Capítulo 24

1.6K 170 24
                                    

2 de febrero de 2015

La luna se posaba allí arriba e iluminaba la pequeña habitación donde dormía Wanda. Sus respiraciones eran pesadas y su mano estaba posada sobre su barriga de 9 meses, protegiéndola.

Wanda no estaba sola. Su hermana pequeña, Lorna, estaba sentada sobre un gran sillón, observando con cautela y contando las respiraciones que daba Wanda.

–Treinta –susurraba–, treinta y uno, treinta y dos...

–¡Me estás poniendo muy nerviosa! –Oyó de repente, asustándose levemente y deteniendo la cuenta–. ¿Cuánto tiempo piensas pasarte así?

–Vete –contestó, reanudando su cuenta–. Treinta y tres, treinta y cuatro...

–¡Basta! ¡Basta! –los gritos retumbaron en la cabeza de Lorna, intimidándole–. ¡Eres una imbécil!

–¡Callaos! –gritó, levantándose del sillón y dando golpes al aire, como si estuviera en una pelea de boxeo.

–¿Lorna? –Wanda se sentó sobre la cama, llevándose la mano a la cabeza y gruñendo por la interrupción de su sueño–. ¿Qué haces, cariño?

Lorna se enderezó como un soldadito y miró con lágrimas en los ojos a su hermana mayor. Wanda se inquietó al verla así y alargó sus brazos, pidiendo que se acercara a ella.

–Ey, ¿por qué lloras? –le preguntó.

–Porque te quiero y me alegra que estés aquí, conmigo –se acomodó en los cálidos abrazos de Wanda, cerrando los ojos–. Son lágrimas de felicidad.

–¿Segura?

–Wanda, hay personas que me están haciendo daño –confesó Lorna sin querer, llevándose las manos a la boca.

–¿Qué? ¿Quiénes? –preguntó Wanda, enmarañada por lo que acababa de expresar su hermana.

Se acomodó en su sitio, sin soltar a Lorna.

–¿Ha sido Enric? –probó.

Lorna se quitó las manos de la boca, para poder responder, pero se quedó en silencio cuando sus ojos observaron una sombra horripilante en la esquina de la habitación. Volvió a cerrar los ojos y sollozó, teniendo miedo.

–Estoy contigo, no va pasar nada, te lo prometo.

———

Wanda se levantó de un grito, respirando con dificultad y buscando por todos lados a su hermana, sin éxito alguno.

–¡Lorna! ¡Lorna! –bramaba en aquel cuarto de hospital, mientras la ira la descolocaba violentamente.

–Wanda, eh, Wanda –Natasha se posicionó a su lado, calmando los gritos y la desesperación de la rubia–. Wanda, cálmate, por favor.

Natasha estaba completamente preocupada, nunca había visto de esa manera a Wanda, ni siquiera cuando sucedió lo de Eric.

–Wanda, soy yo... Natasha –dijo, acariciando el blanquecino rostro de Wanda, buscando que ésta la mirara–. Lorna no está aquí.

Los fuertes sollozos de Wanda fueron calmándose, poco a poco, mientras Natasha le repetía que Lorna no se encontraba allí, con ellas.

–Lorna –dijo la rubia en voz baja, agachando la cabeza y cubriéndosela con las manos–, quiero ver a Lorna.

–Primero tienes que calmarte, no van a dejarte ir de esta manera –advirtió la morena, acariciando los desordenados pelos de Lorna–, menos yo.

Wanda recordó porque estaba en aquella habitación y suspiró pesadamente, sintiendo demasiada impotencia.

–¿Has podido comunicarte con el señor Manel? –preguntó, levantando la cabeza y mirando a Natasha.

–Va traer a Emma –dijo–, así que no tienes que preocuparte. Emma va volver a tu lado.

Wanda no halló la calma que hubiese deseado después de oír aquello, solo podían venirle cosas terribles a la cabeza y eso no le dejaba dar el paso a la calma.

–Tú no lo entiendes, Natasha –bufó–. Emília va hacer hasta lo imposible para quitármela.

–Emma es tu hija, eso no lo puede romper nadie –Natasha dejó un beso largo en la frente de Wanda, posicionando su mano sobre la mejilla de esta–. Yo voy a ayudarte.

–Gracias por acompañarme, de verdad.

–Para ti y para Emma, siempre.

–Emma iba llamarse Natasha –reveló Wanda, interrumpiendo el silencio que se había creado, sonriendo–. Se iba llamar como el primer amor de mi vida.

–¿Hablas enserio?

Natasha no sabía que le hizo más ilusión; pero en su cabeza se repetía «amor de mi vida», percibiendo los pajarillos revolotear en su estómago.

–Sí, hasta que a mi hermana se le metió a la cabeza que Emma era su hija –la sonrisa de la rubia cambió a una melancólica–. Tuve que darme cuenta desde un principio.

–¿De qué? –cuestionó la pelirroja, liberando a Wanda de su tacto y sentándose en la camilla, junto a ella.

–Lorna siempre tenía comportamientos extraños, empezando por hablar de gente que nunca habíamos visto.

–¿De la nada?

–Al parecer, por lo que nos dijo el doctor que la trató, todo empezó cuando descubrió que era estéril.

Wanda empezó a juguetear con los largos dedos de Natasha, mientras procesaba lo que iba decir.

–Le diagnosticaron esquizofrenia y a partir de allí, todo fue un abismo, llevándome yo los peores golpes –tomó aire y cerró los ojos, formando una barrera para sus lágrimas–. Aunque el hijo de Emilia también recibió la peor parte.

–¿Por qué?

Se hizo un completo mutismo en el dormitorio, durante lo que al parecer de Natasha, fueron años. Y entonces Wanda pronunció lo que tanto le dolía admitir:

–Lorna asesinó a Enric, el hijo de Emília.

La pelirroja abrió los ojos como platos, sin esperarlo.

–Emília no la culpó –prosiguió Wanda, intentando acabar–, no la culpó porque Lorna, en medio de su locura, inventó estar embarazada. Y ella le creyó. Creyó una a una sus mentiras porque pensó que con el nacimiento de Emma, sanaría el dolor de la muerte de su hijo.

Wanda recostó la cabeza sobre la de Natasha, despertándola de sus pensamientos.

–¿Pero tú los conocías? Tendrían que haber visto tu barriga, tendrían que haber visto que realmente Emma era tu hija.

–No, no fue hasta después de dar a luz a Emma que conocí de la peor manera a Emília y a Manel. Tengo que agregar además, que no estaba enterada de todo el invento que había creado mi hermana sobre su falso embarazo.

Wanda volvió a tomar aire, se felicitaba mentalmente por estar haciéndolo bien; sin derrumbarse.

–Lorna fue quién me llevó al hospital cuando me puse de parto. Me cuido como cualquier hermana lo haría, o eso me hago creer –sonrió de manera irónica–. Me acompañó durante las doce horas que estuve sufriendo de dolor, hasta que nació Emma.

–Debió ser el momento más feliz de tu vida –dijo Natasha, imaginándose a Emma de bebé.

–Lo hubiese sido si Lorna no me la hubiese quitado de los brazos, apropiándose de ella.

Y fue después de estas palabras, donde Wanda falló y se echó a llorar, rememorando esa fatídica tarde.

———

2/2

Volverte a ver [Wandanat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora