Capítulo 5

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Daba vueltas y vueltas en su catre. Nunca le había molestado que estuviera duro o con bultos que se clavaban en sus costillas, o que Carmen roncase como un león marino. Pero la imagen de la joven no dejaba de atormentarla. Imaginársela pasando aquel tormento le quitaba el sueño.

Era el primer día que no podía dormir por su mala conciencia y, de verdad, que le había pasado factura, con su trabajo debía estar en plena forma al caer el sol.

Kat apagó el despertador con un fuerte golpe, la alarma era insoportable para su sensible sentido del oído. Además, la época de celo o frenesí, como ellos lo llamaban, se acercaba, haciendo que estuviera más irritable. Cada seis meses tenían que luchar contra la lujuria, por si tenían poco trabajo.

Para luchar contra aquellos demonios había que estar preparada y eso era lo que habían hecho, modificar su ADN combinándolo con el de animales para mejorar sus sentidos. Lo peor pasaba estos días de ovulación. Esos sentidos tan desarrollados se hacían difícil de dominar. Y Kat parecía estar dentro de una habitación vacía, con ruidos insoportablemente altos.

Lo peor era los hombres modificados, olían el celo y se volvían como locos por ser los primeros en fecundar a las hembras. Todos ellos tenían parte de animal en su interior.

En los barracones de mujeres las luces se encendieron súbitamente, impactando en los sensibles ojos de Kat. Todas se levantaron rápidamente y empezaron a vestirse, el sol ya se había ocultado, era hora de cazar.
Lidia miró con preocupación a Kat.

-¿Tenemos problemas, Kat? -dijo murmurando para no hacerla más daño. Ella sabía por lo que Kat iba a pasar.

En los primeros días de celo, los efectos secundarios iban y venían a su antojo. En un momento estaban bien y al otro, una sacudida de dolor invadía su cuerpo dejándolas por los suelos. Lo peor llegaba junto con el deseo incontrolable e insaciable. No obstante, el sexo aliviaba considerablemente los síntomas del malestar.

Kat se armó de valor y se incorporó mientras todo a su alrededor daba vueltas.

-Mierda -maldijo Kat sintiendo una de aquellas punzadas de dolor, pero, se situó a los pies de su catre velozmente.
-¡Arriba, bellas durmientes! -gritó la comandante.

Las demás compañeras se vistieron corriendo situándose cada una en su sitio.

-¡Nunca lo olviden! debemos dirigir nuestros ataques a las arterias y el corazón. Un buen guerrero es aquel capaz de volver las circunstancias adversas en su propio provecho durante un enfrentamiento. ¡Adelante! ¡No me defrauden! -Tras soltar aquel discurso de motivación se dio media vuelta y salió del barracón.

-Sí que eres rápida... -dijo la pequeña Dana con cara de sueño. Se tiró en la cama y arqueó su espalda hacia arriba, con los brazos encima de la cabeza, mientras hacia algo parecido a un ronroneo.

Kat sacó las pastillas sin que nadie reparase en ese movimiento, abrió la bolsita y se metió una en la boca.

-Vamos, a por las armas. -Lidia miró con envidia a Dana, ella también deseaba poder tirarse en la cama.

-¿Y cuándo estaré yo lista para ir con vosotras a matar demonios? -Dana estaba eufórica, mientras miraba esperanzada a las dos cazadoras de mayor rango; Lidia y Kat.

Ambas guardaban un secreto velado que se hizo patente al cruzar sus miradas, sabiendo que ellas mismas habían hecho incontables veces la misma pregunta. Y muchas veces se habían arrepentido de su realidad actual.

-Nunca, mocosa flacucha. Primero tendrías que comer más para crecer y hacerte fuerte- Dijo Carmen mirándola con desprecio.
Nadie la soportaba, en numerosas ocasiones, Kat o Lidia, habían deseado darle una paliza para calmar a esa leona que seguro llevaba dentro.

En los brazos del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora