Sin poder conciliar el sueño, me dirijo a la cocina en busca de chocolate que poder llevarme a la boca. Siempre que estoy nervioso termino por comer de más.
A cada minuto que pasa sé que mis sentimientos por Alain son verdaderos y fuertes. Pero también soy consciente de que hay un peligro que nos ronda. ¿Cómo he podido olvidarme de algo así? Puto cerebro.
Ojalá pudiese recordar.
Mi madre está despierta, preparándose un té caliente.
—Hola pequeño. —Bufo ante los besuqueos de madre y sobre todo ante el recordatorio de que soy un tipejo bastante bajito.
Rebusco en los armarios y cajones sin encontrar nada más apetecible que las galletas que mi abuela preparó esta mañana. ¿Por qué siempre galletas? ¿Soy al único que ve la nevera llena y no le apetece una mierda de lo que hay? Debe ser problema del capitalismo.
—El capitalismo nada tiene que ver con el capricho, Leo —comenta mi madre dejando la taza en el fregadero. Me encojo de hombros y meto cuatro galletas en la boca de golpe. Con los carrillos hinchados, busco algo de leche para bajar la bola de masa crujiente y chocolate.
—Quiero bombones. —Mastico y trago con fuerza, entre toses—. ¿No le han regalado a papá los de su empresa?
Mi madre sacude la cabeza, divertida.
—Sí, los tiene escondidos en algún cajón de la sala. —Se abrocha la bata, dándome un horripilante beso de madre en la frente. Me limpio las babas con la mano—. Estoy segura de que los ha escondido para que no te los comas todos. Así que si los encuentras, toma como mucho dos.
—Tres.
—Dos. —Me tira suavemente de la oreja, antes de iniciar la subida por las empinadas escaleras.
Cojo las cinco galletas restantes, engulléndolas, y me dirijo al salón, comenzando mi gran epopeya en busca de los bombones. Los dos primeros cajones del enorme mueble de arce contienen papeles de facturas y cosas por el estilo. No es hasta el último de la segunda fila de cajones que encuentro la dichosa caja. Lanzo un ligero sonido de victoria al levantarla, pero algo debajo de ella me llama la atención.
Una foto de una boda, por lo que parece. Al menos, esa es la impresión que da. En ella salen mis padres. Mi madre tiene el vientre ligeramente abultado, signo de que yo anda ya tocando la moral. A su lado están mi abuela, y los padres de Alain. El padre de Alain no se parece demasiado a él, solo en los rasgos de su cara y en el cabello negro liso.
Pero lo que me hace agarrar con fuerza la foto no son las dos familias, si no los novios y su acompañante. William Wackerly. Giro la foto, buscando algo que me dé una pista pero solo hay una nota que pone Boda de Thomas White y Lira Wackerly.
El mundo se revuelve. Un dolor me atraviesa el pecho, amenazando con destruirme por completo. Caigo al suelo y la caja de bombones se abre desparramándose.
Corre, ve a llorarle a tu madre. Ella es mía y voy a hacerlo aquí. Tú no puedes hacer nada así que márchate mientras aún te lo permito.
Corre, ¿a qué esperas? Enséñale a tu mamá lo que el tío te ha regalado.
Tío. Esa palabra resuena en mi memoria como pasos con eco en un pasillo desierto. Vuelven a mí los ojos verdes, tan similares a los de Lira. El brillo del cuchillo en el bosque dónde los cardenales rojos cantan en invierno.
Ese hombre había estado dándome clase desde que llegué a Faraway. Ese hombre es el mismo que aparece en la foto sujetando el brazo de su hermana. El tío de Lira.
Boqueo, intentando respirar. El aire quema en mis pulmones a cada bocanada.
Gimo intentando ponerme de pie y llevo mis manos hasta las heridas que todavía no han cicatrizado del todo. Pican y escuecen. Sé que todo es psicológico pero no puedo evitar llorar.
¿Por qué iba el tío de Lira a matar a su propia sobrina? ¿Por qué ir tras Andrea años más tarde?
Agarro el colgante de la espada que pende de mi cuello, con su piedra ambarina reluciendo con la tenue luz que entra a través de las ventanas.
Ahora lo recuerdo.
Alain.
Todo lo que nos ha sucedido desde que volví a Faraway.
Las caricias, los besos, las discusiones.
Cierro los ojos, dejando que la marea de recuerdos se apacigüe en mi cabeza.
Ahora soy consciente de que William Wackerly es el tío de Lira. Mis padres lo conocían y que por ello mi padre tuvo esa reacción en el hospital cuando pregunté por ello. ¿Por qué demonios no lo metieron en la cárcel en su día? Ahora estaba suelto, dispuesto a completar su locura y a liquidarnos. ¿Por qué mi padre no había reaccionado cuando vio que era mi profesor?
Alain irrumpe mis pensamientos de repente. ¿Se ha acostado con Sebastian? ¿Cómo demonios ha podido llegar a ese punto tan rápido? No éramos pareja pero al menos podría haber esperado unos meses. Aunque me ha besado después de eso. Estoy tan confundido ahora mismo que quiero arrancarme la cabeza.
Sebastian. Su mirada oscura bajo un día lluvioso y palabras de despedida que no tenían sentido para mí. Habíamos sido amigos durante un tiempo. Incluso trabajábamos en una pastelería que tenía su parte de cafetería. Sebastian siempre se mostraba alegre pero al igual que Alain era incapaz de abrirse. ¿Alain le ha hablado de lo nuestro? ¿Por qué demonios ha terminado viniendo al mismo pueblo que yo? También parece que Alain sea el único tío bueno del lugar.
Hay tantas cosas por las que preocuparme que no puedo mantenerme ni por un momento en casa.
Subo las escaleras y me visto con lo primero que encuentro. Meto los entumecidos pies en mis botas de cuero preferidas.
Mis padres me deben explicaciones.
Alain me debe explicaciones.
Y Sebastian también, ya que estamos.
Salgo por la puerta sin decirle nada a nadie, echando a andar.
Estoy enfadado. Con todos. Conmigo mismo por ser tan débil.
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El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)
Storie d'amoreEl pequeño y dicharachero Leo tiene un gran problema. Ese gran problema mide aproximadamente 1.81, tiene el pelo negro revuelto y los ojos azul hielo más hermosos que ha visto en su corta vida. Y lo que es peor, lo odia hasta la saciedad. En el pueb...