Capítulo 25

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21 de febrero de 2015

Wanda tardó en recomponerse de la frase que pronunció la enfermera, sobando sus nudillos con algo de fuerza. Meditó sentada en la camilla, buscando la acción idónea como respuesta a lo que había oído.

–Señorita Maximoff, la encontraremos, lo prometemos –dijo la enfermera–. Hemos avisado a la policía, ellos llegarán enseguida y sabrán cómo actuar.

Quiso tener alguna reacción, pero el cúmulo del dolor se lo estaba dificultando.

–Diga algo, por favor –el mutismo de Wanda estaba poniendo muy nerviosa a la mujer–. Nosotros estuvimos pendiente de la bebé, no entendemos cómo ha podido ocurrir algo así.

Resignada por no recibir ninguna respuesta, la enfermera se marchó de la habitación. Wanda se mantuvo en la misma posición hasta que la puerta se abrió, revelando a tres hombres vestidos de policía.

–Buenas tardes, señorita –saludó el más regordete–. Hemos venido tan rápido como hemos podido.

Wanda seguía con su manía: frotando sus nudillos, causándose daño. Miró a los hombres, quiénes, a su parecer, parecían muy apenados por ella.

–¿Es verdad lo que dicen? –la voz de Wanda salió en forma de susurro, con miedo a escuchar la respuesta.

–Me temo que sí, su bebé ha desaparecido.


———


Wanda sorbió por la nariz, recordando la noticia con mucho pesar, rememorando la conmoción que sintió en aquel momento.

–Yo, en mi interior, sabía que había sido Lorna –reconoció–. Pero me negaba a aceptarlo, ¿cómo esperas que tu propia hermana te haga eso?

–¿Cómo distéis con ella?

–Después de siete insufribles días –suspiró–. Yo no tenía idea de donde vivían los Busquets así que no podía dar información que no sabía. Además, no culpé a Lorna desde el primer momento.

Natasha se apoyó sobre la cabeza de Wanda, atendiendo a todo lo que ella decía. Quería saberlo todo, pero no quería presionarla, aquí hacia preguntas para que la castaña respondiera con calma y solo si ella quería.

–¿Lorna no estuvo contigo mientras buscaban el paradero de Emma?

–Sí, pero desaparecía durante muchas horas, por eso empecé a sospechar de ella.

–Todo me parece tan increíble que...

Natasha no pudo continuar por qué el chirrido de la puerta resonó por la habitación. Natasha y Wanda se separaron por intuición, haciendo que la pelirroja se pusiera de pie.

Tras la puerta apareció Manel, cargando a Emma. La pequeña se escondía en los brazos del hombre, esperando el momento para asustar a su madre.

–Hola Wanda –saludó Manel, sin notar la presencia de Natasha–, te he traído a un pequeño monstruito.

–¡BÚ! –gritó Emma, saliendo de su escondite.

Wanda se emocionó al verla, lo cuál alarmó a Emma.

–Lo siento, lo siento –empezó a decir, pataleando en los brazos de Manel, queriendo bajarse para ir hasta Wanda–. ¡No llores mami!

Manel se acercó a Wanda, dejando a la pequeña sobre sus piernas. Madre e hija se fundieron en un fuerte abrazo, como si no se hubiesen visto durante muchos días.

Natasha cruzó miradas con Manel y le pidió que salieran a fuera para poder hablar a solas y dejar el íntimo encuentro. Cuando se hallaron en el pasillo, se sentaron en las sillas de plástico.

–Su mujer está actuando con insensatez –dijo Natasha.

–Lo sé –aceptó el hombre, tirando su cuerpo hacia delante, posicionando sus codos sobre sus piernas.

Manel estaba muy agobiado. No habían pasado ni tres horas de su llegada a Barcelona y tenía que arreglar la actitud imprudente de su mujer.

–Sé que usted no me conoce de nada, pero quiero que sepa que Wanda es una persona importante en mi vida y no voy a aceptar que sigan pasándole estas cosas. Ni a ella ni a la pequeña Emma.

–Para mi también son importantes, muchacha. Por eso Emma está aquí.

–¿Entonces por qué permite que su mujer le haga todo esto?

–Emília perdió el juicio cuando murió nuestro hijo –dijo Manel–. A veces pienso que también debería ir a un hospital psiquiátrico.

–Vosotros no sois los abuelos de Emma –pronunció Natasha, arrepintiéndose enseguida–. Perdón, yo no debí de decir eso.

–No has dicho nada que yo no sepa, muchacha –Manel sonrió afligido–. Supongo que Wanda te lo ha contado todo.

–No, aún falta que me haga entender ciertas cosas, pero me ha explicado lo suficiente.

–¿Qué no entiendes? Su hermana era la novia de mi hijo y se volvió loca, fin de la historia.

Natasha frunció el ceño, un poco molesta por el tono de voz que utilizó el hombre mayor.

–No hay fin de la historia si su mujer no entiende la situación.

–¿Te ha contado Wanda que fue ella quién nos concedió el derecho de que Emma nos llamara abuelos?

Volverte a ver [Wandanat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora