Capítulo 17

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Alex se guardó una pistola en el cinturón, una daga en la bota y salió caminando con un sable en la mano, esos caza vampiros no iban a arrebatarle lo que era suyo por derecho natural. Juró que no la perdería, y eso era lo que iba a hacer, defenderla a muerte.
Xavier estaba a su lado pletórico de satisfacción, sus labios seguían sonriendo y en sus ojos se podía ver una chispa de placer. Era un jodido sádico. Tenía tanta ira contenida, que siempre la enfocaba hacia la lucha para poder llegar a un estado de calma.
Los dos caminaban por el bosque, expectantes al menor movimiento. “Esos cerdos caza vampiros iban a tener su merecido, empezando por la albina”, pensó Xavier al tocar su pelo. La mataría sin piedad alguna a pesar de que fuera una mujer.
Lidia cogió su par de sais japonesas, una en cada mano, mirando cómo se acercaban los dos vampiros. A uno de ellos ya lo conocía bien, se había llevado un recuerdo suyo, un mechón de esa melena marrón chocolate lisa. Su olor le resultaba excitante. Y eso ojos... nunca había visto a nadie con unos ojos tan negros. Negros y brillantes como el ónix. Su cara algo alargada, pero con la mandíbula cuadrada, y sus labios curvados disfrutando de la lucha…, la fascinó. Todo en ese ser emitía pura masculinidad, con ese cuerpo ancho y duro, con brazos fuertes y cintura estrecha. No podía apartar sus ojos del guerrero. La tentación carnal hacia ese ser se estaba intensificando, pero eran enemigos mortales. ¿Qué loco se metería en una relación así?
Se agachó más, quedando en cuclillas en una posición ventajosa para la batalla, escondida entre el follaje de un árbol, en una de sus ramas más gruesas. Esperó impaciente hasta que los dos vampiros pasaron por debajo de ella, Lidia saltó desde su escondite sin hacer ruido, con los brazos extendidos, clavándoles las sais una en cada espalda de los vampiros. Las sais se clavaron como si cortaran mantequilla.
Rápidamente desenfundó su catana mientras los vampiros se retorcían de dolor intentando arrancarse las sais de sus espaldas.
—¡Malditos vampiros! ¡Pagaréis por haber matado a un guerrero de dios!
***
Kat se vistió y salió corriendo atravesando el jardín e internándose en el bosque. Tenía que llegar antes de que esas dos bestias matasen a Lidia.
Escuchó gritos en la lejanía, rugidos de los vampiros, y después, como los maldecía Lidia. Reconocería los gritos de lucha de su hermana en cualquier momento.
Lidia arremetió contra los vampiros que habían sacado sus espadas, pero ella era mucho más ágil y flexible. Paraba sus estocadas con el lado posterior del filo de la catana, para luego seguir con su trayectoria e intentar decapitar a los cabrones que habían matado a su única amiga. Los dos la rodeaban, pero tenían que hacer más fuerza para intentar dañarla, levantando más los brazos. A ella no le hacía falta tanta fuerza para lanzar sus cortes. Por esa razón pudo conseguir mantenerlos a los dos lejos de sus puntos vitales. Vio la oportunidad y atacó al de pelo marrón, clavándole la catana en su esternón.
Alex se detuvo en seco, puesto que, vio a la albina clavarle la punta de la afilada katana a su amigo.
Xavier dejó caer su arma maldiciéndose con rabia. Permaneció de rodillas en la tierra, inmóvil a pesar del dolor.
—Apártate, o se la clavo en su podrido corazón —dijo Lidia apretando más, la carne de Xavier se quemaba por el contacto con el baño de plata del arma—. ¡Tira el sable, vampiro!
Alex, que tenía el sable por encima de su pecho, lo lanzó con gran fuerza hasta clavarlo en un tronco cercano.
Kat maldijo en silencio al ver a Lidia apuñalando al amigo de Alex, le dolió en el alma. Fue como percibir y experimentar los sentimientos de Alex.
—¡No le mates!
Lidia se sorprendió al verla ¡estaba viva! Pero al dejar de mirar su blanco, Alex se movió rápidamente para agarrar su cuello y muñeca. Apretó fuertemente su frágil muñeca hasta que abrió la mano dejando caer la catana y liberando a Xavier.
—¡Alex, no! —Kat fue hasta ellos, cogió una sai de Lidia, se puso tras Xavier rodeando el cuello del vampiro con el arma de su amiga—. Si la matas, mataré a tu amigo.
Alex no salía de su asombro. ¿Quería salvar a aquella mujer que quería matarla? La furia se reflejó en sus ojos brillantes y de color rojizo.
—No te lo permitiré, suéltale o la estrangularé. ¿Tú decides? —Alex apretó el cuello de la joven albina, mientras esta, gemía por el dolor.
—¡No la hagas daño! —Kat rozó el punzón de la sai en el cuello de Xavier, quemándole y derramando la sangre por su pecho. Pero este no se movió ni se quejó por el dolor.
—¿Por qué haces esto? Ellos vienen a matarte, Kat. Yo te estoy salvando la vida. ¡Tú misma me lo dijiste!
—Te mentí, Alex —dijo con un susurro apagado, lleno de tristeza—. Yo soy una caza vampiros y ella es mi mejor amiga.
—Kat, la caza vampiros... —dijo entre dientes, lleno de odio, al reconocerla. Era muy conocida entre vampiros y cazadores—. Como he estado tan ciego. Tu fama te precede. Has matado a cientos de mi especie.
—¡Mátame a mí entonces! Pero déjela libre.
Los segundos pasaron como si fuesen horas en aquel bosque de actividad congelada. Solo la respiración agitada de los presentes era lo que confería vida a aquel lugar hostil.
—¡¿Por qué me mentiste?! —dijo Alex con furia tirando a Lidia hacia un lado mientras avanzaba hacia Kat. Vio como sus ojos se agrandaban de terror apuntándole a él, dejando libre a su amigo—. ¡Me mentiste, maldita seas! ¡Te cuidé, te amé y tú estabas esperando refuerzos!
Kat retrocedió hasta chocar contra el tronco de un gran árbol, bajó su arma y dejó que la cogiera del cuello mientras una lágrima se derramó por su mejilla.
—¡Tus malditas lágrimas no te salvarán ahora! —Alex intentó matar a esa mujer, apretar sus manos hasta romper su frágil cuello... pero no podía. La quería demasiado para hacerla eso. Al sentirse frustrado dio un golpe al tronco haciendo gran parte astillas, sintiéndola encogerse mientras olía su pánico.
Kat vio entre las lágrimas como Lidia avanzaba con una de sus sais en la mano empuñándola para clavársela a Alex. Puso un pie entre los de Alex para empujarle a un lado y hacerle perder el equilibrio.
Alex cayó al suelo entre la incredulidad y la cólera debido a que escuchó un grito ahogado. Miró hacia arriba, la susodicha Lidia empuñaba una sai que estaba clavada en el abdomen de Kat.
—¡Lo siento Kat! —gritaba Lidia mientras sus manos temblaban cerca del mango de su arma.
Kat se dejó caer al suelo sujetando el punzón que sobresalía de su cuerpo, con la mirada perdida en algún punto del bosque susurró una disculpa antes de empezar a escupir sangre. Lidia se cayó al suelo llorando, sus piernas no la sostenían. Mientras ella también murmuraba
—Lo siento, lo siento, lo siento... —Lidia se unió a Kat entre lágrimas, sujetando su cabeza cerca de su pecho.

 —Lidia se unió a Kat entre lágrimas, sujetando su cabeza cerca de su pecho

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En los brazos del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora