Poema #4

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Dentro del museo hay una librería

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Dentro del museo hay una librería.
Entré allí después de que el profesor nos diera salida.
Desconozco el rumbo que elegiste.
Creí que con tu novio habías decidido irte.

Ibas con él a todos los lugares posibles
que me pareció inverosímil que te quedaras.
En mi mente, estabas a kilómetros de distancia.
Así que fue una sorpresa cuando Alexa dijo:
«¡Oh, por Dios!
Llevan el mismo libro».

Levanté la mirada.
En el extremo derecho de la caja,
estabas tú,
sosteniendo un libro con portada naranja.

El mío era blanco.
No reaccioné.
Nunca me había pasado.
Coloqué el libro sobre el mostrador.
Tú hiciste lo mismo.

Vi las comisuras de tus labios curvarse.
No era una sonrisa lo que comenzó a formarse.
Al contrario, bufaste
y no hiciste ningún intento de ocultar tu exasperación.

Parecía que odio era lo único que podías expresar.
Odio e insensibilidad.
La chica que nos atendió,
alabó la singularidad.
Nos ocurrió eso que los demás suplicaban por experimentar.

¿Qué hicimos?
¿Por qué no lo agradecimos?
Ahora lo admito.
No me gustó que leyeras lo mismo.

Ya eras bastante interesante como para jugar a la intelectual.
La diferencia es que nunca jugaste.
Esa realmente eras tú.
La que leía ciencia ficción y no sentía nada con la realidad.
La que odiaba a extraños y amaba a su hermana.
La que sujetaba la mano de la persona equivocada.

Volviendo a ese momento,
decidiste ser la primera en pagar.
Yo pensé que jamás nos pasaría algo similar.

¿Fue obra del destino?
¿Fue George Orwell enviándonos un mensaje?
De ser así, ¿por qué decidiste no contestarle?
Supongo que es más fácil elegir otro camino.
Eso fue lo que hicimos.
Escogimos la ignorancia sobre la felicidad
y tarde o temprano, lo teníamos que pagar.



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