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Estaba seguro de que ese día era el correcto. Eran muy pocas las veces en las que podían hacer una afirmación tan grande. Más cuando Naruto no era de tener la mejor suerte, eso se lo podía acuñar a su mejor amigo.

Pero no era él, su tema de importancia.
Era de mañana, siendo también la primera vez que no estaba enojado por levantarse de su amada y amante cama. No era lunes. Eso era lo mejor.

Mucho más animado para enfrentarse a su mayor enemigo, si así quería llamar a su jefe.

No era el mejor empleado, tampoco era tan agraciado para molestar a alguien con su apariencia. Era por eso que las personas lo llamaban para divertirse. Sonaba bien, de cierta manera.

Pero, regresando a su jefe, Shikamaru Nara, perezoso y adicto a  su trabajo, también dejaba todo a la suerte, mientras él lloraba rodeado de esos papeles. ¡Odiaba esa situación! Pero no podía odiarlo a él.

Naruto culpa a su corazón por necesitar las gafas necesarias, con tanto aumento para que razonara un poco. Solo un poco.  ¡Era su jefe, y un idiota que no notaba sus claras intenciones!

Odiaba ocultar cosas, jamás se le dio bien mentir, era demasiado obvio para todos. Incluso para sus amigos, menos para Shikamaru, quien solo veía a las nubes como buena escapatoria.

Naruto lo pensaba, era realmente lindo cuando dormía. No lo veía mucho, pero si no razonaba, podría calentar sus mejillas con la imagen de su jefe.

El doncel negó repetidas veces, mientras observaba la ventana de su departamento. También ignorando la imagen de su nuevo vecino en paños menores. Un nuevo excibicionista al barrio, pensó, dejando escapar un suspiro, acostumbrado.

―No seas cobarde, papá no crió a alguien así ―se dijo. Necesitaba todo el valor del mundo, para no sonrojarse y desmayarse en la oficina, y ser la burla de los demás empleados.

Naruto, sabe que no es la mejor opción para una relación, pero, quería intentarlo. A malas, y en contra de ma voz en su cabeza. Salió de casa y camino a la parada de autobuses. Las maneras de confesarse se colaban por su mente, sin embargo, ninguna se veía aceptable, y muchas de ellas terminaba con él siendo humillado.

Gracias cerebro, eres el mejor para esta situación.

En un suspiro, piensa en su posible despido. Porque sí, estaba seguro de que, si no era eso, él mismo dejaría aquel lugar. Renunciaría. De aquella manera, no sufriría con tan solo mirarlo, y quizás sería un auto-castigo por no concentrarse en el trabajo. Cuando su mirada recorrió las calles de la ciudad, se dio cuenta que se pasaría de la parada, pegando un grito.

Bajo del autobús, miro su reloj unos segundos. Aún tenía tiempo antes de que a su jefe se escapara de la oficina. Naruto, volvió a suspirar para pensárselo una vez más, sabía que, si no era despedido, era rechazado, eso le dolería mucho más. Y quizás eso lo ayudaría a convertirse en un solterón en lo que restaba de su vida.

Treinta años de soltería, diez años más no me mataran.

Pero, quien en su sano juicio se confesaría a una persona casada, pues bien, ese sería Naruto Uzumaki.

Sin embargo, él le echaría la culpa a su corazón con miopía. Claro que sí.

Al entrar en el edificio, caminó hacia el ascensor. Sus manos temblaron al momento de presionar el botón de subir. Silbo mientras espera. Naruto no podía mantenerse calmado, nunca lo fue. Tal vez la edad bajo la  intensidad de sus emociones, pero si fuera por él en confianza. Explotaría.

―Creí que no vendrías ―se escuchó a sus espaldas.

El chico volteo encontrándose con su amiga de cabellos negros, quien le sonreía tan amable como siempre a recordado a diferencia a los demás, que parecían querer cortar su yugular.

Tampoco era una mala idea, muchas ganas de vivir no tenía. Sin Naruto en el mundo, todo sería igual.

¡Dios! Quiero vivir, pero lejos de todos. ¡Ahhh!

―Hinata... ―sonríe―. Yo... no puedo mentir, y él es un idiota que no se da cuenta.

La chica asintió y camino junto a él al momento de que el ascensor abrió sus puertas. Naruto presionó el número siete, mientras que Hinata, el nueve.

―Lo sé, pero, eso no evita que me preocupe por tus sentimientos.

El doncel escuchaba las palabras de su amiga mientras su mirada se hallaba dirigida en la pantalla donde los números marcaban.

―Todo saldrá bien. Estoy seguro.

En lo que queda del mundo, solo podría salir despedido.

Las puertas del ascensor se abrieron en par, Naruto salió de él, le dio un último vistazo a su amiga y se despido con un ademan de su mano.

Cuando las puertas volvieron a cerrar su expresión de tranquilidad desapareció. Ahora todo queda en manos del destino. Camino entre los cubículos de sus compañeros, saludándolos como es lo habitual. Siendo tan hipócritas como ellos con él. En eso, llego a su escritorio y no pudo evitar mirarlo unos minutos.

Dándole una despedida a aquella silla que tanto amaba, su trasero se sentía tan cómodo, y eso no era el cualquier sillón. Miro detrás de él, en donde se hallaba una enorme puerta. Esa donde se resguarda la perezosa bestia, y también la persona el cual su corazón sufría un pequeño infarto y su rostro se volvía colorado.

Dio algunos pasos hasta quedar al frente de esta, suspiro por última vez antes de tocar la puerta. Tres golpes fueron suficiente para escuchar su voz.

Ya nada, vivir o morir.

―Pase.

El tono de su voz hizo que el doncel sintiera una corriente recorre por su espalda. Los nervios de Naruto volvieron, pero ya estaba allí y dar vuelta atrás era imposible. 

Incognito amor; ShikaNaruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora