Capítulo 9

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El agua cayó sobre su cabeza empapandolo, miraba con una mirada perdida al perchero que le enjabonaba un lado de su cuerpo mientras levantaba su brazo, le jalo su oreja y limpio su cabeza, haciendo balbuceos.

La hora de la verdad -Guido se acercó a la bañera y se subió en el banco a su lado, mientras el perchero agarraba la cubeta con agua.

No se si pueda hacerlo -El perchero le echo el agua encima quitando todo el jabón que tenia, Guido se cubrió sonriendo, Alberto se limpio la cara.

Olvida la timidez -Guido preocupado señaló hacia la flor que aún relucia pero empezaba a marchitarse dentro del domo de cristal, la bestia también miraba hacia esa flor.

Hay que ser audaz, atrevido -Guido lo miraba con una expresión seria y decidida, alnzando su brazo.

¡Audaz! ¡Atrevido! -Repito las mismas palabras mientras se erguia y generaba más confianza, se sacudio mojando a Guido quien lo miraba feliz.

Abra música -Contestó Guido feliz mientras se quitaba el agua que le cayó, viendo cómo su amo caminaba hacia su tocador donde el perchero lo arreglaría.

Hermosa luz tenue -Soplo el mango de su vela haciendo encender la llama, se limpio su otra vela y la soplo haciendo que se encendiera mientras le sonreía- Proporcionada por mi.

Y cuando el momento llegue -El perchero secaba su cuerpo con cuidado de no lastimar su aleta, la cual tenía en la espalda, Guido se acercó brincando subiéndose a la silla que estaba a un lado del tocador- ¡Le confesaras tu amor!

Si...le con...le con -El perchero secaba su cabeza, mirando decidido al espejo, escuchando aquellas palabras que lo alentaban, pero de un momento a otro su expresión cambió a un triste mirando al suelo -No, no puedo.

Quieres al caballero, ¿no? -Guido lo miró confundido mientras el perchero arreglaba su cabello aunque se le dificultaba porque el amo se quejaba.

Más que a mi vida -Pasaba el peine por las pequeñas aletas que tenía en su cabello intentando mantenerlas atrás.

¡Ah! Entonces debe decírselo -Guido sonrió y miró a su amo, el perchero había terminado de acomodar por fin su cabello, cruzandose de brazos, sobando su barbilla pensando que algo le faltaba.

¡Voilá! Oh estas tan... tan-Guido sonreía mientras miraba el resultado, poco a poco vio que no le favorecía nada y empezaba a buscar una palabra que no le ofendiera.

Ridiculo -Exclamó Alberto mientras se miraba en le espejo, estaba molesto por aquel moño en su cabeza y el intento de rizos que habían hecho en sus aletas.

No es la palabra que buscaba -La lámpara sonreía nervioso mientras se rascaba la cabeza mirando hacia otro lado, señaló la parte de arriba de su cabeza aplaudiendo- Tal vez, un poco más de arriba.

El perchero quito el moño para seguir intentando arreglar su cabello, Guido sonreía mirando a su amo y esté solo se dejaba hacer.

Ejem... El caballero aguarda jejeje -Giulia apareció por la puerta del baño carraspeando para llamar su atención, sonreía mientras señalaba hacia la salida y terminaba con una pequeña risa.

Luca salió de un lado de las escaleras, donde se encontraba su habitación, justo en la puerta estaba la armario que lo miraba feliz.

Llevaba un hermoso traje amarillo, tenía una camisa color blanco, también un chaleco amarillo brillante, una corbata de holanes dorada con brillos, un broche ambar, portaba también unos pantalones del mismo tono que su chaleco y su saco era de cola larga con pequeñas ondas simulando un vestido, era de un amarillo más claro, también tenía un pequeño trozo de tela colgando por toda la cintura atorado con botones, un collar que se ajustaba a su cuello color dorado y con brillos. Su cabello se lo habían agarrado de un lado con un broche amarillo y le pusieron unos pequeños aretes amarillos, sus zapatos eran botines de color amarillo casi dorado y con una rosa roja en el centro.

La Bella y La Bestia [Luberto Au] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora