecuentemente,  al parecer ya estaba acostumbrada a los maltratos constante y estar tranquila lo veía irreal.

— Estás en mi asiento.

Una voz masculina me trajo a la realidad. Yo miré en dirección de esa voz y era un chico alto,  cabello crespo y de estilo urbano,  este me miraba con diversión ingenua.

— ¿Qué?

Logré pronunciar no entendía porqué lo decía si estaba sentada en un banco en la plaza.

— No soy loro, por lo cual no repito.

Se cruzó de brazos y recostó una de sus piernas en una pared, mientras encendía un cigarrillo.

— Es un lugar público,  no es de tu propiedad.

— Oh,  si lo es.

— No,  no lo es.

— Que sí.

— Que no.

— ¿Qué hace este banco  tu propiedad? dame dos razones al menos.

— Tengo años sentándome en el mismo lugar,  todos saben quien soy y segundo mueve tu culo antes que me enoje.

— ¿Perdón?

Dije estupefacta,  definitivamente en mi frente había un letrero que decía; abusa de mi, me dejo.

— Te perdono,  pero que no vuelva a suceder.

Mi rostro ya estaba rojo de la furia y este chico solo estalló en carcajadas.

— Es broma, soy nuevo en el pueblo, parece que mi objetivo de verme chico malo ha funcionado.

» Ves Larry, la chica se ha creído todo el cuento — miró hacia unos arbustos y salió el tal Larry con una cámara escondida.

— ¡Genial, lo que me faltaba!

— Tranquila, no somos famosos o algo así, solo te ví extrayendo los fluidos de tu nariz distraída y pensé; esa chica debe ser mi amiga. Y le pedí a Larry que grabará todo.

» Soy Jostyn desgraciadamente no el que estás pensando.

Jostyn me tendió la mano y yo sé la recibí dudosa,  jamás nadie se había acercado hablarme y menos después de verme extrayendo mis fluidos nasales, que vergüenza he pasado.

— ¿ y tu eres...?

Continuó al verme callada, yo reaccioné y me presenté.

— Soy Sofía.

— Un gusto Sofía, ahora que tengo tu atención, ¿quieres ir a caminar un rato con esta triste alma perdida?

Yo sonreí y asentí dudosa. ¿Qué tenía de malo?.

Caminamos y Jostyn resultó ser muy hablador lo cual me favorecía ya que yo no lo soy.

— Entonces fué cuando Larry y yo te vimos...

Estaba contando todo lo que le pasó de camino a la plaza, pero de repente se quedó pensando.

— Espera... ¿Dónde está Larry?

Preguntó mirando hacia todos lados. Yo me encogí de hombros pues no sé en qué momento desapareció. El chico lo llamó y al parecer el también había conseguido una chica que lo guiara.

— Vale,  está bien,  te veo allá — y terminó la llamada con Larry.

Se volvió hacia mi con una sonrisa extendida,  era contagiosa por la cual yo le sonreí.

— ¿Debería asustarme por esa sonrisa?

El miró hacía algún punto del camino arbolado pensando juguetón.

— Quizás si, quizás no.

Yo entrecerré mis ojos desconfiando y el se volvió a carcajear,  la conexión que sentía con el,  era una inocente, sé que suena loco porque hace unos minutos lo conocí pero su vibra me transmite confianza, creo que al final si podremos ser buenos amigos.

— Oye, ¿sabías que soy mago?

— Claro, cómo no saberlo si nos conocemos de toda la vida.

El sonrió y negó divertido ante mi sarcasmo.

— ¿Quieres ver un truco o no?

Yo asentí desconfiada.

— ¿No vas a robarme o algo así?

El se mostró ofendido y tocó su pecho indignado.

— Oye,  ¡ya he cambiado!

Mi cara fué de horror y el volvió a estallar en risas.

— Amo tu inocencia,  es una broma. Bueno te haré el truco quieras o no, necesito que escribas tu número celular en el forro del mío.

— ¿Mi número celular?

— Al parecer si escuchaste por lo que veo.

Lo anoté y esperé la "magia".

— ¿Sabes cuál es la magia de esto?

Yo negué.

— Que ya tengo tu número pendeja y fué fácil conseguirlo.

Esta vez sonrió con suficiencia, yo me sentí la más idiota por caer en tal juego.

Un trueno anunció que llovería en cualquier momento y fué el momento de despedirnos, seguimos cada quien por su camino mientras yo relucía mi mejor sonrisa negando ante la loca tarde que tuve hoy, mientras caminaba me encontré con la mirada del engreído anónimo que estaba parado junto a un árbol observándome de manera extraña, como un cazador vigilando a su presa, su mirada me intimidó y borró toda sonrisa de mi rostro, su penetrante mirada causó escalofríos por todo mi cuerpo y apresuré el paso sino quería mojarme con la lluvia,  mientras pasaba por delante del chico sentía su mirada en mi nuca y no entendía su comportamiento tan extraño.

Esa noche volví a tener pesadillas pero no con el que intentó abusar de mi, sino con Carlos... Cada vez esas "pesadillas" se volvían más real y es porque lo eran y una era más escalofriante que otra...

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