Capítulo 25 (Editado)

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Nos contemplamos el uno al otro durante un tiempo extremadamente largo

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Nos contemplamos el uno al otro durante un tiempo extremadamente largo. La ventana aún permanece abierta y la brisa helada que entra enfría nuestros cuerpos.

Caricias suaves en mi mejilla y susurros que no llego a entender pero que cosquillean en mis oídos.

—Me gustas —afirmo—. Me gustaría entenderte pero a veces pareces un jodido problema de matemáticas.

Se ríe con sutileza. Me ayuda a levantarme para ponernos de pie y atrapando mi mano me traslada hasta el cuarto de baño dónde enciende la ducha, llenando la bañera con agua caliente. Me meto esperando a que me siga pero se sienta en el borde, echándose jabón en las manos.

Por el amor de todos los bebes del mundo. Me va a lavar. Con esas manos de largos dedos.

Masajea mi cabeza haciendo una buena cantidad de espuma con aroma a vainilla. Después cambia al gel para el cuerpo y lo restriega con escrupulosidad. Vuelvo a excitarme, abochornándome profundamente por ello. A Alain no parece importarle lo más mínimo lo que hay entre mis piernas, me quita el jabón con agua templada y sale momentáneamente para recoger ropa en mi habitación.

Me alcanza una toalla.

—Estás siendo demasiado amable —lo cual me asusta un poco.

Se quita por completo el pantalón, que hasta ahora había llevado desabrochado.

—Estoy siendo yo mismo —franquea mi cuerpo para meterse bajo el chorro de agua caliente y quita el tapón de la bañera.

Verle así hace que casi se me caiga la boca al suelo y a duras penas consigo cerrarla. El agua gotea por su espalda, formando sinuosos regueros que se pierden en sus firmes piernas.

Me visto sin quitarle el ojo de encima. Termina y sale para cubrir su cuerpo con una toalla.

Le dejo coger algo que ponerse en el armario planteándome el regalárselo puesto que he estirado de más su camiseta.

Hago la cama intentando no ver lo que se está poniendo, completamente nervioso.

Lira me viene a la mente paralizándome, similar al deslumbramiento que produce un rayo.

Ella está con vida, posiblemente postrada en la cama de algún hospital mientras sus mejores amigos se comportan como conejos en celo.

El remordimiento retuerce mis entrañas.

Alain, apretado en un suéter que le queda demasiado pequeño pone un poco de orden en el cuarto. Cierra la ventana y baja la persiana.

Nos sentamos en la cama en silencio, conscientes el uno del otro y de lo que acabábamos de hacer.

Paseo mis dedos por el borde del lecho sin saber que hacer a continuación. Hay una brecha entre los dos que parece insalvable.

—Me siento muy incómodo —hablo primero—. Y como un conejo en celo recién apareado.

Sonríe, con un ligero temblor en sus cejas.

—No soy demasiado bueno conversando —ese comentario hace que me ría hasta que termino por atragantarme y toser. Se arrima, posando su frente sobre la mía—. Lamento no haberte dicho la verdad en un principio.

Ese gesto tranquilizador me llena de tibieza.

—Puedo comprenderlo, aunque no deja de dolerme —ruedo los ojos con las mejillas encendidas—. Es perfectamente normal que no confiases en mí teniendo en cuenta que han pasado diez años y no sabías cómo soy ahora.

—Llevo años viendo a Lira. Todos los días —comienza a hablar, apartándose ligeramente—. Su cuerpo crece, débil, pero ella no despierta. Nunca lo hace. El día en el que viniste a mi puerta me debatía entre aceptarte u odiarte. Tanto tiempo estando solo en esto, ha acabado por destrozar mi confianza en los demás por muchas razones.

Todavía no lo comprendo del todo pero es un paso, uno pequeño para alcanzar el complicado corazón de Alain.

—¿Puedo verla? —pregunto con esperanza.

Se demora en contestar, sus iris hielo moviéndose sobre los míos.

—Por el momento... prefiero que esperes —decepcionado me alejo—. No es por ti.

Típica frase que sueltas cuando una relación ha de ser rota.

—Quiero verla, con o sin tu consentimiento —hablo con firmeza. Quizás no estoy siendo del todo comprensivo con él pero lo que pienso sale sin más—. Llevo años sufriendo por esto. Tengo que pedirle perdón, aunque las palabras no lleguen.

—Si vas a verla, me enfadaré seriamente contigo.

Por favor. Ya empezamos.

—¿Por qué? ¿Tienes algún tipo de contrato de exclusividad? —no tiene el menor sentido que quiera esconderla y menos de su mejor amigo de la infancia—. Haré lo que quiera.

—Leo, no lo jodas de nuevo —pone una mano en su frente con exasperación—. Ya la verás, cuando se normalicen las cosas.

—¿Normalizar el qué? —casi grito— ¡Siempre con medias palabras! ¡Sé sincero de una puñetera vez!

Se pone en pie.

—No soy cómo tú no soy capaz de decir lo que siento o pienso así sin más.

—Claro que no —ahí estamos abriendo la caja de Pandora otra vez—. Y por eso pusiste los recortes de periódico en la puerta a la vista de todos.

Mis palabras semejan golpes para él y me arrepiento de nuevo. ¿Qué estás haciendo, Leo?

—¿Realmente crees eso? —Niego con la cabeza. Quiero ver a Lira. Quiero estar con Alain. Pero no dejo de sentirme apartado, como si ellos me dejaran atrás.

—No —llevo muchos años sufriendo en soledad, como él. Y aun así suelto palabras que lo hieren—, pero no parecías nada sorprendido. Te vi allí de pie y no hiciste nada.

Patea mi pared haciendo temblar las estanterías.

—Dime que no me estás diciendo esto después de lo que acabamos de hacer... —su voz furibunda me congela en el sitio por un segundo. Solo uno.

—Te estoy diciendo lo que siento. Estoy harto de ver cómo apartas y cuando realmente te necesitaba simplemente estabas observando todo desde lejos —por dentro esas palabras me queman tanto como su expresión dolida—. A veces me da la impresión de que solo estás conmigo porque Lira no puede.

Celos. Mierda. Estoy celoso de una persona en coma. Satán, ya puedes venir y llevarme al infierno que me quemaré con gusto a tu lado.

—¿Qué cojones estás diciendo? —ni yo mismo lo sé e intento acercarme para solucionarlo—. Basta —me aparta con brusquedad—. No quiero hablar contigo hasta que tengas la cabeza despejada y te dejes de comportar como un crío.

Por enésima vez se va de mi lado abre la ventana y salta a su habitación. Veo como cierra la persiana de golpe.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora