3. Combate por matrimonio

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Título: Suerte.

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Estar enamorado de un mandaloriano era una cosa, otra era tener un noviazgo con él.

Leia solía burlarse del novio de su hermano porque todo el tiempo usaba casco; Anakin, su padre, sobreprotegía al muchacho como si este no pudiera cuidarse por sí mismo. Sin embargo, Luke y Din contaban con la bendición de la reina Padmé, la madre de Luke.

Por lo que, en cada visita del mandaloriano, Padmé distraía a Anakin mientras que Luke y Din pasaban y disfrutaban de momentos buenos, románticos y cómodos en su habitación.

Siempre que Din llegaba a Naboo, Luke lo recibía con los brazos totalmente abiertos. Abrazándose después de tantos días sin verse y, una vez dentro del dormitorio, se tiraban en la cama para acurrucarse.

Había un momento clave para su encuentro: Din siempre se ponía entre las piernas de Luke, colocando sus manos a los costados de su cintura y el muchacho, enredándose con las piernas en la cintura de Djarin, le quitaba el casco para saludarle después: "Hola, tú", sonriéndole enternecido.

"Hola, yo",  respondería entonces el mandaloriano, para pronto posar su frente sobre la de su pareja y deleitar sus tímpanos con las risitas juguetonas de su novio.

Muchas veces se quedaban en la cama, acurrucados, abrazados, con Luke en el pecho de Din mientras que este acariciaba el cabello del otro. Otras veces leían libros, Luke escuchaba las historias de aventuras de Din o Djarin escuchaba acerca de los chismes políticos que Skywalker oía de los adultos.

Era como vivir en una fantasía, ignorando siempre los problemas que tendrían si algún día su padre Anakin se enteraba del noviazgo. Solo un Jedi sabía por qué prohibía tal amorío, pero la reina de Naboo defendía los sentimientos de su hijo.

Después, Amidala tendría que salir del planeta por un par de días, días en los que el mandaloriano no debía pisar Naboo. Luke estaba de acuerdo con ello, obedecer a su madre era importante si quería seguir viendo a su novio a escondidas de su padre.

Pero Din ya se había cansado de tener que esconderse para demostrar su amor por el príncipe así que, sin deberla ni temerla, no se esperó a la luz verde de la reina Amidala...

En una maravillosa mañana, con rayos solares agradables y ventiscas frescas, los gemelos Skywalker y su padre estaban sentados en el comedor, ingiriendo sus alimentos y conversando de temas tan cotidianos como su día a día.

De pronto, un guardia interrumpió anunciando que un visitante estaba exigiendo la presencia de su señor Jedi, Anakin Skywalker.

—Estoy con mis niños —contestó Anakin, partiendo un trozo de carne con el cuchillo en su plato. Luke y Leia cruzaron sus miradas, sonriendo luego por debajo a causa de su dulce comentario—, hazlo esperar.

—Me temo, señor —El guardia insistió, comenzaba a sonar un poco preocupado desde el arco de salida del comedor—, que es mandaloriano.

En ese instante, Luke carraspeó su garganta y Leia parecía querer apretar el cuello del guardia a través del uso de la Fuerza. Anakin había fruncido el entrecejo, no era algo grato de escuchar y mucho menos degustó sentir de tal forma la reacción de sus hijos: aparentemente, solo el padre Skywalker sabía lo "peligroso" que era que un hijo de Jedi y un mandaloriano estuviesen juntos.

STRAWBERRY | #DinLukeWeek #SemanaDinLukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora