El agua impacta contra mi pecho y se desliza por mis brazos cuando los saco de la piscina para volver a introducirlos y seguir avanzando. Las gafas me permiten mirar la meta y mi respiración se vuelve rítmica. Cuando llego palmeo con fuerza la baldosa, me detengo sacando el gorro. Una mano aparece de la nada, invitándome a salir. Tiene un tono de piel dorado, los dedos grandes y firmes.
—Así que, el capitán —Sebastian se ríe como si estuviera contando un chiste y golpeo su mano. Se agacha y me percato de que sus piernas están desnudas, lleva un bañador deportivo ajustado en su cintura. Por su musculatura es fácil averiguar su faceta deportista—. ¿Quieres ver cómo te pateo el trasero? Apuesto a que soy capaz de vencerte en una vuelta rápida. Me encantará hundir al capitán. ¡Es más! Yo seré el nuevo capitán, ¿qué te parece?
Le sonrío con frialdad. No tiene ni idea de lo que habla.
Uso la fuerza de mis brazos para salir de la piscina. Noto como me mira de arriba abajo como si estuviera evaluándome. Los demás miembros del equipo comienzan a hablar nerviosos.
—Vas a cerrar esa gran bocaza y en cuanto te gane te largas, ¿de acuerdo? —me coloco en la línea de meta, posicionándome ligeramente inclinado hacia delante.
Sebastian hace lo propio, su cabello negro cubierto por un gorro del mismo color. Estoy cansado y harto.
Estoy harto de tener que venir todos los días al instituto para no añadir más preocupaciones a mi madre. Estoy cansado de no poder ver a Leo porque los médicos consideran que no es el momento. Estoy harto de tener que lidiar con la gente y pretender que soy una persona perfectamente funcional. Estoy cansado de que Sebastian se dedique a perseguirme tal y como lo hizo Leo hace unos meses.
Resoplo con fuerza.
Me giro para hacer algún comentario mordaz y veo los tatuajes que surcan sus brazos hasta casi las muñecas, intrincados y enredados. Menudo gasto absurdo de dinero y dolor.
El entrenador es bajito y calvo, de esos típicos hombres que se pasan el día comiendo y señalando lo que considera mejor para los demás. Se acerca para darnos las normas de la carrera, ansioso por tener una nueva adquisición a su pequeño equipo.
En cuanto da la señal mi cuerpo se arquea y salto con gracilidad hacia el agua. Nadie puede ganarme en velocidad a la hora de salida. El estilo libre encaja mejor conmigo, me muevo con más soltura dentro del fresco líquido. A través de las gafas veo a Sebastian alcanzarme con precaria rapidez.
Mis palpitaciones aumentan así como mi ritmo. Vamos a la par, podría decirse que hombro con hombro, únicamente separados por las limitaciones de las carreteras. Me esfuerzo por impulsarme lejos de él, de todos. Necesito olvidarme del mundo real.
Alcanzo la meta antes que Sebastian. Resollando, mi boca se abre una y otra vez en busca de oxígeno. El entrenador está entusiasmado al vernos y grita algunas órdenes; lo ignoro pasando por delante de él para dirigirme hacia los vestuarios. Sé que no se quejará ya que soy el mejor nadador que tiene en estos momentos.
Vuelvo a sentir el dolor que se instala en mi pecho y lo palmeo intentando sacarlo.
Ya en las duchas noto la presencia de Wolf a mi lado.
—Eres interesante, Alain, y créeme cuando lo digo. No conozco a nadie más increíble que yo mismo —suelto un gran suspiro ante esa estupidez de comentario—. Si te soy sincero no pretendía unirme al equipo, solo quería molestarte por ese comentario que me hiciste ayer.
—Yo que tú miraría en la mierda a ver si encuentras tu honradez de nuevo —Cierro la llave del grifo y me seco con la toalla. Hoy es mi día libre en el trabajo. Podría irme hasta el hospital y ver a Leo desde lejos. Lira también estará encantada de verme.
La mano de Sebastian se pone sobre mi hombro y me empuja con cierta suavidad hacia las baldosas, como si yo estuviera hecho de porcelana y pudiese romperme.
—Cuál es tu problema —¿problema? Tengo demasiados problemas. Enfurecido levanto el puño para darle un buen golpe pero es detenido al instante por su otra mano—. Cuál es tu jodido problema conmigo. No te conozco y tú a mí tampoco. Así que respétame o te vas a arrepentir.
Mi risa sale sin que pueda evitarlo.
—Mi problema no es contigo, simplemente no me interesa tu amistad o lo que tengas que ofrecerme. No quiero amistad con nadie.
Me devuelve una sonrisa gélida.
—Nos parecemos —dice, aunque parece estar hablando consigo mismo—. Miras a los demás sin verlos realmente. Odias estar vivo pero tienes una ligera esperanza de que tu razón para vivir no se aleje.
Me aparto completamente turbado.
—No me conoces.
—Y como he dicho tú a mí tampoco —acerca su cara hasta que sus labios cosquillean en mi oreja y pone un dedo en mi pecho—. Si quieres que deje de doler tienes que ser egoísta, Ream.
Se aparta con gracilidad e intento pensar una respuesta contundente a sus palabras pero mi mente es una pared en blanco.
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El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)
RomanceEl pequeño y dicharachero Leo tiene un gran problema. Ese gran problema mide aproximadamente 1.81, tiene el pelo negro revuelto y los ojos azul hielo más hermosos que ha visto en su corta vida. Y lo que es peor, lo odia hasta la saciedad. En el pueb...