Capitulo 3

591 52 122
                                    


"UN NUEVO COMIENZO"

"Emboscado en mi escritura
cantas en mi poema.
Rehén de tu dulce voz
petrificada en mi memoria.
Pájaro asido a su fuga.
Aire tatuado por un ausente.
Reloj que late conmigo
para que nunca despierte."

- Tu voz, Alejandra Pizarnik

POV ARMANDO

Llegué a mi apartamento bastante desanimado y comencé a preparar mis cosas, pues tenía poco tiempo para salir hacia el aeropuerto y alcanzar mi vuelo. Puse dos maletas sobre la cama y empecé a meter ropa y objetos de higiene personal. Mientras lo hacía no podía evitar pensar en todo lo ocurrido en las últimas horas. Ya nada podía hacer, la había terminado de embarrar con Beatriz y aunque me merecía este exilio no podía evitar llorar. Este llanto era de dolor, desde lo más profundo de mi alma, un llanto mudo, pero con miles de lágrimas que caían dentro del equipaje. Hasta mis lágrimas se iban conmigo.

Me hubiera gustado tener más tiempo para pensar, para meditar todo esto en lo que se había convertido mi vida, pero supongo que tiempo a solas es lo que voy a tener de sobra, al menos por un tiempo.

No sufría por dejar mi apartamento, mi carro, mi empresa. Ya nada de eso me importaba; había aprendido que nada de eso trae felicidad, es más, por mi dinero, por lo material había cometido tantos errores y había hecho tanto daño. Este era mi madero de tormento, el que llevé a mis espaldas por más de un año sin que nadie me obligara, y aunque pesaba y me lastimaba yo insistía en cargarlo así como cargo ahora mi dolor también, algo así como una especie de castigo auto-impuesto. Era la penitencia que merecía por haber hecho sufrir tanto a un ángel.

Cerré las maletas, ya no quería pensar al menos por un rato y pedí un taxi a portería. Mientras esperaba dejé una nota a Teresita, la mujer que me ayudaba con la limpieza, que tendría que seguir viniendo para conservar el apartamento en orden y darle de comer a mi perro, un Husky siberiano llamado Bruno que tenía una curiosa heterocromía en sus ojos, lo que lo hacía mucho más especial. Lamentaba tener que abandonarlo, pero de todas maneras él - aunque muy agradecido aún me demostraba cariño - estaba acostumbrado a este abandono intermitente que le hacía al pasar más tiempo en el apartamento de Marcela, que en el mío propio. En fin, la señora ya estaba acostumbrada a estas tareas, por el mismo motivo por el cual el perro estaba acostumbrado a mi abandono.

Salí de mi apartamento y no se me antojo mirar atrás, ya que nunca fue mi hogar, nunca lo sentí mío. Bajé por el ascensor, me despedí del portero y subí al taxi cargando mis maletas y un bolso de mano con algunos documentos y objetos de valor.

Debía llegar al aeropuerto "El Dorado" aunque sea una hora antes para realizar el check-in. Mientras estaba esperando el llamado al vuelo, miraba por la puerta de entrada, creo que esperando un milagro. Esperé... Esperé...

Escuché el llamado para arribar mi vuelo. Tomé mi bolso, y respiré profundo, y entrecortado, las lágrimas amenazaban con salir. Y el milagro no ocurrió.

Con la esperanza mojada, apagada, subí al avión que separaba más a mi corazón del suyo.

Los ojos me pesaban pero no era sueño, creo que en realidad era el peso de la derrota que caía sobre todo mi ser lo que me obligaba a mantener los ojos cerrados. A decir verdad era un poco placentero, porque podía soñar despierto aunque sea un rato, para sosegar un poco la pena pensando en ella. Era extraño, porque ya no pensaba en ella con las esperanzas que hasta apenas esta misma mañana había conservado, no, ahora la pensaba como algo muy lejano; algo así como cuando uno ve una película y cuando termina lo deja a uno pensando en cómo sería si en realidad nos pasaran esas cosas.

YSBLF: En sus cinco sentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora