Capítulo 10

19 9 0
                                    

Kat se despertó desorienta, con el peso de un brazo y una pierna sobre su cuerpo. Le resultaba agradable sentir el calor de Alex. Contempló su rostro muy cerca de ella, parecía que estaba muerto mientras dormía. Era el momento en el cual estaban más indefensos, sin poder despertarse. Miró su reloj de pulsera, había dormido durante trece horas. Por ello notaba la cabeza abotargada, debería irse de allí rápidamente, pues ya estaba anocheciendo y tan pronto como el sol se ocultase, el vampiro saldría a por ella.

Se deslizó fuera de su abrazo, solo el murmullo de las sábanas la delató. Buscó su ropa y se vistió tan rápido como pudo. Se podía mover con más soltura y su dolor agudo se había convertido en una leve molestia después de haber intimado con aquel vampiro. Pero aún persistían los calambres y Kat sabía bien que esto, era el comienzo. Los dolores volverían en unos pocos minutos y serían más fuertes.

Miró dentro de su bolsillo del pantalón, sus cadenas de plata aún seguían allí, aunque añoraba a su catana. Tendría que recuperarla y pronto. Salió de la habitación con las botas en la mano, prosiguió por un largo pasillo flanqueado por armas y armaduras. En realidad, no sabía a dónde ir, pero su sentido del olfato la condujo hasta un olor irresistible... comida.

Entró en la cocina sin ser vista, ágil como un felino para ir a por las napolitanas de chocolate. Una joven salió de un congelador industrial y, al darse cuenta de que no estaba sola, dio un salto acompañado de un grito.

Kat saltó la isla para llegar hasta ella y taparle la boca, la llevó contra la pared. Observó la puerta, mientras retenía quieta a la cocinera, por si venia alguien. Pero la cocinera no dejaba de mirarla con ojos extremadamente abiertos, su corazón palpitaba rápidamente y su cuerpo temblaba vigorosamente.

-No voy a hacerte daño, humana. No grites.

Kat retiró la mano y fue alejándose de ella muy despacio. Siguió la mirada de la cocinera, para ver una puerta que conducía al pasillo. Sabía lo que pensaba hacer. Con un rápido movimiento estiró la pierna poniéndola en la trayectoria de la joven. Esta tropezó y cayó al suelo con un sonido sordo. El gorro que llevaba salió despedido, dejando suelta la melena negra y lisa de aquella asiática. En un instante estaba delante la asustada chica, en cuclillas, para mirarla mejor aquellos ojos marrones. Kat chasqueteó la lengua negando con la cabeza.

-No saldrás de aquí. Y mucho menos gritaras. ¿Ha quedado claro?

La joven asintió, Kat la cogió del brazo, la metió en una despensa y puso una silla para atrancar la puerta. Pudo oír como la chica empezaba a sollozar con un hipo que no cesaba antes de encontrar la puerta trasera que daba a la calle.

El jardín era esplendido, rodeado de una frondosa arboleda. Fue corriendo hasta saltar el muro de piedra y se internó en el bosque.

Apretó un botón que tenía su localizador camuflado a modo de collar. La asociación vendría a por ella, estaba segura. No sabía dónde estaba ni a donde ir, y la preocupaba que el vampiro la encontrara antes que los de la asociación, ya era tarde y el sol descendía imparable sobre las montañas del fondo. Tenía poco tiempo hasta que Alex saliera de su letargo y abriera los ojos dándose cuenta de su fuga.

* * *

Alex despertó feliz al escuchar las persianas automáticas. La noche siempre era bienvenida y más aún, cuando habías encontrado a tu compañera. Alargó el brazo, con los ojos cerrados para abrazarla, pero encontró la cama vacía y sus ojos se abrieron repentinamente llenos de cólera.

-¿mujer? -Se levantó y empezó a llamarla. "¿Cómo no la había preguntado su nombre antes de hacerla suya?" Se preguntaba enfadado.

Salió de la cama como si quemara, en el cuarto de baño tampoco estaba. Bajó los escalones de un salto hasta caer en la planta baja, en el salón. Se quedó allí llamándola varias veces hasta que escuchó un lloriqueo proveniente de la cocina.

Su furia se fue al pensar que estaría sola y llorando, y solo los dioses sabían por lo que aquella mujer había pasado, seguramente aquel demonio la habría asustado de muerte.

Corrió a la cocina y su furia regresó con más fuerza. Dio una patada a la puerta donde se guardaba los productos de limpieza para dejar libre a la nueva cocinera que estaba hecha un mar de lágrimas. Era muy joven, y sus padres, una familia humana que conocía su secreto mejor guardado, la obligaron a trabajar para él a pesar del terror que le causaban los vampiros.

-¿Por dónde se fue? -La muchacha se asustó al ver sus ojos llenos de furia, relucían como bombillas. La pobre Naria señaló con su dedo tembloroso la puerta sin decir palabra.

Con un rugido salió corriendo detrás de la senda aromática que la joven había dejado tras de sí.

Kat, se movía todo lo sigilosa que podía. Ya que el dolor y su sexo ardiente no la dejaba caminar con normalidad, con cada paso una corriente eléctrica atravesaba su cuerpo al frotarse su tanga contra su clítoris abultado, sin descanso ni culminación, era una tortura que únicamente dependía de otro para llegar a la liberación que su cuerpo ansiaba.

Las fuertes contracciones de su vientre, la hacían encogerse mordiéndose el interior de las mejillas para no gritar, el sol ya no la protegía y sabía que él estaría despierto.

Eres fuerte, eres fuerte... se repetía a sí misma mientras se esforzaba para dar un paso tras otro entre barro, piedras, zarzas y raíces que la hacían dar traspiés.

Alex se quedó quieto en el bosque, escuchó y olfateó el aire. Ese dulce aroma que le había hechizado horas antes estaba presente, efímero, pero aún estaba allí. Anduvo sigilosamente acechando a su presa, rastreó ese aroma caliente hasta su origen. Sin poder pensar en nada más que bajar su cabeza entre sus muslos para poder saborear ese afrodisiaco. Al fin encontró un rastro más intenso, poniéndose duro con el pensamiento de tenerla en sus brazos.

* * *

La comandante González entró en la sala de control gritando:

-¡¿Qué ha pasado aquí?! ¡¿Dónde está?!

Los nuevos reclutas se asustaron poniéndose rígidos en sus asientos. Se miraron unos a otros sin saber qué decir. Carmen se levantó y se cuadró frente a su superior.

-Señora, la joven ha escapado. Rompió las cámaras y no hemos podido ver nada. Lidia estaba allí cuando ocurrió, pero no la encontramos. Y Kat al fin ha puesto su GPS en marcha. Está a las afueras de Madrid ya hemos mandado refuerzos.

En las grabaciones, podía verse a Lidia parada en el pasillo con el móvil en la mano. Y acto seguido se giraba para mirar la puerta metálica, en ese momento la grabación se corta.

-Encontrarla. Ella ha podido verla en la oscuridad.

 Ella ha podido verla en la oscuridad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
En los brazos del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora