Capítulo 19

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Alex se levantó como un rayo, para sostenerla y agarrar la empuñadura de la sai, aunque se quemara la mano al sujetar el arma bañada en plata. De su puño cerrado salía humo, pero por alguna razón no sintió ese dolor, sino otro más profundo, un dolor en el alma que comprimió su corazón.
-Esto va a doler -dijo Alex, tanto para Kat como para él. Y con un tirón seco extrajo el punzón de su pecho. Rápidamente empezó a manar más cantidad de sangre de la herida.
Kat dio un pequeño grito, cerró los ojos y se dejó caer a sus fuertes brazos.
-Yo... yo lo... siento. Temí que... me matases al saber que...
-Calla. -Alex la recostó en el suelo, con la cabeza apoyada en su regazo- Vas a hacer lo que yo te diga. -Le ordenó mientras se cortaba la muñeca con la daga escondida en su bota, y posaba la herida en los labios de ella-. Bebe.
Kat se reusó a tragar aquel líquido que mojaba sus labios y bajaba por su mandíbula. Tanto su amiga como el vampiro estaban muy atentos a sus movimientos. Manoteó y giró el rostro para intentar liberarse.
-¡Kat, tienes que beber ya! -Presionó la herida en sus labios, pero ella no los abría-. Antes ya has bebido de mi sangre, cuando te atacó el demonio, si no estarías muerta y lo sabes. ¡Estamos unidos te guste o no!
Alex soltó una maldición y la cogió le la mandíbula forzándola a abrir sus labios. La sangre entró en su boca, acto seguido, el vampiro puso su mano para impedirle que escupiera su sangre, y tapó su nariz hasta que tragó. Pero la debilidad la hizo irse a un mar oscuro, del que no tenía escapatoria.
Lidia miró como Kat cerraba los ojos y dejaba su cuerpo relajado. Fue a su lado para zarandearla, no la importaba en los brazos de quien estuviese. No podía dejarla ir, no después de haberla encontrado con vida.
-¡Lucha maldita sea, lucha! ¡Siempre lo has hecho! ¿Por qué ahora no? Después de todo lo que nos hicieron en la asociación... eres mi hermana, Kat.
Xavier ya se estaba curando, vio a la pequeña albina frente a él y fue a por ella rugiendo y exigiendo venganza. La cogió del cuello y, sin darse cuenta de lo que hacía, se aproximó la joven para morderla. Su sabor era exquisito, un canto para sus papilas gustativas después de tantos años como un recluso bebiendo de bolsas de plástico de donantes anónimos.
Lidia se quedó rígida por un momento a causa del aturdimiento y el asombro. Sintió sus colmillos rasgando su piel, pero después de ese insignificante malestar todo cambió. Su sangre comenzó a correr como fuego por sus venas, excitándola y tentándola. Pero era una mujer muy luchadora y no permitiría que ese desconocido la utilizara para alimentarse. Con un rápido movimiento, lanzó un golpe a su esternón para librarse de su mordedura, y se echó hacia atrás para romperle la nariz con la parte posterior de su cabeza.
Xavier cayó nuevamente de rodillas sujetando su nariz, viendo como Lidia se erguía para darle esta vez en sus partes más preciadas. Se dejó caer al suelo sujetándose la entrepierna y reteniendo el aire en sus pulmones.
-¡Maldito cabrón! ¡No vuelvas a morderme!
-Te lo debía, zorra -dijo Xavier entre dientes, después consiguió dominar el dolor y le lanzó una sonrisa pícara para revelar, no solo la sangre que aún permanecía en su dentadura, sino el conocimiento de la excitación de Lidia.
La joven lo miró sorprendida por su expresión en la mirada al saber que se había excitado con su tacto. Jamás había imaginado que podría ponerse así con un vampiro.
-¡Ya basta! -Alex se puso en pie con el cuerpo de Kat medio muerto en sus brazos.
Lidia apartó la mirada de aquel desconocido, no podía soportar aquel conocimiento en los ojos de aquel bastardo. En cambio, decidió mirar al otro vampiro que abrazaba a su hermana sorprendida al ver su rostro surcado de lágrimas.
-Cógela. -Alex dio la orden a Xavier, y señaló a Lidia con la cabeza.
Xavier se acercó a ella despacio, acechándola. Sus facciones estaban estiradas en una expresión de ávido placer.
-Ni se te ocurra tocarme. -Le amenazó posando la mano en su catana enfundada.
-Entérate bien, Kat es mi compañera. ¿Sabes lo que eso significa, humana? -Al ver su inexpresión continuó diciendo: -Es una conexión que tu especie solo puede imaginar. Siento sus emociones como ella las mías, la atracción entre ambos seguirá intensificándose, y jamás podremos estar separados. Si quieres ayudar a tu amiga vas a tener que dejar de lado esta rivalidad que tienes por mi especie.
Lidia asintió de mala gana, sujetando el puñal de su catana y mirando de reojo a Xavier, que se acercaba demasiado a ella.
-Si yo he podido llegar hasta aquí, otros como yo, también pueden. Debes llevártela a un sitio seguro, ya -informó Lidia seriamente.
-Ahora necesita descansar. No es conveniente andar moviéndola.
-Si quieres que tenga una posibilidad de supervivencia hazme caso, sé cómo piensa esa gente. Y no pararán hasta encontrarla. Les hemos costado mucho dinero, les pertenecemos.
-¡Ella es mi mujer! -Su grito hizo alzar el vuelo de un búho- Xavier, recibe sus armas-. ordenó mientras andaba de vuelta a la seguridad de su casa.
Apretó con fuerza su catana pensando qué hacer. Ladeó la cabeza para mirarle y, esta vez, había desaparecido todo signo de burla. Parecía implorar con la mirada para que ella cediera las armas. Asintió y desenfundó la catana, alargando el brazo hacia Xavier.
Este se quitó la camiseta empapada en sangre para rodear con ella la catana y las demás armas de la joven y no quemarse en su cometido.
Lidia se acercó a él elevando el rostro, poniendo recta la espalda y echando hacia atrás los hombros.
-Como las pierdas te mato, sanguijuela.
Pero había sido una pésima idea. Estar a tan solo unos centímetros de distancia de ese prodigioso cuerpo semidesnudo, había vuelto a revolucionar sus hormonas. El calor que despedía, el olor, incluso sucio como estaba, lograba alterarla lejos de toda lógica.
Xavier dio un paso en su dirección y Lidia, con miedo, retrocedió. Sabía que no le temía a él ni a su raza, sino a sus propios deseos. Deseos oscuros y ocultos tras una fachada rígida y sin humor.
Estaba desprotegida, con un vampiro al frente y otro a su espalda. Se sentía desnuda sin el peso de sus armas. No obstante, camino con gracia y sin perder su dignidad hasta pasar el umbral y llegar al interior de aquella casa, con un vampiro que no dejaba de mirarla el culo.

 No obstante, camino con gracia y sin perder su dignidad hasta pasar el umbral y llegar al interior de aquella casa, con un vampiro que no dejaba de mirarla el culo

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En los brazos del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora