𝐔𝐍𝐎.

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Inquieta y alegre, la niña esperaba a que Jay sacara la bandeja con galletas del horno. Pues a pesar de estar bastante avanzada en su edad, él todavía no la dejaba usar el horno con su completa totalidad. Solamente las primeras hornallas, luego no más.

-¿Ya están listas?- preguntó sonriendo, viendo el leve dorado que tenían aquellas galletas en forma de gatitos o corazones

Jay se agachó para igualar la altura de la niña, obvio con cuidado de no quemar a la pequeña con la bandeja que sostenía, ayudándose de unas manoplas. Las miró también sonriendo como ella. "Listas": fue lo que dijo, aunque por las dudas tomó un cuchillo que estaba en la mesa y las pinchó. Había salido limpio: ya estaban hechas, definitivamente.

-¿Kkami no se pondrá celoso?- bromeó elevando una ceja -Todas son o corazones o gatos.- miró a la pequeña, quien sonrió y negó con la cabeza. ¡Kkami no va a saber!, respondió astuta. Lo que le dejó una risita a él

Este asintió dándole la razón, pues Kkami solo dormía en la mañana, tarde, noche... Solo dormía, y su "cucha" estaba en la habitación de la niña, así que, prácticamente, no vería que no había ni un solo perrito entre todas esas galletas.

Faltaban 20 minutos para las 16:00, horario en el que empezarían a llegar los amigos del mayor, tratando de ser puntuales. Y todos sabían que el primero que llegaría, sería Sunghoon. Este le tenía un cariño incontable a aquella niña, y no verla por dos semanas enteras generó que inevitablemente la extrañara: era como su hermanita menor.
Ella era de las pocas personas que se tomaban con real seriedad su amor por el patinaje, digamos que algunos lo veían algo raro. A pesar de ser de lo más normal el patinaje sobre hielo masculino...

Mientras las galletas se enfriaban, la pequeña niña se decidió por ir a su habitación para arreglarse. Se tenía que ver mucho más bonita de lo que ya era, pues en menos de media hora tendría a su príncipe azul tocando la puerta..
Siguiendo un pasillo, dobló a la derecha y cerró la puerta detrás de ella.
Aquella linda habitación decorada con adornos blancos era muy ella, pues su color favorito era aquél, y así se iba a vestir: como un lindo angelito blanco..

Sus piecitos completamente descalzos se dirigieron hacia su armario, sacando primero unas simples medias también blancas, una camisa, luego para encima de esta buscó un sweater tejido y para debajo una bonita falda con detalles de flores hechas con hilo, todas también de blanco. Resaltando su cabello oscuro, el cual claro no dejó suelto.
Normalmente, para ir a la escuela se arreglaba sola, por lo cual ella ya sabía hacerse las dos colas bajas que tanto le gustaban. Dos lazos (obvio blancos), uno en cada una y listo. Un angelito ("medio" revoltoso)...

Alegre por su resultado luego de vestirse, miró a Kkami, su chihuahua peludo, y corrió a darle un abrazo y un beso. Este se encontraba en su pequeña camita (que en realidad era un almohadón viejo), la cual se encontraba a un lado de la suya.
El pobre perro despertó por el peso encima y se sacudió una vez ella se había alejado.

-Un beso para la suerte, Kkami.- sonrió la pobre creyendo que este le entendería de alguna u otra manera

Unos golpes en su puerta la despistaron de su cachorrito. Seguramente era Jay para pedirle algo antes de la llegada de sus amigos. Siempre le pedía algún favor, por más mínimo que sea. Pues sabía que ella iba a aceptar con la simple condición de estar unos minutos con ellos.
La pequeña frunció el ceño e hizo un puchero inflando sus mejillas, ya estaba harta de que su hermano siempre le pidiera algo todo el tiempo.

-¡Jay, no tenderé tu cama otra vez!- gritó sentándose en su cama mientras se cruzaba de brazos, demostrando que así se quedaría

Una risa se escuchó del otro lado, mas no la pudo reconocer gracias al grosor de la puerta que los separaba. Esta misma se abrió lentamente, llamando su atención y generando que volteara, ya que estaba mirando hacia un lado tratando de ignorar a, supuestamente, Jay. Sus pequeños y oscuros orbes brillaron al ver que la persona del otro lado no era su hermano, sino cierto muchacho de lunar en la nariz, quien la observaba sonriendo levemente.

-Buenas tardes. Jay dijo que no habría problema si llegaba un rato antes.- sonrió, derritiendo el pequeño y descontrolado corazón de la niña

-¡Sunnie!- fue lo que gritó al saltar de su cama y correr en su dirección

No hace falta decir que él extendió sus brazos y esta se colgó de su pecho sonriendo enormemente. Sunghoon, su lindo Sunghoon, rió al verla tan excéntrica. Normalmente lo era, pero trataba de rehusarse para parecerle una buena y linda niña. Él bien sabía de los sentimientos de la pequeña, pero la quería mucho como para decepcionarla rechazándola de cualquier manera.

Era su pequeña niña revoltosa, aunque ella tuviera 90 años y él no tuviera más movimiento en su cuerpo debido a la vejez, iba a seguir siendo la misma niña revoltosa que trataba de llamar su atención solo por haber sido amable y haberle proporcionado un poco de atención y cariño...

Emma sonrió en el pecho del adolescente, quien acarició su cabeza de manera calma. Esta no se quejó ante el tacto, para nada, de hecho se acomodó en sus brazos nuevamente. Apoyando su mentón en el hombro derecho de él y calmándose abrazando su cuello.

Le encantaban los abrazos de Sunghoon, las caricias en la cabeza que él le daba, su sonrisa, las burlas incluso. Todo era acción de admirar si venía de él, y no pensaba cambiarlo por nada en el mundo.
Le encantaba él tal como era.......




𝐂𝐇𝐈𝐋𝐃𝐑𝐄𝐍'𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄 ━ park sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora