4. R es por Recuerdos

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Tae nunca dejaba de sorprenderme.

Él y JungKook apenas se mudaron a su nueva casa hace dos semanas, y de alguna manera ya había lanzado una fiesta de inauguración tan glamurosa como su boda. La casa de tres millones quinientos mil dólares en Laurel Canyon era casi tan bonita como mi casa en Malibú, y esa noche se encontraba adornada con tantas flores y centelleantes luces que podías verla y olerla a kilómetros de distancia.

La orquídea en mis manos parecía bastante ridícula.

—¡JiMin! —No había estado en la puerta principal ni dos segundos antes de que Tae envolviera los brazos a mi alrededor y besara mi mejilla—. ¡Lo lograste!

—Felicitaciones por la nueva casa. —Le tendí la flor—. El tipo que me la vendió dijo que se suponía era un símbolo de salud, belleza, amor y elegancia.

—Mi tipo de flor.

Tae sonrió, su característica sonrisa cuadrada haciéndome sonreír. Su felicidad lo hacía brillar con fulgor bajo la suave luz. Podría haber sido el destellante maquillaje que lo hacía brillar, pero el resplandor era definitivamente de felicidad.

—Y para JungKook... —dije, alzando un paquete de seis de Corona.

Tae me dio una mirada.

—¿Cerveza?

—Oye, es de las buenas —me defendí—. Además, creí que me matarías si me presentaba con la máquina de pinball que quería darle.

Tae se rió.

—Tienes razón. Gracias. Creo que JungKook está afuera. —Apuntó hacia las cervezas en mi mano—. No usen esas como excusa para desaparecer toda la noche. Como le he advertido varias veces, esta tarde él es el anfitrión. Tiene que mezclarse. Y para ti, quiero que conozcas a alguien.

¿Era demasiado tarde para pedirle al aparcacoches mis llaves?

Me giré y traté de caminar hacia la puerta.

Tae me cogió por el collar de la chaqueta de cuero.

—¡Oh, no, no lo harás! —Ante mi ceño fruncido, dijo—: Vamos, JiMin. Es hermosa y muy divertida. Te encantará. Te lo prometo.

—¿Como la última?

Tae me rodó los ojos. La última vez, trató de juntarme con una chica que conoció en sus clases de yoga. Tuve que conseguir una orden de restricción.

—No, no es como la última. Candy es una amiga mía —insistió Tae—. Está certificado que no es una psicótica.

—¿Candy?

Tae hizo un gesto de desdén.

—Estamos en Los Ángeles. Sabes cómo es aquí.

Sí, lo sabía demasiado bien.

—Tal vez es un buen momento para decirte que he cambiado de corazón. Saltado la valla. Cambiado de equipo. Como quieras llamarlo. Las mujeres y los hombres ya no me interesan, así que no tiene sentido que intentes presentarme a cada uno en el planeta.

Tae cruzó los brazos sobre su pecho y arqueó una ceja.

—¿Asexual? ¿Esa es tu excusa esta vez?

—Sip. He redescubierto mi sexualidad. —Palmeé su hombro—. Lamento mucho decepcionarte, Tae. Dale mis disculpas a tu amiga.

—No te preocupes. —Me destelló una sonrisa brillante—. Tengo a dos personas que me gustaría que conocieras esta noche. Edwin estará emocionado. Es un gran fan tuyo.

Me giré y golpeé la cabeza contra la pared.

—Tae, por favor. Vine a la maldita fiesta. ¿No es suficiente?

A es de Abstinencia [ j i m s u ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora