Orgullo +18

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Trama:

¿Se perdió la magia?







- ¡Tiene setenta años! -Chilla de diversión Tiffany en su programa de entrevistas.-

- Solo sucedió. -Ríe avergonzada la estrella de cine.- 

- Pero tiene la edad de ser tu padre. -Dice incrédula.-


Apaga el televisor.

Mañana cumple sesentaicinco años y no necesita ver esto.

Se desliza a su habitación refunfuñando sin interés de volver a ver la TV.

Pero tampoco lo suficientemente cansado como para irse a dormir temprano.

Se aproximo a su cama.

Abrió el tercer cajón de su cómoda de noche y recato un tubo de lubricante y un consolador personalizado.

Con sus dientes desenrosco la tapa antes de tumbarse en la cama para echarse un poco en la rajadura.

El liquido frio con aroma a azúcar se desliza contra su carne mas sensible, provocándole un golpe de sensaciones que le da escalofríos.

Como un cubo de hielo en la espalda.

Abandona el tubo y comenzó a masajear la abertura.

Primero se tenso.

Poco a poco fue relajándose bajo su propio toque.

Paso la mayoría de su adolescencia haciéndolo, así que sabe donde y como tocar.

Unos minutos después, con la cadera alzada y la cabeza hundida en la almohada con sus dientes aferrados a esta, en un intento de ahogar sus jadeos y pequeños gemidos.

Dilatado y con sus erecciones erguidas, goteantes y palpitantes.

Pidiendo atencion.

Con un gemido ahogado palpo el colchón en busca del dildo.

Se humedeció los labios.

Encontró el objeto fálico y lo condujo a su entrada.

Snake no tardo en viajar con su lengua hasta toparse con sus pollas duras.

Empuja con cuidado, sintiendo como la pieza fría se deslizaba dentro de su cuerpo.

Soltó un quejido antes de lamer la base hasta llagar a la punta, dejando que sus dientes rozaran su musculo palpitante.

Tuvo que cerrar los ojos al sentirse tan instimulado y lleno.

Retira el dildo para hundirlo de nuevo en un segundo, comenzando a embestirse en una tortuosa y placentera lentitud.

Luego hizo circulos con su lengua alrededor del eje, procediendo con el mismo lento y tortuoso ritmo.

Los jadeos y gemidos atorados en su garganta aumentaron en aullidos sofocados que llenaba la habitación, junto con el eventual sonido de succión.

Se concedió unos minutos disfrutando de aquellas sensaciones.

Lo bueno de su genética es que podía mantener ambas longitudes sin que empezara a quejarse de la intrusión, o tener el molesto reflejo de vomito.

Lo Malo Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora