Volverte a ver [Wandanat]

Capítulo 3

—Natasha's POV—

Habían pasado 3 semanas desde el incidente con Wanda y desde entonces intenté seguir con mi vida, como en estos últimos años, pero fue complicado. Wanda rondaba mis pensamientos siempre y eso me estaba matando...

Flashback

Wanda estaba sentada sobre mi regazo mientras nos mirábamos a los ojos.

–Eres tan jodidamente preciosa Maxi... –empecé a trazar los detalles de su rostro con mi mano derecha, mientras ella cerraba los ojos con una sonrisa. Dio un pequeño besito a mis dedos cuando toqué sus labios y abrió los ojos–. Tienes los ojos más bonitos de toda España.

Wanda rió y busco nuestras manos y las entrelazó.

–¿Solo de España?

–Quise decir de todo el mundo, pero decidí esperar.

–¿Esperar a qué?

–A recorrer el mundo entero contigo y confirmar que, efectivamente, tienes los ojos más bonitos del mundo.

Wanda soltó mis manos y se cruzo de brazos con cara indignada.

–¡Eso no es justo Nat! –me dijo poniendo morritos.

–¿Porqué bebé?

–¡Porque eso nos llevará mucho tiempo!

–¿Y qué? Tenemos una vida entera Maxi... –me acerqué a ella para empezar a darle muchos besitos –. Tú, yo y el mundo.

Fin del flashback.

Miré al techo frustrada, tenía los sentimientos a flor de piel y dolía, todo me dolía. Sin darme cuenta ya estaba llorando otra vez y me sentía estúpida. Había tardado tanto en olvidar a Wanda y ahora, de la nada, había vuelto a ocupar todos mis pensamientos. Suspiré y me levanté del sofá decidida a distraerme por allí.

Media hora después me encontraba parada frente la puerta de Yelena, mi amiga desde hace más de 6 años. Toqué el timbre y a los pocos segundos me abrió. Tenía el pelo recogido en una coleta y llevaba puesto el pijama.

–Es la una de...

–¡Sht! –fruncí el ceño– Baja la voz, Natasha, por favor –me dijo en voz baja.

–¿Follaste ayer y no quieres que te despierte al chico, eh?– Pregunté en voz baja también y ella me miró mientras yo reía.

–Ojalá, ojalá... Pasa, va –se hizo a un lado y me dejó pasar. Me quité la chaqueta y la miré confundida.

–¿Entonces?

Yelena iba contestar, pero de repente se escuchó un llanto muy fuerte proveniente de una de las habitaciones. Abrí los ojos como platos.

–¿¡Que hace un niño aquí!? ¿¡Es tuyo!? –pregunté horrorizada.

Yelena no respondió porque corrió hacia la habitación de donde provenía el llanto mientras yo me mantenía confundida ante la situación. A los minutos el llanto cesó y Yelena volvió a salir con una pequeña de dos o tres años en sus brazos. La pequeña tenía la cabeza recostada en el pecho de Yelena mientras se chupaba el pulgar.

–Te presento a Emma y no, no es mía –soltó Yelena mientras yo seguía mirándola con el ceño fruncido–. Estoy cuidando de ella mientras su mami está trabajando.

–Joder, que...

–¡Eh! Vigila con las palabrotas –me regañó Yelena.

–Perdón, yo... creí que era tuya.